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Desarraigados, sin cabida en EU ni en México

DINORATH MOTA| El Universal
10:02EL CARDONAL | Miércoles 19 de marzo de 2014
Cayetano vive con  dos de sus cuatro hijas, conocidas en la zona como

SEPARADOS. Cayetano vive con dos de sus cuatro hijas, conocidas en la zona como "Las Americanas"; su esposa estadounidense y otros dos de sus vástagos se regresaron a Estados Unidos, al no acostumbrarse a la vida en Hidalgo. (Foto: DINORATH MOTA / EL UNIVERSAL )

Familias regresaron a Hidalgo, al Valle del Mezquital; algunas no han logrado adaptarse

estados@eluniversal.com.mx

Nacidos en Estados Unidos, pero hijos de mexicanos, encuentran el desarraigo en ambos lados de la frontera. La piel, las facciones y la cultura se ponen en su contra, difícilmente son aceptados; allá por ser mexicanos y aquí por ser gringos.

Sus historias son distintas aunque sus caminos iguales: de las grandes ciudades estadounidenses terminan en pequeños poblados indígenas. Así, más de 16 mil niños buscan en el Valle del Mezquital, en Hidalgo, su identidad; la mayoría terminará donde iniciaron sus padres, en la migración.

De acuerdo con el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), la entidad ocupa el octavo lugar a nivel nacional en situación de pobreza. De su población total de dos millones 665 mil habitantes, para 2012 un millón 465.9 personas, vivían en pobreza.

Históricamente, el Valle del Mezquital ha sido una de las regiones con los mayores niveles de marginación; en la época de los 70 y 80 la migración fue el boom que salvó a los indígenas hñahñus.

Pero ahora son los nietos de esos primeros migrantes -las llamadas segundas generaciones- las que no encuentran un lugar en la geografía nacional.

Yazmín y Priscila, de nueve y siete años de edad, son hijas de un indígena hñahñu y una estadounidense. La recesión económica de 2008 llevó a Cayetano Zapote a perder su empleo de albañil en Florida y hace tres años retornó con su familia a su comunidad de origen en Cerro Colorado, una población enclavada en el Valle del Mezquital de apenas 309 habitantes.

Allí, en medio de una geografía inhóspita y donde los rayos del sol se funden con la tierra árida, Elicia Nadiner buscó junto con Cayetano y sus cuatro hijos hacerse de un hogar; a menos de tres años, su intento fracasó y Elicia y dos de sus hijos regresaron a Estados Unidos.

A su partida, hace casi un año, Cayetano se ha hecho cargo de Yazmín y Priscila, dos pequeñas que son conocidas en esta comunidad como Las Americanas, por su piel blanca y sus ojos verdes.

Ingresar a la pequeña escuela bilingüe en hñahñu ha sido su principal reto: "Ellas llegaron hablando inglés, no sabían nada de español, entonces sí les costó aprender algunas cosas". En punto de las ocho de la mañana, bajan a la escuela de su casa que se encuentra en la punta del cerro, rodeada de biznagas y órganos; en la puerta hay un pequeño corral donde descansan algunos chivos y borregos. La libertad del campo les gusta.

Allá, en Estados Unidos, no podían salir, siempre estaban encerradas, cuenta su padre. Yazmín asegura que no extraña su país natal, ni tampoco a su madre, con quien se comunica por internet.

En la escuela han hecho nuevos amigos, niños que combinan el español con el hñañhu; al paso de tres años, el inglés se les ha olvidado y ahora presumen gustosas sus primeras palabras en hñahñu. Ambas saltan al grito de mishi: "es gato, es gato", se apresura Priscila.
Y al principio había burlas porque no entendían algunas cosas. A las 14:00 horas las pequeñas regresan del colegio. "Tienen mucha libertad en la escuela, es la queja generalizada de los padres de los méxico-americanos".

Añoran regresar

Cercana a Cerro Colorado se encuentra El Deca, otra comunidad del municipio de El Cardonal. Una carretera recién estrenada da la bienvenida en lo que antes era un camino de terracería que serpenteaba entre los cerros y los mezquites; ahora es el asfalto el que lleva hasta El Deca. El sol cae a plomo y las casas de dos y tres pisos resaltan entre las pequeñas chozas de maguey y madera.

Esos hogares son los de los migrantes, cuenta el profesor Camilo Torres, integrante del Consejo Supremo Hñahñu, organismo que presta asesoría a los migrantes de la región. En esa lengua intenta, entre la desconfianza de los pobladores, obtener la dirección de Filogonio Zangua.

Luego de un intercambio de palabras en hñahñu, finalmente logra saber dónde se ubica la vivienda de Filogonio. Un camino de tierra de unos 100 metros, rodeado de órganos que fungen como cerca, lleva hasta una casa de block.

Filogonio y su esposa Cecilia Cruz, originaria de Michoacán, llegaron a la comunidad hace cuatro años. El arrepentimiento de Cecilia es lo primero que manifiesta.

Se dice desesperada y espera sólo una oportunidad para regresar a Estados Unidos. Este matrimonio residía en Las Vegas donde Filogonio se dedicaba a pegar azulejos. La suerte le cambió un día en que fue deportado, y con ello cumplía su tercera deportación. "Al principio a mis hijos les pegó mucho, extrañaban a su padre querían verlo, y pues nos regresamos", dice.

