Serrat: "Lo de Iguala debe suponer un basta ya"
Video. El catautor español presentó su nueva discografía donde canta con sus amigos

CARIÑO- "México me dio cariño, comida y la posibilidad de poder seguir desarrollando mi trabajo", agradece el cantautor. (Foto: CORTESÍA )
Dice Joan Manuel Serrat que le duele México. Que le duele lo que ha ocurrido en Iguala, pero también las violaciones de derechos humanos que llevan años produciéndose en el país. Como las desapariciones de mujeres en Ciudad Juárez y la violencia fruto de la lucha contra el narcotráfico.
Teme que "la barbarie de Guerrero nos impida ver todas las barbaries sucesivas que en los últimos años se han apoderado del país, con la evidente sensación de desamparo de la población", asegura. Y también teme que con el tiempo "lo de Iguala se vaya tapando y convirtiendo en una más de las terribles cosas que han ocurrido, hasta que vuelva a suceder otra barbaridad", añade.
De la desaparición de los 43 maestros comenta que refleja "hasta donde puede llegar la barbarie descontrolada de una administración en connivencia con el crimen organizado", y todo ello "con independencia de lo que sucede normalmente. Porque cuando pasa esto quiere decir que han pasado muchas pequeñas barbaridades cada día". Por eso pide al gobierno de Enrique Peña Nieto que "tome una posición clara y firme y se alinee del lado de los ciudadanos que están reclamando justicia".
"Llevamos viviendo años muy duros en distintos estados de la República, no hace falta hacer una lista de las tropelías que se han ido sucediendo. Lo de Iguala debe marcar un antes y un después. Debe ser un basta", denuncia. "Y también un buen punto de partida. Es un buen momento para que el Gobierno haga cumplir las leyes y administre justicia y logre que la ciudadanía lo reconozca como parte de ellos", añade.
Serrat recibe a EL UNIVERSAL en la sede de Sony Music en el Paseo de la Castellana de Madrid para hablar de su nuevo disco: Antología desordenada. Un cuádruple CD con el que celebra sus 50 años sobre los escenarios y en el que ha grabado 50 de sus míticas canciones con artistas como Joaquín Sabina, Alejandro Sanz, Silvio Rodríguez, Pablo Milanés y Paquita la del Barrio, entre muchos otros.
Lleva seis días con una gripa que no se le cura, tiene la nariz completamente taponada, y aun le dura el jet lag porque ha vuelto de Argentina hace dos días, pero durante la entrevista se toma un antiinflamatorio y alarga la charla más de lo acordado. Le gusta hablar de México. Un país que le recibió con los brazos abiertos y en el que vivió parte de su exilio después de que en 1975 durante la dictadura de Francisco Franco el Tribunal de Orden Público abriera un proceso en su contra.
"México me dio cariño, comida y la posibilidad de poder seguir desarrollando mi trabajo", recuerda, de un país con el que lleva más de 40 años viviendo una historia de amor.
Por eso dice que siente a México de una forma natural. "En ningún momento me siento ajeno allí, no me hacen sentirme distante nunca y nunca he sido tratado como extranjero". Y reconoce que desde que cantó por primera vez en el Palacio de Bellas Artes un 2 de noviembre de 1969, un año después de la matanza de Tlatelolco y cuando él apenas tenía 25 años, se enamoró del país y trató de conocerlo en profundidad. "Me interesé por su literatura, por su historia, por su gastronomía, por su música, por sus juegos cotidianos como la lotería, y hasta por el beisbol. E incluso fui a ver jugar a los diablos rojos".
Ahora, con 70 años cumplidos y decenas de discos a sus espaldas, en su nuevo trabajo ha querido que haya un poquito de nuestro país, y por eso ha elegido a Paquita la del Barrio para que interprete con el una de sus míticas canciones: "No hago otra cosa que pensar en ti". Fue él quien la llamó personalmente y cuentan que cuando ella oyó su voz, se quedó de piedra.
"Paquita es un ser humano delicioso y una artista a la que admiro y quiero. Así que pensé que le podía dar una nota y un color diferente a una canción determinada y al final se la dio a todo el disco", relata. "La conocí hace 20 años en el cabaret en México donde ella actúa y al terminar estuvimos charlando un rato y en seguida conectamos muy bien. Así que la elegí para que cantara esta canción a la que le cambié la letra por una letra más rompedora y desgarrada que se adecua a su personaje y que resulta muy divertida", añade.
"Yo le agradezco mucho lo que hizo porque estaba muy afectada por unas circunstancias personales que había vivido y superando sus inconvenientes aceptó grabar", asegura. La canción no la grabaron juntos porque ella estaba en México y él en Barcelona, pero confía en que "le haya gustado el resultado".
La primera vez que Serrat cantó en nuestro país fue el 2 de noviembre de 1969, "cuando un año después el país todavía vivía los rescoldos de la matanza de Tlatelolco", recuerda. Desde entonces ha ofrecido innumerables conciertos, los primeros de ellos en una gira de nueve meses que le llevó de Tijuana a Cancún en un autobús que compró, pintó y bautizó como La Gordita, en honor a su gran amiga María Elena Galindo, y en el que viajaban hasta 20 personas entre los músicos, las esposas y algunos niños.
Pero también ha recibido muchos premios e incluso la Orden del Águila Azteca que es el máximo galardón destinado a los extranjeros, de manos del presidente Felipe Calderón. Y también ha vivido infinidad de anécdotas. En esa primera gira a bordo de La Gordita vivió una de ellas, cuando en el pueblo en el que iban a tocar se fue la luz.
"El concierto iba a ser en un local detrás de un establo de vacas y cuando íbamos a empezar de repente se fue la luz. Así que la gente empezó a levantarse para irse, hasta que un hombre se levantó, disparó unos balazos al aire y gritó: que nadie se levante", recuerda.
"Y como te imaginarás todo el mundo esperó a que la luz volviera para seguir el concierto", relata entre risas. Pero no fue la única. "En otra ocasión yo estaba en un bar cuando empezó una pelea que acabó con gente disparando. Muerto de miedo me tiré al suelo y esperé a que pasara la tormenta, y cuando me levanté pensé que me encontraría una carnicería, pero vi que no había nadie herido. El único que estaba herido era yo en mi moral, porque me había comportado como un completo cobarde", concluye.





