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Manzano, ´bicho raro´

El Universal
Lunes 02 de octubre de 2006
Eduardo ´El Polivoz´ siente que aprovecha todos los dones que Dios le dio; ingeniero por el IPN, prefirió la actuación

Hablar en serio con Eduardo Manzano es poco menos que imposible. El chiste, el buen humor y la broma siempre están a flor de boca.

La conversación se hace contra corriente, porque El Polivoz se sale por la tangente, no por evadir respuestas, sino por la costumbre que tiene para llevar la charla por veredas y atajos.

En su señorial casa de las Lomas de Chapultepec nos habló de la parte humana del actor, la que se oculta tras El Polivoz.

Manzano se apoltronó en el sillón frente a nosotros, "vamos al grano, como dijo el moco", señaló a modo de introducción y comenzó a rememorar: "Soy hijo de una familia que formó un bombero llamado Eduardo Manzano Hinojosa, mi padre. Mi madre se llamaba Celia Balderas Salas. ¡Me dio tanto amor mi viejecita que me enseñó a querer mucho a toda la gente! Nací en un rancho que ha crecido mucho, pero mucho, el DF. Fue el 18 de julio de 1938 a las 18 horas. Vivíamos en el barrio capitalino donde pelean a hachazos y rasuran a pedradas: la colonia Guerrero. Al terminar la carrera de ingeniería le dije a mi padre, ahora, voy por lo mío".

"Lo mío", para Manzano era la artisteada, "mi primera experiencia fue a los seis años de edad en los festivales del Día del Bombero. Anhelaba ser como Régulo y Madaleno o Ferrusquilla. Admiraba y sigo admirando a Ferrus, para mí, el más grande imitador de México. Él me inspiró".

´Me echaron tijera´

Quiso entrar al medio artístico pero no fue fácil, "para entonces tenía 19 años. Intenté ayuda de Rubén Fernández El Chirrión, que imitaba a puras mujeres. No fue sincero, se me aventó a la yugular y ahí la dejé. Busqué a Flavio, le dije que yo imitaba todas las voces. Nunca me dejó hablar bien, me echó tijera".

Eduardo Manzano, el ingeniero del Poli, nunca ejerció su profesión, "no, porque se me abrió el camino artístico. Concursé en un programa llamado La hora del imitador, conducido por Salvador Gómez Castellanos, mejor conocido como Tilín, el fotógrafo de la voz. Fue en el canal 4, ahí conocí a quien iba a ser mi compañero: Enrique Cuenca". Manzano y Cuenca montaron sus primeras rutinas, siendo su primer trabajo profesional en el Teatro Ideal, ganando 120 pesos a la semana por dos funciones diarias, "para entonces ya le entraba yo con mi cuerno para mi viejecita". Pero sólo duraron 15 días en cartelera "porque quebró el teatro".

Lo demás se sabe muy bien, vino la tv y el cine. Los Polivoces alcanzan el máximo éxito.

"Sí, aunque ahora soy del grupo Sintra... (sin trabajo), por eso se le frunce a uno todo lo que se le arruga. Pero bueno, ya tengo mi tarjeta del Sinsemen, perdón, del Insen y la semana pasada me inscribí en el FBI -Fuerzas Básicas del Insen-. Pero estoy contento, porque todo lo planeé para vivir tranquilo, a la edad que tengo, de otra forma no la vería llegar".

Durante su labor artística estudió medicina, "deseaba ser cardiólogo, pero me enfoqué en medicina interna. Paco Malgesto me aconsejó estudiar, no contentarme con el éxito artístico". No concluyó la carrera médica, "pero sé lo suficiente para echar mano de la medicina alternativa". El Polivoz se jacta de la fortaleza que le dio Dios, "porque nací en el seno de una familia donde mi padre nunca le entró al tabaco, ni al alcohol. ¡Qué más intoxicadotas que las que se daba en los incendios!"

Manzano tiene 68 años de edad y es muy sano, "en cambio veo a muchos compañeros muy ´cascaritas´, diríase que le mentaron la madre al brujo o les cayó un rayo, se murieron y nadie se los ha dicho". Para el actor, la disciplina es la respuesta para una mejor vida, "pero casi ningún actor lo ven así. Muy pocos lo entendemos".

Fracaso familiar

Eduardo retoma el cuestionamiento de los cambios y acepta su primer fracaso matrimonial. "Cambié familia por carrera. Si no lo hubiera hecho, hoy estaría en el montón y lleno de hijos. La transformación fue por la fama y el dinero".

No es por jactancia el comentario del actor, reconoce que "nada me hubiera costado andar con infinidad de muchachonas, pero todas van tras la fama y el dinero. Les atrae el estatus, vienen de una vecindad y van tras una casa con doble alberca y chofer. Cierto, acabé con mi primera familia, con mi esposa y mis tres hijos, pero nunca los abandoné económicamente".

En 2007 Manzano cumplirá 25 años de casado con su actual esposa: Susana Parra de Manzano "es una mujer preciosa. No es del medio artístico pero es guapísima y tiene una hermosa forma de ser. Hemos congeniado mucho". El cómico está consciente de que una relación conyugal requiere de inteligencia, paciencia y cariño, "porque habiendo amor se perdona todo. A veces se destruye el amor con caprichos tontos".

Cree a pie juntillas que con su segunda esposa se sacó la lotería. Le saca unos 25 años de edad, "pero no soy un asaltacunas". Llevan, dice, una "vida lindísima, soportándonos, cuidándonos y queriéndonos mucho. Soy un hombre feliz".

Un bicho raro

Eduardo menciona con frecuencia a Dios, "soy católico porque me empinaron, me echaron agua bendita y me ungieron, pero no soy fanático religioso. Creo en Dios Padre, el Creador, el Todopoderoso. Aprovecho los dones que Dios me dio: talento voz, escribo, pinto y toco varios instrumentos. Soy un bicho raro".

Y no se arrepiente de nada, "no, todo lo he hecho con premeditajia, alevosía y ventosía. Es decir, adrede, pero con inteligencia, a lo burro jamás".

Hay cuestiones obsesivas en Manzano, como la superación en todos sentidos y el refinamiento. "Hay que tener educación, preparación y cultura. Vestir y presentarse siempre apropiadamente, dar una buena impresión, que no piensen que somos enterradores de cadáveres". Para él es básico saber comer, y comer bien, el aspecto y la apariencia".

La línea marcada

Vuelve a hablar de Enrique Cuenca: "Pasamos juntos 25 años oliéndonos hasta el mofle. El éxito fue porque nos complementamos. Lo que no tenía él, lo tenía yo y vicerversa. Siempre nos dimos la mano y nos respetamos".

Para concluir, Eduardo dijo de pronto: "Voy a revelar algo que nunca he dicho: en sus últimos días estuve con Enrique todo el tiempo a su lado, hasta el último instante de su vida. Casi se me muere en los brazos. Nos despedimos como los dos hermanos que fuimos, nos dimos la bendición, uno al otro. Nos disculpamos todo. Lloré mucho, pero me siento tranquilo de todo lo que hice en ese difícil y dramático momento".

Eduardo está consciente de que su ciclo de vida tiene "una línea marcada", pero no teme morir.

"Dios quiso que Enrique se fuera primero, cuando me toque me iré contento. Sé que la gente me seguirá viendo en mis películas y en la tv".



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