Historia Su emoción terminó en tragedia
DOLOR. Varias personas quedaron bajo las llantas de la camioneta. (Foto: CORTESÍA EL DIARIO DE CHIHUAHUA )
CHIHUAHUA
Al igual que una noche antes, los Cepeda se alistaron al mediodía del sábado para lo que suponían iba a ser una tarde fantástica entre aviones, motos, paracaidistas y trocas monstruo, sin imaginarse que todo acabaría en desgracia.
El viernes, Ildefonso Cepeda, su esposa y su hijo, de 14 años, fueron a la “noche mágica” del Extremo Aero Show, y al igual que 12 mil chihuahuenses arrojaron un globo de Cantoya que se perdió en el cielo oscuro, un evento caracterizado por la emotividad y la paz interna que da la iluminación de una pequeña llama en el papel de china elevándose, cobijado por las estrellas.
Al día siguiente ansiaban los espectáculos que los llevarían al otro extremo, a vivir emociones llenas de adrenalina. “Apenas íbamos llegando, queríamos ir a todos los eventos, mi hijo es aficionado a los aviones”.
Más de 5 mil personas estaban congregadas alrededor de las “camionetas monstro”, que con sus llantas de dos metros de altura pasaban sobre carros chatarra en unos cuantos segundos.
Los Cepeda no encontraron lugar en las gradas y decidieron quedarse parados. El sol estaba cayendo, el clima era por demás agradable, toda la gente con sus cámaras y celulares en la mano para captar el momento justo en las camionetas hicieran lo suyo.
“Vimos que la camioneta hizo varias vueltas y se detuvo, después brincó por encima de los carros aplastados dos veces y aceleró. Creímos que iba a pararse o dar vuelta a la izquierda, pero dio vuelta a la derecha y se vino derecho a donde estábamos”.
Con unas fracciones de segundo para reaccionar, 200 personas intentaron correr para escapar del enorme vehículo, pero para casi un centenar no fue posible.
Hombres, mujeres, niños, fueron arrollados, algunos cayeron en medio de la multitud, otros debajo de las ruedas.
“No te puedo decir qué fue lo que pasó. No te das cuenta por lo rápido. Mi primera reacción fue buscar a mi hijo y mi esposa. Él estaba bien, pero no podía ni hablar, mi esposa la encontré cubierta de polvo y sin un zapato, al verla en el suelo pensé lo peor. Gracias a Dios, sólo la había tirado la gente”.
Todo era confusión: heridos llorando por el dolor, niños asustados, gritos de desesperación al ver los muertos y decenas de elementos de emergencia que resultaron insuficiente ante la tragedia.
“No tengo palabras para decir lo que vivimos los que estábamos ahí. Yo lo vi de cerca, pero no puedo ni imaginarme lo que estarán sintiendo quienes perdieron a alguien en el accidente”.