No sólo se atrevieron a olvidarla, sino también a aniquilarla y darle mejor sepultura a una telenovela que a las cinco de la tarde feneció abordando la preocupación por el género destinado a removerse o a morir en el intento. ¿Qué pasó con "Atrévete a olvidarme"? ¿Fueron los endebles protagónicos, la historia acartonada de Martha Carrillo y Martha Oláiz? ¿El horario con escenas subidas de tono? ¿La entrada a clases? "No hay fórmula para el éxito", han sostenido los maestros de la telenovela Ernesto Alonso y Valentín Pimstein, pero añadiríamos que para el fracaso nadie levanta la mano y sí, en cambio, el índice y la deidad llamada "rating" señalan al capitán del barco, en este caso al productor Roberto Hernández, pues el promedio alcanzado en teleaudiencia oscilaba los tristes y alicaídos 10 puntos.

Un final funerario, así puede describirse el último capítulo de "atrévete a Olvidarme": caras largas, tristes, y actuaciones desganadas y enfadosas en un elenco que sabían no llegarían a buen puerto con los 160 capítulos pactados y solo 50 transmitidos en una producción costosa, con variedad de locaciones en Hidalgo y con elenco de experiencia: Ignacio López Tarso, Ana Martín, José Carlos Ruiz.

"Atrévete a Olvidarme" ingresa al lúgubre salón del olvido, donde la aguardan "No tengo madre" -la primera y última novela de Eugenio Derbez-; "El Secreto de Alejandra" con María Sorté y el tráfico de órganos como tema escabroso-; "Tentaciones" donde casi se excomulga a Epigmenio Ibarra con sus amores eclesiásticos-.

Destilando inconformidad el epílogo mostró actores y actrices renuentes con la medida de Televisa nunca dispuesta a solventar productos fuera del standard establecido, máxime cuando de telenovelas se trate, vía de exportación y de prestigio internacional. Entre miércoles y jueves, "Atrévete... tuvo en el rating nacional definitivo entre 10 y 11 puntos, mientras su competencia directa "Lo que callamos las mujeres" anduvo entre 14 y 15 puntos. Ni un capítulo más, y de bombera emergente Silvia Pinal y su "Mujer, casos de la vida real", serie que deberá mejorar en la producción y en su realización para darle pelea a su contrincante.

Oficio riesgoso, la más de las veces incomprendido, la y del producto se la juegan desde el planteamiento, la pre-producción y cada capítulo transmitido. Hernández mostró su novatez al no dejar un final más aguerrido, más de autor, más de protesta contra la decisión de cortarlo del aire.

Clásico final -y he ahí parte del problema- donde Andrea (Adriana Fonseca, otra bella carita pero sin tamaños para protagonista) se casa con su amado Daniel (Jorge Salinas, ni fu ni fa), encarcelando al desquiciado por celos de Manuel (Alexis Ayala, de nuevo aspirante a la codiciada "Frambuesa de Oro" por peor actuación).

Escenas por salir del paso, incomprensibles para un director-cineasta como Alberto Cortés, cuando Manuel saca un arma y dispara sin intentar matar a Andrea, pero la deja salir de la casa donde la tiene secuestrada, comenzando una huída tan ridícula como desesperante, espacios de tiempo que el televidente castiga con rigor mediante su control remoto.

Lágrimas, abrazos, reconciliaciones entre los compadres Cecilio (José Carlos Ruiz) y Don Manuel (López Tarso), a quien vemos en escena que pretendía ser realismo mágico y se volvió broma vespertina, abrazando al fantasma de su enamorada que ronda por las paredes de su casa.

La cuñada de Andrea interpretada por Mariana Seoane le da fraternalmente la paz a su antigua rival Andrea, impidiendo que el rencor les dure más tiempo, y no sería así, por el tremendo recorte a la trama. Al lado de una carretera Daniel y Andrea se abrazan -y se consuelan- por su triste final.

Rescatando algo de esta telenovela es hora de "atreverse" con escritores y talento joven, sin refritos con mayor realismo acorde a la vida cotidiana y actual, para que el género vuelva a ser tema de conversación dentro y fuera del hogar. Por hoy en lugar de fin debió leerse RIP. Hasta la próxima.

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