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Trans-grediendo las normas

El Universal
Viernes 17 de septiembre de 2004
Transexuales y travestis buscan ir más allá de la comedia y presentar su problemática en pantalla Cuesta mucho ser auténtica. Una es más auténtica cuanto más se parece a lo que soñó de sí misma", dice la Agrado en Todo sobre mi madre (Almodóvar, 1999). La frase simboliza la lucha de la comunidad transgénero (transexuales y travestis), que históricamente ha sido estereotipada en el cine y hoy busca espacios en los medios mainstream.

Cuesta mucho ser auténtica. Una es más auténtica cuanto más se parece a lo que soñó de sí misma", dice la Agrado en Todo sobre mi madre (Almodóvar, 1999). La frase simboliza la lucha de la comunidad transgénero (transexuales y travestis), que históricamente ha sido estereotipada en el cine y hoy busca espacios en los medios mainstream .

El que un actor de fama como Gael García Bernal encarne a Zahara en La mala educación , el thriller de Pedro Almodóvar, abre un nuevo nivel de discusión sobre la imagen del transgénero en el cine. "En general, los medios no cumplen su labor y se van por el entretenimiento, manteniendo una posición transfóbica, promoviendo conceptos erróneos, mitos", dice el doctor Luis Perelman, director de la librería El Armario Abierto (52860895) y vicepresidente de la Federación Mexicana de Educación Sexual y Sexología.

Desde el cine mudo existen personajes que recurren al travestismo, usualmente provocando risas. Es una visión familiar del heterosexual que, por equivocación o como método para resolver un problema, debe adoptar una identidad del sexo opuesto, sólo como un disfraz y sin que interfiera su sexualidad. El humor se basa en los estereotipos de roles de género (lo que se espera socialmente al ser mujer u hombre), y llevados a la exageración: Una Eva y dos Adanes (Wilder, 1959), Víctor/Victoria (Edwards, 1982), Tootsie (Pollack, 1982), Papá por siempre (Columbus, 1993) y recientemente, Una loca identidad (Lembeck, 2004) e ¿Y dónde están las rubias? (Wayans, 2004). La fórmula también se ha hecho en México en títulos como Pablo y Carolina (De la Serna, 1957) y con Lucero, Alberto Caballo Rojas y Eugenio Derbez. El cambio también puede ser mágico e igualmente temporal, como en Dame tu cuerpo (Montero, 2003) o Preludio a un beso (René, 1992).

Pero todos estos personajes fársicos y sus moralejas sobre la apreciación del sexo opuesto son ajenos a la realidad de la comunidad transgénero, cuya presencia en el cine comercial ha sido mucho más limitada.

Los transgénero han sido explotados como fenómenos criminales en cintas como El silencio de los inocentes (Demme, 1991) y Vestida para matar (De Palma, 1980). También han aparecido de forma oportunista como sucedió con Ed Wood y su Glen o Glenda (1953), luego del caso de Christine Jorgensen primera estadounidense en tener la cirugía de reasignación de sexo. Wood, `el peor director de la historia`, gustaba de vestir suéteres de Angora, e intentó hacer un tratado transgénero con la historia de un hombre que deseaba contar a su prometida su gusto por la ropa de mujer, y la de otro que buscaba cambiar de sexo. El resultado fue trágicamente malo.

Pero historias realmente trágicas son las del miembro del ERI que se enamora de la novia de un soldado británico, sin saber que biológicamente es hombre en Juego de lágrimas (Jordan, 1992), similar al diplomático francés enamorado de una cantante de ópera en M. Butterfly (Cronenberg, 1993). La revelación de identidad también provoca una tragedia de la vida real en Los muchachos no lloran (Peirce, 1999), por la que Hillary Swank recibió el Oscar al interpretar a Teena Brandon.

Más peculiares son Orlando (Potter, 1993), basada en la novela de Virginia Woolf, sobre una persona que, a lo largo de 400 años, vive vidas masculinas y femeninas; y la francesa Mi vida en rosa (Berliner, 1997) sobre el surgimiento de la identidad de género (la percepción que cada quien tiene de sí mismo, como hombre o como mujer) con la historia de un niño que cree que estaba destinado a ser niña.

En el mundo hispano, destaca la obra de Pedro Almodóvar, surgido en la movida española en la que las subculturas demandaban una voz propia, ha transgredido la `normalidad` con sus historias, y la inclusión de actrices (Bibí Andersen y Antonia San Juan) y personajes (La ley del deseo , Tacones lejanos , Todo sobre mi madre , La mala educación ) transgénero a cargo de estrellas como Miguel Bosé y Gael. En México también hemos visto personajes trágicos y realistas, como la prostituta mutilada de Eduardo Palomo en Crónica de un desayuno (Cann, 1999), la Chicharra de Luis Felipe Tovar en De la calle (Tort, 2001) y sobre todo, El lugar sin límites (Ripstein, 1978), con Roberto Cobo (quien también personificó a doña Trini en la comedia Santitos ).

¿Por qué las historias de personajes transgénero suelen ser trágicas o sórdidas, involucrando prostitución y drogas? "Con el rechazo familiar y profesional, no sorprende que mucha gente caiga en diferentes situaciones extremosas, que genera la misma sociedad. Además, va a tener éxito lo que refuerza los mitos y estereotipos, porque una película con una persona transgénero que viva tranquila e integrada a su comunidad, no va a vender", explica Perelman.

Más allá de la tragedia, también hay figuras icónicas, cuya popularidad ha rebasado a su comunidad. Un actor de culto fue Divine (1945-1988), con su trabajo en cintas de John Waters como Pink Flamingos (1972) o Polyester (1981) en personajes femeninos extravagantes y extremos. También de culto es El show de terror de Rocky (Sharman, 1975), musical sobre la libertad sexual en el que un científico-travesti del planeta Transexual Transilvania seduce a una joven pareja, así como Hedwig and the angry inch (Mitchell, 2001) con una rockera transexual que sigue al ex novio que la abandonó y robó sus canciones. Cierran el selecto grupo las drag queens de Priscila la reina del desierto (Elliott, 1994), que incluso se consolidaron como símbolos de la cultura pop australiana.

Aunque la comunidad lésbico/gay y transgénero cada día produce más esfuerzos independientes, entre documentales y ficción, el papel de este sector de la sociedad en el cine mainstream aún lucha contra los prejuicios. "Sigue siendo más fácil ver que maten gente, que ver a dos hombres besándose, o a un hombre que se viste de mujer y se siente bien con ello. Ahí está nuestra escala de valores, y hay que cuestionarla fuertemente", finaliza Perelman. Y tal vez el cine pueda ayudar a cambiar la mala educación sobre quienes viven vidas `diferentes`.



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