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TORONTO.— Éste ha sido el gran fin de semana del Toronto International Film Festival, el momento más intenso de la muestra y, probablemente, de todo el calendario anual de la industria globalizada del cine.

Decenas de rostros famosos presentan sus más recientes obras frente a los medios y al público, mientras productores y representantes de la industria definen algunas de las adquisiciones más importantes, que se convertirán en estrenos de trascendencia para los próximos meses.

Al fin y al cabo, por tratarse de un festival no competitivo (más allá de un par de galardones elegidos por el voto de los espectadores), Toronto es ante todo una inmensa vidriera y una inmejorable plataforma de lanzamiento para las películas que sueñan con llegar lo más lejos posible en materia de distribución y exhibición.

Entre los casi 400 títulos programados este año hay de todo, como siempre, pero también es posible hallar algunas constantes temáticas, de esas que logran marcar a fuego cada edición.

Y en el primer tramo de TIFF 2014, la coincidencia se expresó en dos títulos presentados con gran relevancia en sendas galas y que tuvieron un denominador común: las encrucijadas morales, personales y profesionales que enfrenta un artista obligado a asumir frente al espejo el irreversible paso del tiempo y sus consecuencias: el temor a sentirse inútil, la conciencia de que sus mejores momentos ya pasaron y el riesgo de no estar a la altura de los desafíos planteados por generaciones más jóvenes.

Esto ocurre en Clouds of Sils Maria, la nueva y notable obra de Olivier Assayas (que tuvo aquí una respuesta más cálida que la obtenida en Cannes) y The Humbling, con el regreso a su mejor forma de Al Pacino, dirigido por Barry Levinson.

En el primero de los títulos, una Juliette Binoche luminosa como pocas veces encarna a una madura actriz forzada a revisitar un texto que marcó su juventud y ahora la exige de otra manera, sobre todo frente al cambio de perspectiva determinado por el paso de los años.

El planteo es esencialmente idéntico en el caso de The Humbling, película basada en la novela de Philip Roth, pero lo que cambia es el tono y el estilo, que en manos de Levinson se convierte en satírico y genuinamente americano.

El director parece sugerir en el fondo que no hay diferencias entre el personaje central de la obra y el actor que la interpreta. Por eso la película es un festival Pacino de principio a fin.