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Desnuda Trueba la marginación de las favelas

Carlos Galilea/EPS/El País| El Universal
Domingo 19 de septiembre de 2004
En su película `El milagro de Candeal` rinde homenaje a Bebo Valdés, a quien ayuda a descubrir sus orígenes más allá de su Cuba natal; la cinta es una oda a los músicos desconocidos

Candeal, un barrio pobre en Salvador de Bahía (Brasil). Gracias a la música, Carlinhos Brown ha convertido lo que podía ser un polvorín de violencia y marginación en un lugar apacible y esperanzado. A través de los ojos de Bebo Valdés, Fernando Trueba cuenta la historia en El milagro de Candeal .

Un avión aterriza en Salvador de Bahía. Muchas horas de viaje y muchos grados de diferencia después de dejar el rudo invierno de Estocolmo. En Brasil es verano. Bebo Valdés camina con paso lento. Desde 1947 soñaba con poner sus pies en Bahía. Cuando una espiritista le dijo en Haití que buscara allí sus raíces negras. Conviene recordar que el padre de Bebo y sus siete hermanos nacieron esclavos en Cuba. Su abuelo, Gabriel Valdés, que trabajaba de calesero para los amos españoles, se fue pa l monte con su amigo Cecilio. Dos cimarrones machete en mano para defenderse de los perros.

"Bebo me dijo una vez que le gustaría ir a Bahía antes de morir", cuenta Fernando Trueba. "Y yo le dije: `Voy a hacer una película para que vayas`."

Los portugueses la fundaron en 1549 con el nombre de San Salvador de la Bahía de Todos los Santos. Es la ciudad más negra y mulata de Brasil. "La gente puede pensar que lo de Bebo en Bahía es una extravagancia. Creo que en la película queda claro que es todo muy coherente. Por esa hermandad que hay entre Cuba y Brasil, y que viene del pasado común africano", explica.

El encuentro con doña Angelina, también llamada Maiamba, tiene emocionado a Bebo. Es una anciana de aire bondadoso.

"Parece mi mamá?". No, no se había vuelto loco. Hoy tiene una foto de su madre espiritual sobre el piano de su casa en Suecia, junto a la de sus padres. Maiamba es una autoridad del candomblé, la religión afrobrasileña. En el terreiro, la casa de culto, le entraron convulsiones y bailó como no lo haría una mujer mayor a la que una embolia obliga a caminar apoyada en algún brazo. Sólo con recordarlo, a Bebo se le humedecen los ojos.

Bebo ha conocido al señor Mateo, Mateus Aleluia, en el Pelourinho, el corazón de la vieja ciudad colonial. Sentado en un banco de madera, Bebo escucha la voz de amplio registro, y afinadísima, del señor Mateo cantar "Misericordia, padre mío".

"Me gusta experimentar y he estado probando cómo rodar un documental aplicándole determinadas técnicas de la ficción", explica Trueba. Creo que la cinta tiene muchos puntos de ficción en cuanto que provocas un viaje, encuentros, situaciones."

Una calle sin asfaltar entre casas muy modestas. Candeal Pequeño se llama esta parte del barrio de Brotas. Un pequeño mundo tranquilo en el que sus vecinos juegan al dominó en plena calle y se paran a conversar en cualquier esquina, los pequeños corretean libremente y los jóvenes andan tocando tambores. Es lo que en Brasil se conoce como favela, aunque a ellos no les gusta esa palabra: se relaciona con chabolas, miseria y marginación.

A Trueba se le ocurrió el título de la cinta por Milagro en Milán , de Vittorio de Sica, que trata de alguien que se queda atrapado en un barrio. El Candeal podría ser Calabuch, aquel entrañable pueblecito mediterráneo imaginado por Berlanga.

En el Candeal no hay violencia. Lo habitan personajes tan peculiares como el señor Bocage, que cría pirañas en su domicilio, o el señor Paulo, un ciego sabio y bondadoso que vive en una de las casas de colores de nueva construcción, y al que Brown se refiere con devoción.

Frente al terreiro de doña Angelina vive el señor Mariano, que tiene 33 nietos y ha cumplido los 70. Los meses de junio hacía globos. Con papel y cola. Carlinhos recuerda que los soltaba por toda la ciudad. Pero se prohibieron para evitar el riesgo de incendios al caer. En 1958 compró la radio en la que Brown escuchó por primera vez un merengue de Luis Kalaff. Aquella radio traía hasta el Candeal los ritmos de Jamaica, República Dominicana, Cuba? El germen de Carlito Marrón, álter ego latino de Brown.

Retumban timbaus, repiques, taroles, surdos? Los tocan grupos de niños, adolescentes y jóvenes. Unos tambores que guardan el espíritu de aquellos atabaques rituales en Cuba los llaman batás con los que se acompañan los cantos para invocar a las divinidades. El tambor estuvo prohibido en Bahía.

Los críos se arremolinan alrededor de Carlinhos Brown. No falta Lucas, nieto del señor Mariano. Carlinhos les cuenta que cuando él aprendía a tocar con Pintado do Bongô, no quería comer en otro plato que no fuera su pandero: le daba la vuelta y pedía que le echasen allí los frijoles. Con 12 años conoció al maestro Pintado. Nadie tocaba tan rápido el bongó. Se convirtió en un segundo padre. Le enseñó lo que sabe de percusión y le instó a ser responsable.

"En la película está muy presente la transmisión de conocimiento con sentimientos y cariño", afirma Trueba.

Bebo Valdés contempla en silencio a los grupos que se van turnando en el descampado bajo un sol de justicia. Musita que muchos músicos profesionales no serían capaces de realizar los cierres de estos muchachos. Se fija en las niñas, que paran de golpe con la precisión de una orquesta sinfónica. "¡Coño!", se le escapa, "¡cómo serán cuando tengan 25 años!".

El 2 de febrero, el señor Mateo, que aprendió música en las iglesias de Cachoeira y de los batuques del candomblé que se oían toda la noche en el valle, lleva a Bebo hasta el barrio de Río Vermelho. Allí, en la ensenada, se celebra la fiesta de Iemanjá, madre de los dioses nagôs y reina de las aguas. "La pasé divino", dice Bebo al recordar la tarde en casa de Caetano Veloso, en Río Vermelho, en lo alto del Morro da Paciência.

En la terraza sobre el océano, Caetano le mostró antiguas canciones brasileñas que hablan de Bahía, como las de Ary Barroso.

Bebo abandonó Cuba el 26 de octubre de 1960. Para salir tuvo que firmar un papel en el que daba vivas a la revolución. Su madre, antes de morir, le pidió que no regresara. Ni siquiera ahora que con Lágrimas negras le iban a recibir con los brazos abiertos. Dejó que su hijo Chucho acompañara a El Cigala en un teatro de La Habana.



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