ROMA.- A pocos días de su cumpleaños número 60, y después de haber concluido el viaje de promoción de la película Il triunfo del amor , producida por él mismo y dirigida por su esposa Clare Peploe, Bernardo Bertolucci, al hablar de su vida y obra, no tuvo ningún empacho en afirmar que su verdadera universidad fueron las cenas que tuvo con Pierpaolo Pasolini, Alberto Moravia y Elsa Morante.

Recordó que cuando tenía 20 años, siendo asistente de Pasolini en la película Acattone , estaba seguro de que la cultura se descubría en la calle y que, a los 21, cuando tuvo la oportunidad de dirigir su primera película, La commare secca , encontró un excelente pretexto para abandonar la universidad. "Entre los 21 y los 25 años casi todas las noches cené con Pasolini, Moravia y Morante. Esas veladas fueron mi verdadera universidad", dijo.

Hablando de la fuerte relación de trabajo que tuvo con Pasolini comentó, "su voz todavía la tengo presente, sobre todo por su fuerza profética" y por la importancia que tiene este personaje dentro de la cultura itala, reprocho a los jóvenes no haberse interesado en el filme de Pasolini Un delito italiano , en el que se cuenta el drama de su homicidio.

La desilusión que siente por la juventud actual comienza a atenuarse. "Los hechos del G8 de Génova hacen pensar que la nueva generación no está perdida. Desde muy lejos se comienza a escuchar de nuevo el estallido de las utopías".

Introduciendo a Pasolini en la situación de hoy, Bertolucci está seguro que actualmente no haría poesías como las que escribió para el 68. Ésas que le hicieron ganar tantos insultos que los jóvenes llegaron a escupirle por aquellos versos de Los odio queridos estudiantes . Creo que de vivir Pasolini no escribiría que los policías son hijos del subproletariado del sur".

Del cine actual comentó secamente, "no sé ni siquiera que cosa se dice cuando se habla de cine . Estamos ante a grandes mutaciones, como sucedió cuando se pasó del cine mudo al sonoro. A mí me atrae mucho lo nuevo". Mientras que del cine italiano dice, "por 20 años vivió una especie de coma, pero ahora -afirma- me da la impresión que el sonámbulo se está despertando. Hasta en las películas que no arriesgan ni experimentan hay algo nuevo".

Si bien no reconoce ser menos exigente, el cineasta explica su optimismo en su deseo de ver que algo comienza a moverse en el cine italiano con gentes como Martone, Giordana o Moretti, los cuales dan la impresión de que comienza a existir una correspondencia del cine con la realidad".

En su opinión este nuevo fenómeno niega aquello que parecía irreversible, "que al cine van jóvenes a quienes no les interesa las cosas con alma", no obstante, ésto tiene mucho que ver con el nuevo cine italiano porque, en su opinión sigue viendo para atrás. "Debe cortarse el cordón umbilical con el viejo cine porque, de alguna manera, es un freno para el desarrollo de uno nuevo", subraya.

Refiriéndose a los filmes políticos o de protesta Bertolucci afirma: "Ni siquiera en los años 60 pensé que el cine pudiera provocar una revolución, pero no veo porque el cineasta deba sentirse más impotente o desarmado que un escritor o un pintor".

Su italianidad, que dice no haber perdido en absoluto a pesar sus constantes viajes al extranjero, no le impide cuestionar a su país: "El hecho de mantenerme distante de una película sobre la Italia actual es producto de una especie de desamor por mi patria en la cual, sin embargo, hay señales estimulantes, como la de las 300 personas que estuvieron en las manifestaciones de Génova. De la posibilidad de realizar una tercera versión de Novecientos Bertolucci señala que esta película tuvo como base una pasión política "que ya no existe", razón por la cual "sería injusto llamar así a una cinta que no fuese producto de esa fiebre. Hoy, repito, las cosas están cambiando", apuntó con particular optimismo respecto al futuro de su país y de su cine.