Cosechas bajo riesgo en Apatzingán
PÉRDIDAS. Cortadores de limón acusaron al cártel de "Los Caballeros Templarios" de impedir la libre cosecha, el empaque y la comercialización del fruto. (Foto: LUIS CORTÉS / EL UNIVERSAL )
La tarde del sábado, en un galerón de Buenavista, Michoacán, el principal municipio productor de limón en el estado, un empresario labora en la clandestinidad: empaca el fruto de la temporada de pizca mayor del año, que va de noviembre a enero, con maquinaria rentada.
Su empresa y sus 40 trabajadores, su casa y parte de su familia, están en el municipio de Apatzingán, a solamente 30 kilómetros de distancia, pero dice que tras sumarse a la manifestación que las policías comunitarias y las autodefensas encabezaron ahí el 26 de octubre pasado contra el cártel de Los Caballeros Templarios, éstos lo amenazaron y debió huir de la ciudad.
El empacador aceptó dar la entrevista desde el anonimato y asegura que se unió a la protesta cansado de pagarle al cártel de Los Caballeros Templarios extorsiones de 50 mil a 60 mil pesos mensuales, de que le impusieran clientes y días y horarios para laborar, de que le exigieran participar y llevar gente a marchas que demandaban la salida de las fuerzas federales.
“Y si no obedecíamos sus órdenes, nos quemaban los empaques”, dice el empresario.
Ahora el empacador de limón debe pagar 30 mil pesos mensuales por la renta de la maquinaria. Ayer empacó 80 toneladas del fruto, por lo que ahora le preocupa su traslado al mercado porque debe cruzar Apatzingán.
“Estoy trabajando bajo riesgo de que dañen mi fruta en el camino” comenta. “Y si me va a costar la vida, que sea la voluntad de Dios, porque aquí como me ve, yo soy un comerciante y no ando armado”.
Productores y cortadores de limón manifiestan la misma preocupación. El año pasado acusaron al cártel de Los Caballeros Templarios de impedir la libre cosecha, el empaque y la comercialización del fruto, lo que provocó pérdidas estimadas en más de 130 mil toneladas, alrededor de 70% de la producción de limón de la región.
Un productor de limón de la comunidad de Tepalcatepec, que igualmente pide reservar su identidad, exclama: “Si no nos ponen seguridad, vamos a ser atacados”.
“Movimiento por la paz”
La mañana del sábado 1 de noviembre, las dos carreteras que conectan a Apatzingán con la región limonera de Tierra Caliente: la que va a Buenavista Tomatlán y hacia Aguililla, amanecieron con retenes en los que luce alguna manta maltrecha de un “Movimiento por la paz” al lado de camiones foráneos blancos sin identificación alguna y con los vidrios polarizados.
Hombres armados con el rostro cubierto se mantienen a la distancia y jóvenes morenos, delgados, veinteañeros, con vestimenta ajena a la región, pues llevan shorts y sandalias, armados con palos, detienen a todo transporte que ingresa o sale de Apatzingán.
Algunas muchachas graban con sus teléfonos celulares los rostros de los pasajeros.
Un hombre flaco, con lentes oscuros y actitud autoritaria, coordina a los jóvenes que revisan las placas de los vehículos y ordenan con crispación a la gente en tránsito: “Orillese, desciendan del auto, abran la cajuela”.
Les interrogan: “De dónde vienen, a dónde van”. Y según el caso, piden la credencial electoral para checar el lugar de residencia.
A decenas de metros de ese puesto de control hay instalados retenes de las fuerzas federales.
Bloquean frutos
Productores y empacadores de Buenavista aseguran que esos son narcorretenes que a la luz del día impiden el flujo de bienes y de personas de Tierra Caliente, donde hay cuatro municipios con policías comunitarias y autodefensas que enfrentan a Los Templarios.
Estanislao Beltrán, productor limonero, relata que en esos retenes que se montan y desmontan sin previo aviso, les impiden llevar su limón a Apatzingán, que es su principal centro de comercialización.
“Si ven que somos de Buenavista nos agarran, nos secuestran, nos despedazan”, detalla.
Al igual que el empacador, también ignora cómo trasladará y comercializará su producción.
“Cuando uno se identifique que es de Buenavista nos van a quemar los carros”, advierte. “La gente que nos compra tampoco se anima a venir porque también les queman los carros”.
Dice que del valle de Apatzingán se lleva el fruto a la ciudad de México, Guanajuato, Monterrey, San Luis Potosí, la frontera del norte del país y a Estados Unidos.
