?El talentoso Mr. Ripley/El impostor?
E n su cuarta película el cineasta británico (de obvia ascendencia italiana) Anthony Minghella (1954), conocido y oscareado sobre todo por su trabajo en El paciente inglés (1996), ha adaptado por segunda vez la novela de Patricia Highsmith El talento de Ripley , pero más que una adaptación de la novela en sí, lo que ha hecho es adaptar directamente la película que el cineasta francés René Clement había hecho con la misma novela en 1959, es decir cuando Minghella era un niño de cinco años. La película se llamaba A pleno sol (Plein Soleil). En México se exhibió en 1961 con bastante éxito (diez semanas de exhibición en el cine Paseo). El cineasta inglés no niega que la película le haya servido directamente, incluso más que la novela de la Highsmith (?Es una muy buena película, muy anclada en su tiempo?). El punto de partida es el mismo, aunque aquí es más apegado a la novela: un millonario gringo, contrata y paga al joven Tom Ripley para que convenza al hijo pródigo de regresar a su país y dejar de ser el milloneta fascinado por la dolce vita de la Riviera italiana. Tom está fascinado por la vida que llevan Dickie (Jude Law) y su novia Marge Sherwood (Gwyneth Paltrow), la vida llena de lujos y de caprichos que llevan, las salidas al mar en el velero del joven milloneta, los restaurantes de lujo, los clubs de jazz. Desde ese momento Tom Ripley va a tratar de ser Dickie Greenleaf. Minghella no puede deshacerse de la influencia del magnífico filme de Clement y tan es así que sitúa la acción precisamente en los años 50, la misma época en que sucede la película francesa. Uno no tiene más remedio que compararlas. Es cierto que la cinta de Clement fue atacada en su tiempo porque era una obra fría y académica, pero en la comparación crece de manera desmesurada, comenzando por el cast : si bien Jude Law es tan aceptable como lo era Maurice Ronet, es indiscutible que el pobre, gris e impersonal Matt Damon, no da ni siquiera el 10 por ciento de lo que conseguía Alain Delon en su enigmático y sobre todo ambiguo personaje. La mirada, los ojos color avellana, el misterio de Marie Laforet aplastan la inexistencia de la insípida e insóplida Gwyneth Paltrow, que de ninguna manera pertenece al universo cruel y malvado de Patricia Highsmith. La pobre se deja robar las escenas por la bella, vivaracha y muy hábil Cate Blanchet. Quitando a Jude Law y a la Blanchet, el reparto es quizá el mejor modelo de miscast desde las Cumbres borrascosas (alias Abismos de pasión ) según Luis Buñuel (recordemos a Irasema Dillián, el increíble Jorge Mistral, los aristócratas Luis Aceves Castañeda y Lilia Prado), sin que Minghella sea capaz de lograr los cinco minutos geniales del final. Además lo que Minghella hace es una película romántica, ahí donde el material del que parte (tanto The Talented Mr. Ripley de Patricia Highsmith como A pleno sol de René Clement) tiene otro sentido, el cineasta elige el romanticismo que estaba muy bien en El paciente inglés pero que aquí sale sobrando, sobre todo como sustituto de la ambigüedad y el misterio de los personajes. Es como la homosexualidad de closet que si acaso existe en la novela y aun en la película de Clement no va nunca más allá de la sugerencia, mientras aquí es de una molesta obviedad. En este caso no se puede decir que el cineasta cumple con una de las reglas de cuando se vuelve a filmar una película hecha antes, a saber, aportar nuevos datos, nuevas soluciones tanto narrativas como de puesta en escena. La película se vuelve más pesada después del primer asesinato (que debía ser el único). Es como si con la ausencia de Jude Law que hacía tolerable el estetismo del rodaje, los colores apastelados y de tarjeta postal, subrayando de paso la fascinación de Tom Ripley por los juegos y los modos de los ricos dejando solo a Matt Damon, lo dejara en toda su desnudez, su incapacidad para dar toda la dimensión del personaje. Es aquí donde se hacen explícitas las tendencias homosexuales de Tom Ripley (explicación psicologista muy pobre e insuficiente) como una clave de todo lo que ha sucedido y lo que va a ocurrir. Pero Minghella, autor del guión y de la realización, no conforme con sacar del closet a su héroe, despertar sus ambiciones y convertirlo en un impostor, todavía añade una carta más: la lucha de clases. El poco creíble y muy plano Tom Ripley de Damon y Minghella no sólo se educa, adquiere el roce necesario para ser interior y sobre todo exteriormente otro, pasa de víctima a victimario y con ello a vengador. Tom Ripley es un caso flagrante de rencor social (un verdadero ultra que por lo menos no teoriza sus sentimientos sino los lleva a la acción) y termina siendo un peligroso psicópata (ver el segundo y gratuito asesinato). Luego de confesar que quería construir a un personaje con sensaciones de norteamericano en Europa, en la línea de los de Henry James y Edith Wharton, mientras que Delon en el filme de Clement ?se ve siempre como en su casa?, dice el cineasta: ?Quería a un Ripley más humano. Somos seres ambivalentes (en realidad lo hace polivalente, un poco de todo), cometemos errores e intentamos repararlos y lo único que hacemos es cometer nuevos errores. Es la esencia misma de la vida. Mi Ripley no premedita sus actos, su problema es justamente que no piensa en sus consecuencias. Se comienza por una mentirita, que arrastra otra y otra...? O sea que todo es un asunto de problemitas y mentiritas. En busca de un estilo que supone posee, Minghella ha hecho una película sin estilo con toques de melodrama que quiere ser un elegante thriller psicológico. Se propone volver a las premisas originales de Patricia Highsmith (de aquí el título original, The Talented Mr. Ripley ), contra el interesante y muy logrado filme de Clement, utilizando para el caso todas las premisas del cineasta francés y siguiendo fielmente y paso a paso el desarrollo de su intriga, hasta llegar al crimen y la usurpación (lo demás es de su propia cosecha). Todo esto para contar una historia que no es otra cosa que la de una transferencia de personalidad, teniendo como base la de un actor (el señor Damon) que es el colmo de lo impersonal. Según parece, además de la adaptación de Wenders (El amigo americano , por cierto muy sobrevalorada) y del esperado caso de canibalismo de Alfred Hitchcock en la sublime Strangers on a Train , la Highsmith no tiene suerte en el cine más que con los cineastas franceses, el gélido y hoy desaparecido René Clement y el por fortuna vivo Claude Chabrol en Le cri de I'hibou . Cines: Altavista, Manacar, S. Fe, G. Sur, Insurgentes, WTC, P. Chino, Cinemark C, C. Pericoapa, Diana, Interlomas (2), Mundo E, Perinorte, Coacalco y 27 más.





