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Elda Peralta y su amor por el arte

El Universal
Lunes 11 de diciembre de 2006
Aunque vivió bajo la influencia de Luis Spota, nunca se casó; quería ser bailarina pero se convirtió en actriz y tenista a nivel profesional

Elda Peralta, bella mujer, de personalidad exquisita y porte estilizado pero, sobre todo, talentosa, fue una "rara avis" en el cine mexicano. Poseedora de tales cualidades y atractivos físicos, nunca pudo destacar al 100%.

Productores y directores le regatearon el estrellato casi desde sus inicios. Oyéndola hablar de su pasado, se advina que quizá todo se debe a la "amarga experiencia" vivida al comenzar su carrera. Experiencia que Elda, al voltear la mirada al pasado, reconoce que le provocó "un trauma que persistió a lo largo de mis 10 años de carrera".

Enseguida se describe como una persona muy especial.

"Nunca he convivido con la gente de la farándula. Soy una mujer solitaria. Me llevaba bien con mis compañeros, pero nunca hice amistad con nadie, porque no era el ambiente donde deseaba desenvolverme."

Al verse en las cintas de antaño comprueba, dice, que nunca le dieron la oportunidad óptima "que creía merecer. Bueno, ciertamente uno es muy creído ¿verdad? Pero sí, estaba consciente de que merecía mejores roles".

De todas formas, la actriz, hoy destacada escritora, logró intensa labor fílmica de 1949 a 1965, cosa que se propuso desde su infancia, "sobre todo desde los años en internados".

Su idea era ser bailarina profesional, "y terminé siendo tenista".

Elda es sonorense, "sí, nací en la ciudad de Hermosillo, mi padre era de aquella entidad y mi madre de Guanajuato. Él era funcionario de aduanas y se empeñó en que mis hermanas y yo domináramos el inglés. A las cuatro nos internó en escuelas de EU".

La artista, mujer de clase y elegancia que se trasluce en su trabajo histriónico, proviene de una familia de abolengo que perdió sus propiedades en la Revolución, "sobre todo mis abuelos maternos, cuya hacienda en Acámbaro, Guanajuato, les fue arrebatada por los agraristas en 1934".

Fue precisamente en Acámbaro donde los padres de Elda se casaron, "mi padre fue trasladado a Hermosillo, donde nacimos mis hermanas y yo. Más adelante decidieron radicar en la ciudad de México. Aquí fortalecí mi idea de hacer cine".

La amarga experiencia

Comenzó a trabajar en cine en 1949, "aunque mi papá se opuso". Previo a ello y siendo tenista profesional, Elda conoció al escritor y periodista Luis Spota, "me habló de sus aspiraciones de hacer cine y me dio la pauta para entrar al medio fílmico, aunque alguien me dijo que una muchacha decente ´como tú, no logrará sus objetivos, en ese medio todo mundo busca algo más´...".

Spota consiguió para Elda lo que se presumía sería su primera película e, inclusive, como protagonista, pero sucedió algo que no sólo echó por tierra su debut, sino que la marcó para toda la vida, "aquel cineasta, del que no diré su nombre, sobre todo porque ya murió, quiso pasarme por las horcas caudinas (sufrir el sonrojo de hacer por fuerza lo que no se quería). Me negué, porque tenía la rebeldía suficiente para no dejarme arrastrar".

De todas formas Elda tendría una pequeñísima parte en la cinta. Después de nueve horas de espera y "cuando estaba frente a la cámara, Luis Spota entró al foro. El realizador grito ´¡corte!´ y me dijo: ´Una actriz que empieza no puede darse el lujo de tener noviecitos´. Le dije que no era a mí a quien Luis iba a ver, sino a él, porque deseaba ser realizador. Mi participación no se rodó, al día siguiente me comunicaron que estaba fuera, aunque podía cobrar mis dos días de trabajo. Nunca fui. Lo ocurrido me causó un trauma durante mis 10 años de carrera, cada vez que decían ´¡cámara!´ titubeaba y se me torcía un poco la boca".

A pesar de aquello, Peralta no quitó el dedo del renglón, "seguía con el deseo de ser actriz, me atraía y quería cumplir con ese gusto".

Su encuentro con Spota y en especial la amistad que surgió entre ellos, fue determinante, "evidentemente Luis y yo terminamos siendo novios, aunque confieso que él era casado. Fue una tragedia en mi casa pero, pues hay cosas que ni qué...".

Sus progenitores se fueron a vivir a Mazatlán, "yo me quedé con su departamento, una temporada en compañía de mi madre y otra con mi nana".

Fue en La negra Angustias, película de Matilde Landeta, el debut de Elda, "Matilde me dio un papel buenísimo y francamente quedé muy bien. Decidí tomar clases de actuación con Celestino Gorostiza, comenzaban los 50. El mismo Gorostiza me dio en teatro el protagónico de Juana de Arco".

A lo largo de su carrera hizo36 películas, entre otras: Trotacalles, Chucho el roto, Cuando viva Villa..., El esqueleto de la señora Morales y Cuernavaca en primavera.

Estereotipada

En cine siempre encarnó a villanas o mujeres fatales de edad madura, "aún teniendo entre 18 y 19 años, me encasillaron como antagónista".

Elda señala que curiosamente, al final de sus 10 años de cine, "comencé a hacer roles protagónicos. Era ya dizque la estrellita".

"No fue por amargura, sino porque no había hecho lo que deseaba. Nada había valido la pena. Me puse a estudiar francés , primero en México y luego en la Sorbona de París. En 1965 me llamó José Luis Bueno para Cuernavaca en primavera, mi último filme".

A pesar de sus intenciones, Elda mantenía un pie en el terreno artístico, "ciertamente seguía actuando en teatro y en tv".

"Luis de Llano Palmer me convenció para participar en Rocambol junto con Julio Alemán, fui protagonista la última telenovela que no se grabó en videotape. No hice más porque estaba ya en otra onda. Llevo publicados cinco libros: dos sobre Luis Spota, dos novelas y uno de cuentos".

A la sombra de Spota

Nunca se formalizó la relación con el autor de novelas tan exitosas como Más cornadas da el hambre, Casi el paraíso y Retrato hablado, pero ella se mantuvo a su lado hasta su muerte.

Al hacer un balance de aquel largo idilio no cristalizado, acepta que nunca se casó, "aunque Luis decía a la gente que ya se había casado conmigo, nunca fue verdad".

Sin arrepentimiento

Spota era padre de dos hijas, a quienes dejó todo lo que tenía: dos o tres casas, "a mí nada más sus derechos de autor, ¿por qué me los dejó? Pues porque sabía que yo los iba a mover".

Elda vive en una casita al sur de la ciudad que le dejó el amor de su vida, rodeada de libros y cuadros, los mira y dice: "No me arrepiento de nada, ni siquiera de no haber procreado hijos. Cuando me embaracé por vez primera, me caí de un caballo y perdí a mi hijo. La doctora que me atendió, con una cara horrorosa como de bruja, me dijo: ´Fíjate que creo, nunca más vas a tener hijos´. Resultó cierto".

A modo de despedida, explica que hoy su vida "es muy tranquila; los fines de semana me voy a Cuernavaca a nadar. Luis me dejó allá una casa en usufructo, cuando me muera pasará a poder de sus dos hijas. Aquí sola paso mi vida escribiendo simplemente".



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