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“Crazy heart”, un filme dominado por un enorme Jeff Bridges

El Universal
Viernes 05 de marzo de 2010
Es probable que el actor gane el Oscar y que Hollywood salde una injusticia

Crazy heart es un melodrama que hubiera sido uno más del montón si no fuera por la soberbia interpretación de Jeff Bridges, que debería en justicia hacerle ganar el Oscar tras cinco intentos fallidos.

Bad Blake, un cantante de country en horas bajas, es un personaje como tantos otros de la historia del cine, llena de perdedores que desprende ternura de cualquier modo, pero es la interpretación de Bridges la que lo dota de una gran gama de matices que demuestran el talento del actor nacido en EU hace 60 años y que evidencian al mismo tiempo lo poco que hasta ahora se lo ha reconocido.

Tras una larga carrera a sus espaldas, con títulos como The last picture show (1971); Starman (1984) ; The fabulous Baker Boys (1989) ; The Fisher King (1991) y The Big Lebowski (1998) , el papel de Blake ha dado a Bridges una nueva oportunidad para situarse entre los mejores intérpretes del cine actual.

Blake es un cantante de country que vivió horas mejores y al que un pupilo aventajado (Collin Farrell) ha robado el reconocimiento y la fama.

Aletargado por el alcohol y en una espiral de autocompasión y soledad típica de los perdedores, Blake logra darse cuenta de su situación cuando conoce a Jean (Maggie Gyllenhaal) , una joven periodista a la búsqueda de una entrevista de una vieja estrella.

Se trata de una típica historia de amor y redención con recaídas de por medio que Scott Cooper, en su ópera prima como director, realiza con solvencia y sin meterse en camisas de once varas.

El cineasta está consciente de que la película existe por y para Jeff Bridges, que es capaz de dotar a su personaje de una difícil mezcla de dejadez, frialdad, derrotismo y ternura que impiden al espectador tomar una posición clara.

Aunque la historia tiene un cierto regusto a filme televisivo, la ausencia de pretensiones artísticas del director favorece la narración y permite que sea Jeff Bridges el que maneje los tiempos y el ritmo de la historia.

A por los premios

El papel en Corazón loco ya le ha valido a Bridges su primer Globo de Oro (a la quinta postulación) y que debería servirle para levantar el domingo su primer Oscar y acabar así con una de las injusticias flagrantes de Hollywood, que nunca ha premiado a uno de los actores con más talento del cine contemporáneo.

Las aventuras y sobre todo las desventuras del viejo cantante de country las ameniza Bridges, un músico consumado a la vez de excelso fotógrafo y gran pintor, con una notable música de fondo encaminada por el compositor T Bone Burnett (el mismo de la aclamada Walk The Line, sobre Johnny Cash).

La historia está basada en la novela del mismo nombre de Thomas Cobb y el libro fue diseñado por el propio Scott Cooper, él mismo un sureño lleno de las leyendas de la música country y sus temas agridulces, quien siempre vio en el exagerado personaje principal de su película un reflejo de los gigantes del género a los que aprendió a idolatrar mientras crecía. Cooper, mejor conocido como actor –aparece en la película del 2010 Get low, con Robert Duvall–, había estado a la búsqueda de un proyecto crudo y realista basado en la música country y no dudó en elegir a la novela de Cobb, aclamada por la crítica en el prestigioso The New York Times.

“Los personajes son bien delineados y salen directamente de las carreteras del oeste americano, los salones de baile, las cervecerías, el eventual gran concierto y la eterna y sinfín cadena de cuartos de hotel que son lo más cercano a un hogar al que logra llegar un cantante de country. Bad Blake es un hombre al que no olvidarán pronto”, escribió un crítico.

El personaje desde luego tenía impacto y estaba repleto de potencial, pero al sentarse a escribir Cooper se enfrentó a la tarea de interpretar la mezcla de humor y tristeza de Blake en algo que fuese resonante y emotivo sobre la pantalla; que se interpretara como chistoso y honesto y que pudiese iluminar por igual la completa exuberancia de su talento musical y el atractivo cautivante de sus propios demonios.

En muchos sentidos, esto fue algo que resultó natural para Cooper. “Crecí con el mismo tipo de música que la de Bad Blake… en el mismo tipo de mundo en el que él habita. Y siendo actor, entendí la naturaleza de su historia que es conducida por su carrera como artista. Sentí que si no podía lograr esto, entonces estaba en problemas”, dice el director.

Cooper dejó que el personaje y las ricas ironías de una vida de cuasi-fama conducida de manera peligrosa, lo guiaran por el camino. “Lo que realmente quería capturar era la mezcla de ironía y caos que es la vida de Bad al tiempo en que le inyectaba algo de humor”, dice.

“Bad es un perro viejo que no sabe si se puede aprender algunos trucos nuevos; un hombre acostumbrado a pasar por crestas y hondonadas, pero su historia se mueve hacia la redención.”

 

La urgencia de cambio está alimentada en Bad por uno de los romances más dulces con los que se haya encontrado - y aquí también Cooper quería evocar todas las reales y alocadas contradicciones de una relación- el calor y la electricidad que convierten a esos primeros momentos de amor en algo tan emocionante y las maneras en que aún nos podemos encontrar haciendo daño a aquellos a quienes amamos, sin importar lo fuerte que sea este sentimiento.

 

Cuando terminó el guión, Cooper recurrió a otro actor y cineasta sureño quien siempre ha sido su mentor. Robert Duvall, el mismo que ganó un Oscar interpretando a un cantante de música country sin suerte en la amada cinta clásica de Horton Foote, Tender Mercies.

“Cuando le mandas un guión a Robert y él contesta sí, eso es casi todo en lo que uno puede soñar”, dice Cooper.

“La película le hace honor a una gran tradición americana, la música country, un mundo que conozco muy bien y al que felizmente regreso después de muchos años”, dijo Duvall. (Agencias)

 

 



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