Confiesan a Isabel Madow en escena
Fue una típica comedia de enredos. A las ocho de la noche apareció en el lobby del teatro San Rafael Lorena Herrera, para mandarle un mensaje por televisión a Cinthya Klitbo. "No quiero decir que ella sea una ignorante, pero debo aclarar que los óvulos sí se congelan, igual que los embriones. De modo que sí puedo congelar mis óvulos para tener un hijo más adelante". En seguida se soltó un fuerte aguacero y el director de la obra, Rafael Perrín, se asomó a las puertas del teatro con cara de susto: "¡Dios mío! ¿Qué más nos puede pasar?". A las 8:30 apareció Lourdes Munguía con lágrimas en los ojos por haber sido despedida hace un mes de la obra Las noches del salón México "nada más por haber usado un vestido de la producción en una fiesta privada". Rafael Perrín volvió a asomarse a las puertas del teatro donde la lluvia era tan tupida que una asistente de producción bromeó: "Oye, pues en lugar de Confesiones de una güera oxigenada , esta obra debería llamarse El diluvio que viene ". Estupefacto, Perrín respondió: "¿Qué más nos puede pasar?". Entonces comenzó la función de estreno de Confesiones de una güera oxigenada , comedia original de Jane Milmore y Billy Vand Zandt, producida por Antonio Calvo y actuada por Héctor Suárez, Otto Sirgo, Pepe Suárez y el debut de Isabel Madow. El teatro sólo estaba lleno en la parte de abajo, probablemente porque la lluvia inhibió la asistencia de algunos invitados. El primer acto se desarrolla lentamente para plantear la situación que desatará los enredos: Lola Lamour es una vieja gloria del cine nacional que se prepara para recibir un homenaje en Bellas Artes, pero es mordida por un león (sí, un león). Esa mordida revelará el secreto mejor guardado en la historia del espectáculo. El segundo acto es más ágil y llega al límite de ver en el escenario cinco güeras oxigenadas: Héctor Suárez, Otto Sirgo, Pepe Suárez, Mauricio Barcelata y, por supuesto, Isabel Madow. Claro, sería un desperdicio si este cuadro no terminara con Isabel Madow en paños menores. Pero esta última parte ya no la pudo ver Enrique Guzmán, quien se salió durante el intermedio. Frente a las puertas del teatro se encontró con un pordiosero que le pidió una limosna. "¿Qué quieres?", preguntó Guzmán. "Pa un taco", dijo el pordiosero. El rocanrolero brincó un charco, se subió a un automóvil y el pordiosero se quedó sin su taco. Adentro del teatro, Sergio Goyri fue uno de los invitados que rió a carcajadas durante toda la obra, igual que Alma Muriel. Después de la obra, mientras Héctor Suárez lamentaba la muerte de su madre el viernes pasado, Lorena Herrera le explicaba a una reportera de televisión: "Mira, los silicones pueden ser muy dañinos, pero yo no tengo implantes, mucha gente piensa que estoy operada, pero no es cierto". Así que el estreno de Confesiones de una güera oxigenada fue una típica comedia de enredos.