Alain y Erick también nacieron en Estados Unidos; allá cursaron sus primeros años de escuela con nueve y ocho años de edad, ambos también se enfrentan al desarraigo, el no sentirse "ni de aquí ni de allá". Alain era un estudiante de excelencia, mes con mes, presume su madre, era acreedor a un diploma por su rendimiento. "Había tres niños, uno de ellos era mi hijo; ellos los detenían al salir de la escuela para enseñarles otras cosas, me cuenta que del espacio, de la vida en otros planetas", dice Filogonio.

Ahora Cecilia se encuentra preocupada: Erick ha olvidado el inglés. "Es algo feo, cuando llegamos él lloraba mucho, es el más pequeño y no sabía nada de español; entonces, cuando entraron a la escuela no sabía nada, ni qué le decían". Pero tras cuatro años en El Deca, Erick olvidó ya el inglés.

Alain no se acostumbra a la vida del Valle del Mezquital, le falta todo, dice su madre. "Me cuenta que también se quiere regresar, aquí no le gusta ni la comida ni el lugar ni la escuela". Cecilia considera que aprenden poco, que tienen muchas horas perdidas y el poco tiempo en la escuela es mal aprovechado.

"Yo me quiero regresar con ellos para darles un mejor futuro, algo que aquí nunca van a tener. Si hay algo de lo que me arrepiento es de haberlos traído", afirma.

La falta de empleo y de oportunidades es de nuevo el fantasma para los que ya una vez fueron migrantes indocumentados. Filogonio tiene una decisión difícil de tomar, sabe que partir nuevamente a Estados Unidos le puede costar la cárcel, ya que es reincidente.

"A la vez sí quisiera irme, por ellos, por darles un futuro, pero me puedo ir a la cárcel", explica.

"Yo sí me voy", asegura Cecilia entre sollozos. Aquí no importa el matrimonio, sólo el futuro de Alain y Erick, defiende.

"Aquí no hay nada"

No se pueden acostumbrar, allá tenían su comida, no les faltaba el yogurt, la leche, la fruta y aquí no hay nada; "si no fuera por la familia no tendríamos a veces ni para comer, ya que no hay trabajo.

"Los peligros no me importan, pero Alain me dice: ‘mamá, yo me voy; de lo que tenga yo te voy mandando un dólar para que tú no te tengas que arriesgar'. El sistema educativo es diferente, yo sé que allá es mejor, que nada va a ser como estudiar en Estados Unidos..., imagínese aquí...".

La escuela de Alain y Erick también es bilingüe en hñahñu; no les enseñan inglés, pero sí hñahñu.

El director de Política Social y Atención al Migrante del Instituto Hidalguense de Atención a los Migrantes en el estado y el extranjero, Ernesto Gil, señala que se ha tenido un incremento de padres que buscan la doble nacionalidad de sus hijos para poderlos inscribir en el sistema educativo mexicano. En esta instancia en 2012 se tramitaron 900 actas de nacimiento hidalguenses; en 2013, fueron 862 y en lo que va de este año son 153 las actas solicitadas.

Las edades son entre dos y 15 años. El documento se solicita en especial para que puedan ser inscritos en las escuelas y principalmente provienen del Valle del Mezquital, de lugares como Ixmiquilpan, Chilcuautla, Alfajayucan y El Cardonal; en menor medida de Acatlán, Huasca y Cuautepec, explica.

Aumenta matrícula escolar

La Secretaría de Educación Pública, vía el coordinador estatal del programa binacional migrante, Pablo Carpio, da a conocer que se tienen detectadas 43 escuelas, donde se cuenta con menores de ambas nacionalidades. Se tiene un registro de 16 mil 319 menores en diversos grados escolares.

En el ciclo escolar 2011-2012 se tenían inscritos 12 mil 375 niños; para el ciclo 2012-2013 aumentó a 14 mil 154 y en el periodo 2013-2014 se inscribieron 16 mil 319 alumnos.

Se calcula que en Estados Unidos radican unos de 250 mil hidalguenses, quienes trabajan principalmente en sector de la construcción y como empleados de restaurantes; algunos intentan retornar con las llamadas segundas generaciones, y son los menos quienes buscan un lugar en escuelas de la entidad.

En preescolar, hay 2 mil 309 menores; en primaria, 11 mil 301, y en secundaria, 2 mil 809.

Entre los lineamientos para el proceso de adaptación se cuenta con intercambio de profesores bilingües de español, inglés y hñahñu, debido a que el 80% es migración del Valle del Mezquital.

Las 43 escuelas están en demarcaciones de Atotonilco, Acatlán, Huasca e Ixmiquilpan.

El principal obstáculo de adaptación, señala Pablo Carpio, es el idioma. El inglés, que abre las puertas del mundo, en los pequeños méxico-americanos de las comunidades indígenas del Valle del Mezquital se convierte en su mayor problema.

"Pienso que Erick va a tener que empezar de nuevo; ya se le olvidó el inglés y cuando nos regresemos va a estar más grande y va a tener que empezar de cero, eso no es justo" dice su madre.

Mientras, Las Americanas brincan entre los cerros, ajenas a que esa libertad de la que ahora gozan algún día será cambiada por las escuelas que las esperan en Estados Unidos, aunque ya hayan olvidado al país que las vio nacer.



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