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Ely, erotismo en plena guerra

Por Carlos Vega| El Universal
Sábado 31 de julio de 2004

Ely Guerra se siente más sensual que nunca. Más erótica, más voluptuosa, más cachonda en una palabra. Así se siente y así lo dice. Pero ni falta que hacen sus palabras, suenan a redundancia; basta verla y escucharla, quedar expuesto a ella unos minutos para sentirlo.

"Es la edad", agrega con cierto aire de orgullo la cantante de 32 años. "Cuando cumplí los 30 años afloró esto (la sensualidad) mucho más. Inclusive mi cuerpo empezó a cambiar, me veía y estaba más nalgona (risas), entonces me empecé a sentir más voluptuosa, me sentí más erótica, más sensual, y ya no lo detuve".

También basta escuchar su nuevo disco, Sweet&Sour, hot y spicy, para darse cuenta de eso. Cada canción es como una proposición al oído, un suspiro acompañado por música que igual va del preámbulo sensual al clímax erótico, pasando por lo dulce y lo salado, lo caliente y lo picoso. La Guerra está de vuelta y tras cinco años de ausencia, tiene mucho que contar.

Te notas satisfecha y con la confianza de haber superado `Lotofire`.

Personalmente siento que superamos el anterior. Lotofire fue un disco que nos dio cierta popularidad y credibilidad, dimos ese salto en donde dejas de lamentar muchas cosas y más bien te dedicas a disfrutar; y justamente estaba en ese periodo cuando empecé a componer las nuevas canciones. Fue un proceso padre, porque justamente cumplí 30 años cuando empecé a escribir el disco y porque a mí esta edad me encanta. Mi mamá me la promocionó mucho, entonces yo la esperaba con deseo. Por otro lado, yo me caía muy bien, mi estética me gustaba, mi sentido del humor también, entonces esa es la diferencia de este disco: es muy ligero, donde me permito reír, como que las tragedias no eran como las que escribí para los discos pasados. Eso es parte de cumplir más años, te da madurez, cierta onda en la que no te reprimes tanto, ya no te castigas tanto, te das cuenta que debes dejarte ser.

Y vaya que te has dejado ser. Muy atrás quedó esa Ely que se reprimía estéticamente al grado de raparse.

(Risas) Fue una transición. Cuando me rapé fue una rebeldía total. Pero andar pelona fue importante, fue un punto en el que pensé que nada estaba mal. El pelo significa para mí, obvio (se toma su amplio afro), mucho, entonces sí fue fuerte, pero recuerdo que ha sido mi etapa más femenina, conforme me ha crecido el pelo y ha ido aflorando nuevamente la sensación de mi cuerpo. Siempre he disfrutado mi cuerpo y sus sensaciones. Nunca he tenido miedo de hablar de sexualidad, nunca le he tenido miedo a la sexualidad en un sentido personal, en mi propia escala de valores. Siempre lo corporal me provoca mucho, no puedo saludar de mano nada más, tengo que dar un abrazo. Antes yo tenía coraje, me sentía reprimida en ese aspecto. El subirte a un escenario lleva una sensualidad implícita.

Además, como mencionas, te sientes muy bien en tus treinta, ¿no?

Me han caído muy bien. Me siento muy tranquila. Es una edad en la que te preguntas muchas cosas, pero también te respondes; y a lo mejor la respuesta no es ni la más positiva ni la que esperas, pero hay una respuesta y eso produce tranquilidad.

Dentro de toda esta plenitud, ¿qué te falta?, ¿a qué aspiras ahora?

A seguir sobreviviendo. Toda ha ido bien pero seguimos luchando para ganar un buen salario, un espacio dentro de los conciertos. Ahora nos falta que esta carrera nos dé de comer; a mí no me va a gustar nada si un día me tengo que dedicar a otra cosa porque esta carrera no me dé de comer. A mis 32 años, después de dedicarme 15 a la música, no tengo casa propia. Ya luchamos por una credibilidad, ya luchamos por un estatus, ya luchamos por nuestra música, ya lo tenemos, la gente lo aprecia, ahora es el momento de empezar a sacar lana, de hacer un patrimonio por si el día de mañana quiero ser mamá y tener una familia. Hay muchísimo por hacer aún.

Define cada uno de tus discos.

Mi primer disco me demostró que la ingenuidad se tiene que permitir en otras áreas de la vida; es muy lindo ser ingenuo y yo por decisión me respeto esa parte, porque soy muy ingenua en muchas cosas, pero con mi primer disco fui demasiado ingenua, dejé totalmente el trabajo en manos de otras personas. Ese primer disco me dio la oportunidad de entender que cuando haces tu trabajo te pertenece y no tienes que dárselo a nadie.

"Con Pa` morirse de amor fue una etapa increíble en la que me respeté a mí misma y nunca quise doblar las manos, y qué bueno que no lo hice porque si bien el resultado no fue lo que muchos esperaban, eso terminó siendo lo valioso de ese disco. Fue un momento de rebeldía, nostálgico, de mucha decisión. Yo digo que ese disco es blanco y negro, por su composición, por mi estado anímico, porque me sentía sola y esa soledad no me hacía bien.

"Lotofire fue un disco a colores, porque fue más amable, me sentía más tranquila. Fue el momento de reivindicación conmigo misma, pero al mismo tiempo fue de lucha, de ir entendiendo que no se podía aflojar.

"Con Hot&Sour... siento que como las piezas las he venido acomodando de hace años, ahora ya me puedo relajar un poco, tengo que estar en todo pero no ya de lleno porque cuento con un equipo de trabajo que tiene sus responsabilidades. Es un momento de placer para todos los involucrados."

¿Cuál es lo dulce, lo agrio, lo caliente y lo picoso de tu vida actual?

¡Eso está fuerte! (risas). Lo dulce es mi novio. Lo salado es el disco, que es lo que le da onda al asunto. Lo picante es la edad, porque estoy en un punto de ebullición muy particular, ando muy pícara, es bien sexy este momento y lo estoy disfrutando. Y lo caliente... pues ahora sí que estoy de mírame y no me toques (risas).



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