Historia Rompe sus tradiciones para ser entrenadora

OPINIÓN. "A las mujeres no las dejan salir, ni siquiera ahí en el pueblo (El Carrizal, Oaxaca), porque están en peligro" Rocío Martínez, entrenadora de la ABIM. (Foto: QUADRATÍN )
Rocío Martínez Sandoval rompió varias costumbres. A los 19 años es soltera, tuvo el permiso para salir de su comunidad, El Carrizal, y piensa en hacer una carrera.
Para una mujer triqui, la soltería a los 19 años es mucho. "Se casan a los 12 o 13", cuenta la joven, la única mujer de 25 entrenadores triquis de la Academia de Baloncesto Indígena de México (ABIM).
"A las mujeres no las dejan salir, ni siquiera ahí en el pueblo, porque están en peligro", explica. Habla también de las costumbres de algunas familias de recibir dinero a cambio del casamiento de sus hijas. "Dicen que venden a las mujeres, pero es más como la dote para que se casen, acuerdan los papás y se llevan a la muchacha", comenta.
Rocío acudió a la convocatoria para elegir entrenadores triquis junto con su hermano de 22 años. En total, son ocho hermanos, seis se quedaron con su mamá en la comunidad triqui.
Dice que no tiene novio "pierde uno el tiempo, mejor me dedico a entrenar a los niños". Su jornada inicia a las cuatro de la mañana en el albergue dispuesto en Santa María El Tule para los niños becarios de la región triqui que forman parte de ABIM.
Después de acomodar, barrer, trapear, bañarse, está lista para cuando despierten los pequeños. A las siete, para el entrenamiento. Y al término, para ir a trabajar. Combina su función de entrenadora, por la que no recibe un pago, con la de trabajadora doméstica para obtener 100 pesos diarios por dicha tarea.
Al mes, envía 500 pesos o más a su familia y lo demás lo utiliza para sus gastos. "No alcanza para todo, la familia es pobre y tenemos que ayudar", menciona.
Pero dice que más que esperar un ingreso de la ABIM, lo que espera es una beca que le permita terminar el bachillerato y continuar una carrera universitaria.
Ser la única mujer en el equipo de entrenadores la enorgullece. "Me sorprendí porque no había salido a una ciudad grande".
Ahora ya conoce Aguascalientes, Monterrey y el DF, a donde ha ido por parte de la ABIM.
Lo que más le llama la atención son las carreteras "son muy bonitas en otra ciudad, ahí en mi región es diferente".
Rocío habla triqui, español y está aprendiendo inglés. Junto con los niños dedica dos horas diarias a la lectura en español sobre historia y otras materias.
Recuerda que a los siete años, en su comunidad "había mucha violencia, no podíamos salir". Pero ahora, aunque "mi abuelita se enoja", ella sigue firme en la Academia, la que no piensa dejar.
Sueña con que la zona triqui de Oaxaca pueda "ser como otras ciudades bonitas", aunque tiene claro que no será inmediato. La ABIM es sólo un paso.





