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¡Ay, Michoacán!

Agustín Basave| El Universal
Viernes 02 de agosto de 2013

Para mí, Michoacán es un estado entrañable. Aunque soy nuevoleonés y mi padre y mi abuelo eran jaliscienses, mi bisabuelo paterno era michoacano, y desde hace muchos años me enamoré de lo que a mi juicio es, con todo respeto a los maravillosos casos específicos de artesanías que hay en muchas otras entidades, el mejor repertorio artesanal de México. El experimento utópico de Tata Vasco dejó una hermosa huella en Quiroga, Santa Clara, Tzintzuntzán, Paracho, Pátzcuaro y tantos lugares más, incluyendo Capula, capital mundial de la Catrina. Por eso, si a todos los que se han asomado a esas bellas tierras y aguas y han tratado a su gente buena les debe doler su dolor, a mí me lastima un poco más. Son intolerables los niveles de miedo y sufrimiento que ha provocado allá la violencia del crimen organizado, y es inadmisible el desamparo en las autoridades han dejado a la población.

He aquí el meollo del problema. Una geografía propicia a la producción y al trasiego de drogas, mucha corrupción gubernamental y capos disfrazados de redentores han generado un grado de envilecimiento del tejido social de Michoacán sin precedentes. La etiqueta de Estado fallido que desde el extranjero se arrojó a México hace algunos años suscitó una furibunda refutación del gobierno federal que llegó a sumar a no pocos críticos heridos en su patriotismo. Si hoy se sustituye la E mayúscula con la minúscula y se endereza el marbete a los poderes formales que despachan en Morelia, dudo que haya quien tenga argumentos o siquiera ánimos para desmentir la especie. Es abrumadora la evidencia de que los michoacanos viven en un territorio sin ley, dominado casi totalmente por un cártel que mezcla tácticas sicilianas e influjos religiosos y que ha conseguido así hacerse de una base social. Los delincuentes disponen de gran parte de los cargos de elección popular y los puestos de función pública, cobran tributos, patrullan y “protegen”, imparten “justicia”, regulan la actividad económica, expiden permisos, dan empleo, deciden qué y quién entra a los pueblos.

El gobernador está muy enfermo, casi tanto como el estado. Sobre el interino flota un velo de sospecha, y el procurador y el secretario de finanzas acaban de renunciar en lo que parece ser el principio de una purga en el gabinete estatal. La desaparición de Poderes se está dando de facto, sin mayor debate en el Senado y, seguramente, con el aval tácito de tirios y troyanos. A estas alturas de la descomposición de lo que ha sido uno de los más privilegiados rincones de la mexicanidad, ¿está alguien dispuesto a envolverse en la bandera del federalismo y a defender al estado libre y soberano de Michoacán de la intromisión directa, categórica y contundente de las fuerzas federales? Yo no.

@abasave

Académico de la U. Iberoamericana



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