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Charros mexicanos

El Universal
Viernes 14 de septiembre de 2007
Hoy es el Día Nacional del Charro, figura descubierta por el cine en 1896 en el cortometraje ‘Lazamiento de un novillo’, del francés Gabriel Veyre y que se instalaría como identidad del varón mexicano en decenas de filmes

SER CHARRO ES SER MEXICANO

En 1896, el francés Gabriel Veyre captó para el cine las primeras imágenes del charro mexicano. Enviado por los hermanos Lumière a México, filmó en Jalisco, en la Hacienda de Atequiza, algunas de las faenas de los hombres del campo que fueron tituladas: Lazamiento de un novillo, Lazamiento de un caballo salvaje, Elección de yuntas, Lazamiento de un buey salvaje y Manganeo, sin faltar el corto El jarabe tapatío.

En 1903, el mexicano Carlos Mongrad realizaría el cortometraje documental Los charros mexicanos y en 1917 se realizó el filme de ficción El Charro Negro, de Manuel Cirerol Sansores, un serial de aventuras jamás estrenado por problemas técnicos.

El charro, hombre de campo de actitud bravía, jinete experimentado, de sombrero y atractiva vestimenta, atrajo la mirada de realizadores como Serguei Eisenstein, quien detalló en ¡Que viva México! (1931) aspectos de la personalidad del charro que definirían su dimensión como personaje cinematográfico. Varias producciones contribuyeron a identificarlo como el modelo de macho, mujeriego, cantador y dicharachero. En el extranjero se instauraría como estereotipo del varón mexicano a través de actores como Tito Guízar, Jorge Negrete, Pedro Infante, Emilio Indio Fernández, Pedro Armendáriz, Luis Aguilar, Miguel Aceves Mejía, Javier Solís, Antonio Aguilar y Vicente Fernández.

TITO GUÍZAR Encarnó a José Francisco, el héroe de Allá en el Rancho Grande (1936), el clásico de Fernando de Fuentes que enriqueció el costumbrismo con el aporte de la música, las canciones y la literatura. (Medio siglo de cine mexicano 1896-1947, de Aurelio de los Reyes). El protagonista, joven, apuesto y romántico, vivía en una hacienda idealizada y sufría del mal de amores. Desaires femeninos, escenas de cantina y secuencias musicales como el duelo en huapango entre Guízar y Lorenzo Barcelata, cautivaron al público nacional y extranjero y proyectaron la imagen del carro cantador.

JORGE NEGRETE El Charro Cantor escribió con letras de oro la trayectoria de este personaje altanero, reñidor y autoritario, que le valió la admiración del público femenino y masculino por igual. Hizo su aparición en 1938, en Aquí llegó el valentón (Fernando A. Rivero), pero sería hasta 1941 con ¡Ay Jalisco, no te rajes! como Salvador Pérez, donde consagraría la personalidad e identidad del charro. Cuando quiere un mexicano (1944), Me he de comer esa tuna (1945), Hasta que perdió Jalisco (1945) y No basta ser charro (1946) y Dos tipos de cuidado (1953) con el inolvidable duelo cantado con Pedro Infante.

PEDRO INFANTE El Ídolo de Guamúchil vistió el atuendo campirano en diversas ocasiones, su creación era la del charro alegre, carismático y llorón; el que ahogaba las penas en tequila y sin miedo a perder su bravura, derramaba lágrimas por el amor de una mujer.

En Soy charro de Rancho Grande (1947) interpreta a Paco, un jornalero que parte a la ciudad en busca de fortuna. En Dicen que soy mujeriego (1948) es el coqueto desairado, en donde hace gala de su dominio en las suertes de la charrería como el floreo de reata. Dejó un proyecto inconcluso: El Charro y el cowboy, que enfrentaría a los dos estereotipos de ambas naciones.

LUIS AGUILAR Le llamaban El Gallo Giro, un ídolo que por su voz y presencia entusiasmó al pueblo. Se desenvolvió en ambientes campiranos desde su debut en Sota, caballo y rey (1944). Su creación de charro oscilaba entre dos polos, personajes que actuaban movidos por la venganza o la amargura, hasta el muchacho alegre y bailador en Yo maté a Rosita Alvírez (1946), El gallo giro, El charro de Cristo, Tal para cual (1952), con Jorge Negrete; Chucho El Roto o en filmes cuyos títulos eran una respuesta a las cintas protagonizadas por Negrete: Yo también soy de Jalisco (1950) o Primero soy mexicano (1950).

EMILIO ‘INDIO’ FERNÁNDEZ Autor de títulos que enriquecieron la mítica del charro y son referencia obligada de la identidad mexicana en el cine nacional. Si bien no poseía la apostura ideal, su fuerte presencia cubría la cuota de masculinidad de un charro autoritario, seco y valiente. Fue uno de los bailarines en Allá en el Rancho Grande , acompañó a Pedro Armendáriz en El Charro Negro y encarnó al temerario Pascual Velasco en Los hermanos del hierro (1961).

PEDRO ARMENDÁRIZ Fue el indígena, el hombre de clase, el revolucionario, el militar y, claro, el charro en filmes como Jalisco nunca pierde (1937) o El Charro Negro (1940). Hasta se dio el lujo de someter con sus espuelas a la indomable María Félix en el episodio La Tigresa de Canasta de cuentos mexicanos, visión del macho mexicano de Bruno Traven.

ANTONIO AGUILAR El Charro de México en su carrera de más de 120 filmes alternó papeles históricos como el de Emiliano Zapata con la comedia ranchera. Fue un hombre de campo en la vida real y en la pantalla grande, con notables habilidades ecuestres. Inició al lado de Pedro Infante en la película Ahora soy rico (1952), vistiendo de catrín, pero fue cabalgando como se convirtió en el ídolo del pueblo. Música, espuelas y amor, Pueblo quieto, El gavilán vengador y La cama de piedra, son algunas de las cintas que muestran el garbo con el que siempre lució la vestimenta de charro.



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