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Ya sin cáncer, se sube al escenario

César Huerta| El Universal
00:16Sábado 26 de julio de 2014
Martnez es el novio corts y valiente

REGRESO. Martínez es el novio cortés y valiente. (Foto: CORTESÍA TEATRO DE PRIMERA )

Mauricio Martínez protagoniza junto con Héctor Bonilla y Roberto Blandón el musical 'La fierecilla tomada', que se estrena la próxima semana

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La primera vez que Héctor Bonilla escuchó sobre Mauricio Martínez fue para saber que era un joven surgido del reality show Operación triunfo, y su pensamiento no fue muy positivo.

Hace 11 años, el actor de Rojo amanecer había aceptado dirigir una versión del musical Fiebre de sábado por la noche y el regiomontano figuraba como estelar. "Dije: en la torre, voy a tener que padecer a este pen... pero cuando lo vi bailar y cantar sentí que era un ‘tiro' este cuate", recuerda Bonilla.

Ahora, los dos, junto con Roberto Blandón, integran el reparto principal masculino de La fierecilla tomada, comedia musical que se estrenará el próximo 8 de agosto en el Teatro San Rafael, bajo la producción de Juan Torres y Guillermo Wiechers.

Es la reunión de tres generaciones de actores, que juntos reportan cerca de 200 producciones teatrales, alrededor de un centenar de años en experiencia y algunas duras anécdotas.

El propio Mauricio, por ejemplo, recuerda que la anterior vez que protagonizó un musical, fue diagnosticado con cáncer.

Superó al padecimiento hace ya más de dos años pero explica que sólo hasta que necesitó volver a poner un pie en el escenario para sentirse vivo de nuevo.

En la obra, Bonilla interpreta a un hombre que pone el disco de un musical, cuyos personajes toman vida y llegan a escena: Martínez es el galán a punto de casarse y Blandón el maduro contratado para conquistar a la novia.

"¡Soy de alguna manera como la mascota!", bromea Mauricio, previo a un ensayo de La fierecilla tomada. Y entonces es tiempo de contar anécdotas.

¿Qué se puede extrañar del teatro de hace años?

Héctor Bonilla: Las funciones de martes a domingo; yo llegué a hacer dos funciones diarias de El diluvio que viene y era otra cosa. Eso evidentemente se redujo y se debe al descenso del poder adquisitivo, la inseguridad.

¿Recuerdan alguna anécdota en sus años en el escenario?

Mauricio Martínez: Casi muero de cáncer, estaba haciendo el musical Mentiras y no me sentí curado y vivo hasta que no volví a subirme al escenario y sentí esa adrenalina. Otra es que en Fiebre de sábado por la noche se nos cayó la bola de luces (risas).

Roberto Blandón: ¡En Los miserables uno de los tramoyistas subió a cantar! Era el momento en que amenazan los franceses con tomar una cosa importante y no llegó el actor porque estaba platicando. Ese tramoyista siempre decía que algún día lo iba a suplir y así fue. Ya luego querían correrlo y yo decía "no, a él no, sino al actor por no llegar" (risas).

¿Qué se siente interpretar al personaje que alguien ya hizo?

MM: Yo sí he sentido presión. Un tiempo viví en Nueva York y para mantenerme vendía los souvenirs de La bella y la bestia en la versión de Broadway; en el intermedio era quien entraba con el carrito y decía que algún día sería La Bestia. Diez años después, cuando lo conseguí, todos tenían en mente a Roberto y Lolita Cortés (que hicieron una versión anterior) y pensé que me iban a "comer" todos. Además, Roberto Blandón es alto y Lolita bajita de estatura, mi Bella era casi de mi estatura y los objetos eran más altos que yo ¡parecía una bestia de peluche!

RB: Llegué a ver El diluvio que viene con Héctor Bonilla, como espectador, y nunca te imaginas que lo vas a seguir. Pero creo que la gran diferencia de esta carrera es que los dramaturgos escriben a nivel universal.

¿Hay un joven actor que pueda destacar en el futuro, como lo hacen ustedes?

HB: Nunca se sabe, todo es circunstancial. Yo hice una película pésima que se llamó Narda o el verano, en 1968, con Enrique Álvarez Félix y Amadee Chabot, y que era el mismo tema que catapultó después a la proyección internacional a Diego Luna y Gael García. Aquella no era una buena película, estaba tratada de acuerdo a la época, pero era el mismo cuento: dos jóvenes que no se atreven a acostarse entre ellos y se acuestan con la misma mujer. El maravilloso chiste es que esa película me salvó la vida, porque el 2 de octubre de 1968 estaba yo filmando en Acapulco.

Todo es una circunstancia.



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