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A muchos los agarró dormidos la volcadura

Natalio Bernal Corresponsal| El Universal
Lunes 26 de agosto de 2013

ESTACIÓN TANCOCHAPA.

Todavía con el pánico reflejado en el rostro, dos sobrevivientes del descarrilamiento de La Bestia, Melvin Adonay Pineda, de 24 años, y Julio Madariaga, de 37, ambos de Honduras, aseguran que “aún quedan muchos atrapados bajo los vagones del tren y la chatarra que venían en las góndolas”.

“No les dio tiempo a reaccionar cuando La Bestia descarriló. Nosotros porque nos aventamos al lado contrario de donde la máquina cayó”, refieren. Ellos tomaron el tren desde las dos de la tarde del sábado. “Serían como a la una de la mañana, el tren venía recio y al momento de empezar a frenar, la gente que estaba en las góndolas (vagones tapados)... al descarrilarse, las tapas volaron y la chatarra aplastó a muchos compañeros”, asegura Julio Madariaga.

En medio de la oscuridad y el monte, “nos dejamos llevar por los gritos de pánico de nuestros compañero. Empezamos a rescatar a los heridos. Mi primo quedó ahí; él con otros cinco que ya no pudieron salir; a muchos los agarró dormidos”, refiere Melvin.

La máquina de Ferrosur no descarriló, sólo los últimos vagones y seis góndolas. Convencieron al maquinista de desprenderla y pedir auxilio —a las cinco de la mañana— en la estación Tancochapa, en Las Choapas, Veracruz, a 15 kilómetros de la comunidad tabasqueña de Las Tembladeras, de Huimanguillo, donde ocurrió el accidente y ahí se dio la voz a alarma.

A las seis de la mañana la ayuda comenzó a fluir: las corporaciones policiacas, de Protección Civil y hasta de la Armada. “Parecía un campo de batalla”. Helicópteros trasladaron a los heridos a los centros hospitalarios de Las Choapas y Coatzacoalcos, mientras que las brigadas de rescate trataban infructuosamente de mover la mole de acero y otros más removían las pesadas estructuras de chatarra.

—¿Cómo estuvo el accidente? Se habla de cinco muertos.

—Ahí hay muchos más muertos; yo calculo que hay más de 20. Sí fueron muchos. Imagínese, veníamos como 300 —dice Melvin.

—¿Regresarás a Honduras?

—Claro que no; no hay nada que hacer allá. —afirmó Julio.



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