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Julián Pastor, del henodismo a la soledad

El Universal
Lunes 03 de septiembre de 2007
Disfrutó al lado de sus compañeros de andanzas la ‘revolución sexual’; hoy, confiesa estar bien, aunque resiente la falta de trabajo

A Julián Pastor, su juventud y su labor actoral lo empujaron gran parte de su existencia a una vida totalmente hedonista, según confiesa hoy, a sus 63 años de edad.

Muy lejos del galán artístico que fue y, sobre todo del muchacho destrampado de El perro andaluz y La zona rosa, Julián Pastor Llaneza describe al ser humano que ha acompañado más de seis décadas al actor y director que una vez quiso ser arquitecto.

La llamada zona rosa, enclavada en la añeja colonia Juárez, fue para el protagonista de En este pueblo no hay ladrones determinante en su vida: “Ahí nací y viví mucho tiempo”.

Es hijo de emigrantes españoles: don Julián Pastor Luengo, fallecido, y doña Alba Llaneza. “Desde pequeño, mi madre se empeñó en enviarme a colegios franceses. No funcionó e ingresé a una escuela muy liberal, fundada por españoles refugiados”.

No fue un chico rebelde

La fuerza liberal de sus padres y sus maestros fue básica para Julián, “quizá por ello no fui un chico rebelde. Los hijos de los refugiados tenían mucha libertad. A los 14 años a veces no llegaba a casa. A los 15 me iba con mis amigos a Acapulco. Los ‘rebeldes sin causa’ se dieron en EU por una sociedad conservadora y puritana. Aquí surgieron por imitación. Mi adolescencia fue fantástica”.

También fue de los primeros en poner su mundo aparte, “sí, aunque gran parte de mi vida la pasé con mis padres, a los 22 años puse mi departamento de soltero. Mis progenitores no me mantenían, al contrario, pasaban una crisis económica fuerte. Comencé a hacer teatro y cine”.

Al terminar la preparatoria, Pastor inclinó sus pasos hacia la arquitectura, “y desde los 12 años mi madre me llevó a estudiar pintura y escenografía con Robin Bond, prestigiado escenógrafo y pintor inglés. Me di cuenta de que lo mío estaba en el lado artístico”.

El entorno universitario lo encaminó hacia el teatro y el cine, pasando por la radiodifusión, por lo que dejó la facultad de arquitectura, “fue durante el auge de los cineclubes y me convertí en fanático del cine”.

La revolución sexual

Julián Pastor está convencido de que a su generación le tocó vivir lo que llama “primera revolución sexual”.

Explica: “En los años 50 empezó en EU y Europa, a excepción de España por el franquismo. Luego llegó a México. Me tocó con una chica ‘moderna’. Antes, los noviazgos eran a la antigüita. Los jóvenes recurríamos al sexo comprado. Con mis amigos iba a la Casa de La Bandida, no podíamos pagar a las guapísimas mujeres. Tomábamos una copa y escuchábamos al trío que interpretaba temas de Graciela Olmos (La Bandida)”.

La “revolución sexual” en los 60 propició entre jovencitas latinoamericanas tours “para experimentar la liberación sexual que en sus países no había. Eran hijas de familias acomodadas y conservadoras”.

Con el cine y el teatro, la vida de Julián se transformó, “fue cuando dejé la carrera de arquitectura. Tuve que meterme a trabajar, porque no tenía dinero y mi familia tampoco. Laboré como locutor en Radio Universidad. En 1963, participé en la obra Oh papá, pobre papá, estoy muy triste porque en el clóset te colgó mamá”. Al mismo tiempo entró al cine, “Alberto Isaac me propuso el protagonista de su película En este pueblo no hay ladrones. Tenía yo 19 años”.

“Mis amistades cambiaron también. Tuve novias del medio artístico, pero mi primera y segunda esposa no fueron actrices. Con Patricia, la primera, duré un año. Ella aspiraba tener un esposo convencional, yo no lo era. Nos divorciamos. A Adria, la segunda, la conocí en l968, pero nos dejamos de ver por largo tiempo”.

Llegó la ‘golfería’

Junto con sus nuevos amigos del medio artístico, Julián Pastor vivió una etapa que califica de “fantástica y maravillosa” en los años 60, “especialmente a finales de la década. Desde antes de divorciarme yo no salía de El Perro Andaluz y La Zona Rosa. Eran centros de reunión y de ligue... la verdad, pasábamos una vida muy, muy, pero muy hedonista”.

Comenzó a trabajar en telenovelas y fotonovelas, “pasé varios años soltero, con relaciones casuales y cortas. No recuerdo haber tenido una duradera desde 1973 que me divorcié hasta 1981 que volví a casarme. No me interesaba, vivía a plenitud la época dorada de la zona rosa. De verdad, con quien realmente estaba casado era con la zona rosa”.

Ahí el actor y sus amigos, todos galanes del cine y la tv, gozaron de un desenfreno sexual con las chicas llegadas de Sudamérica, “sólo que en esa ocasión las muchachas llegaban de la provincia mexicana, donde estaban limitadas sexualmente. Se pasaban una semana de entrega total. Por ahí andábamos Enrique Rocha, indudablemente el más famoso, tanto, que le apodamos El Vampiro de la Zona Rosa; Gregorio Casal, Juan Peláez, Juan Ferrara, Hugo Stiglitz y Carlos East”.

Julián está consciente que aquella no era forma de vida ejemplar, “era la época de ‘la golfería’. A pesar de todo, no éramos realmente golfos, sólo estábamos viviendo esa etapa fantástica y maravillosa de los 60”.

Ventaja de vivir solo

Al llegar la decadencia de la zona rosa, Pastor y sus compañeros optaron por no concurrir más al famoso lugar, “me dediqué a montar espectáculos en el Bar Miau, sobre todo porque no tenía trabajo en Televisa, donde estuve vetado por varios años. Me reencontré con Adria en 1981, y un año después nos casamos. Duramos hasta 1987 y nos divorciamos sin tener hijos. Tres años viví sólo hasta que conocí a Carmen Madrid y me casé. Me dijo que no quería hijos. Además, yo le llevaba mucha edad”.

Por tercera ocasión, enfrentó el divorcio, “estábamos en España cuando comenzaron los problemas. Carmen regresó a México y cuando vine me propuso separarnos”.

“¿Volver a tener pareja? ¡Hombre, yo creo que uno siempre estará mejor viviendo en pareja, pero estar solo a esta edad tiene sus ventajas. Me encuentro bien. Profesionalmente sí estoy resintiendo la falta de trabajo”.



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