Limón agrio
Dos productores de limón de Apatzingán aceptan dar la entrevista el viernes 1 de noviembre al mediodía, en una bodega en Tierra Caliente, pero sin que se revele su identidad por precaución.
La cita se realiza en un clima de tensión, pues dicen que esa mañana el cadáver de un intermediario limonero de apellido Montoya amaneció en Apatzingán.
“Estaba desaparecido desde hace ocho días y ahorita ya lo encontramos muerto, así como también mataron a un líder limonero que se llamaba Bernardo Bravo Valencia, para atemorizarnos y que nos sometamos a las órdenes de Los Caballeros Templarios”.
La entrevista se da entre el rumor de que un día antes a Leopoldo Jaimes Valladares, presidente de la Asociación de Citricultores del Valle de Apatzingán, se le detuvo en posesión de droga y armas. Otras versiones, sin confirmar, decían que había sido levantado.
Jaimes Valladares es el responsable de fijar el precio al fruto y los productores limoneros de Tierra Caliente lo vinculan con el crimen organizado. Este año, el líder había declarado a la prensa local que la asociación contaba con cinco mil productores que daban empleo a 20 mil cortadores.
Rumor benéfico
En Buenavista, el productor Filomeno Sánchez toma el rumor como un hecho benéfico para ellos: “Afortunadamente muchos productores esperamos que esa detención rinda frutos para que podamos sacar adelante nuestras cosechas y nuestras familias no se endeuden el próximo año”, señala.
Sánchez añade: “El precio está sobre los tres pesos por kilogramo, que debería estar arriba de los cinco pesos el kilogramo para que podamos sacar los gastos”.
Habla de inversión de peones, de insecticidas y herbicidas, de líquidos que se le echan a los árboles durante la época de lluvias para que las flores y frutos en crecimiento no se caigan ni tampoco las flores se manchen por el agua y así crezca la fruta, pues pierden valor en el mercado.
Tiene 26 hectáreas y espera sacar de 10 o 15 toneladas por cada hectárea sembrada.
“Si lo cortamos y no nos sale siquiera para pagar al peón y el flete, no es costeable”, advierte el productor, “y entonces se va a tener que perder buena parte de la cosecha”, detalla.
Luis Álvarez, pequeño productor, dice que el escenario es más grave para los pequeños empresarios o agricultores, porque las empacadoras no les compraban el limón y solamente dependen de los que lo compran a granel.
Sin embargo, explica que la temporada de aguas ha agravado aún más el escenario, porque han debido invertir más en herbicidas y plagicidas: “Ora que llovió bastante, sí que está complicado”.
Retenes
La mañana del sábado circula en Buenavista la noticia de que hay narcorretenes instalados en la entra da de Apatzingán. También la especie de que, con gente forzada o pagada para ir con ellos, marchan hacia el poblado o buscan entrar al pueblo por distintas vías bajo la cobertura de una supuesta manifestación ciudadana.
Hay movimiento en la policía comunitaria de Buenavista Tomatlán, integrada por productores y cortadores de limón, alzados contra el cártel desde febrero pasado.
Distintos testimonios denuncian que a cada jornalero Los Caballeros Templarios le cobraba de uno a dos pesos por caja pizcada.
También indican que pasado el 10 de abril, una caravana de jornaleros que intentó alcanzar a Jesús Reyna, entonces secretario estatal de gobierno de visita por la región, fue atacada por el crimen organizado con un saldo de 16 muertos y 20 desaparecidos, entre los que había mujeres, infantes y ancianos.
Temor a nuevo ataque
El temor de un nuevo ataque de Los Caballeros Templarios está presente. Un viejo cortador de limón, curtido por el sol, quema cohetes como señal de alerta y convocatoria popular.
Mujeres y adolescentes desarmados suben a una camioneta descubierta y se dirigen hasta el poblado de San Juan de los Plátanos, cercano a la entrada de Apatzingán. Ahí hay ubicado un retén permanente de los grupos de autodefensa con una treintena de hombres, algunos de ellos armados.
Los recién llegados reciben trozos de ramas como arma defensiva.
El viejo jornalero arriba al retén. Trae en las manos un tronco largo.
Explica que ahí esperarán a que llegue la supuesta caravana de Los Caballeros Templarios.
“Si nos agreden nos vamos a defender como gatos boca arriba”, asegura el jornalero. “Hasta derramar la última gota de sangre”.
Los Caballeros Templarios no llegaron. El viejo jornalero se queda esperando con el tronco en una mano, arma con la que se defendería. La otra mano se le quemó levemente por la pólvora de los cohetes que prendió.