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Viven en el anonimato

Franco Daniel Gómez| El Universal
Domingo 07 de enero de 2007
Algunos intérpretes de corridos sólo cantan en fiestas; otros se han vuelto míticos; investigadores coinciden en que la música grupera se convirtió en fenómeno musical; hacen temas ´por encargo´

La clandestinidad de los cantantes de corridos es, prácticamente, una norma. La mayoría de los intérpretes del género se mantienen en el anonimato y dedican su trabajo sólo a fiestas privadas.

Algunos se han vuelto míticos, como es el caso de Los Dareyes de la Sierra, del cantautor José Darey Castro, quien sobrevivió a una emboscada en la cual perdieron la vida uno de sus músicos y dos técnicos.

Hoy en día vive en estado de alerta. "Al apreciar algún movimiento sospechoso, se despide y sale corriendo", relata un promotor de grupos norteños.

El narcocorrido está tan arraigado en sitios como Sinaloa, que se ha vuelto parte de la vida cotidiana de sus habitantes.

Leonidas Alfaro, autor de los libros Tierra Blanca y La maldición de Malverde, que tocan el tema del tráfico de drogas, señala que en ciudades como Mazatlán y Culiacán "el narcocorrido se impuso, se oye en todos lados", apunta.

Juan Manuel Valenzuela, investigador del Colegio de la Frontera en Tijuana y autor del libro Jefe de jefes: Corridos y narcocultura en México, explica que el fenómeno de la música popular ha crecido de una manera significativa.

"La onda grupera se convirtió en uno de los grandes fenómenos musicales", aunque refiere que esto no se debe a las temáticas de narcotráfico, sino al ritmo del sonido norteño, la banda y la cumbia.

Antes de la muerte de Valentín Elizalde, Mario Quintero, cantante de Los Tucanes de Tijuana, aseguraba que los corridos no son causa, sino consecuencia de la problemática. "Combatir los corridos no es combatir la violencia. Queremos ser personas responsables y no contradecir a las autoridades, pero no vamos a permitir que quieran acabar con nuestro trabajo porque quieren decirle a la gente que hacen algo".

Los Tucanes de Tijuana son considerados los detonadores de la nueva ola de corridos gracias a temas como "Mis tres animales" y "La piñata", éxitos a finales de los años 90.

En la idea planteada por Quintero coincide el investigador Juan Manuel Valenzuela.

"El problema es tan grave que, pensar que prohibiendo los narcocorridos se hace algo, es falso. Una parte importante de los narcocorridos son trabajos que sentencian y previenen para que la gente no ingrese al narcomundo por eso hay desenlaces fallidos, de muerte, cárcel", explica.

"Lo que se observa es la capacidad sobre la vida y la muerte asociada que tienen los narcotraficantes, que pueden matar porque no les gusta la canción, les cayó mal el cantante o la malinterpretaron la letra. Lo que estamos viendo es una impunidad para decidir sobre la vida de las personas que tiene el narco", señala el investigador, quien subraya que la impunidad ha llegado a límites "donde saben que tomar la vida de las personas no va a pasar absolutamente nada" señala Valenzuela y si los corridos adquieren relevancia es porque el problema de fondo, no es atacado.

El Flaco Elizalde acepta que interpretar corridos puede afectar a algunas personas o grupos. "Uno no sabe cuánto llegue a afectar pero tratamos sólo de llevar la música que le gusta al pueblo", explica como negativa respecto a que haya otra intención al elegir los temas que canta.

Leonidas Alfaro señala que en Sinaloa existen intérpretes que "por encargo" realizan corridos que van de tres mil a 15 mil dólares. "Baltasar Díaz se mandaba a hacer corridos, se hizo dos o tres", recuerda y a su muerte se escribió "Se les peló Baltasar", que Valentín Elizalde integró a su repertorio al igual que K-Paz de la Sierra.



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