El idioma Chespirito
ALTRUISTA. Instituciones del Distrito Federal y el estado de México recibieron el apoyo de la fundación y la visita del actor. (Foto: TOMADA DE INTERNET )
En América Latina, además del tequila y del mariachi, a la cultura popular mexicana se le relaciona con Chespirito, un ídolo genuinamente panamericano que en su mejor época convocó a ver su show a multitudes en estadios sudamericanos y a millones de televidentes en hogares hispano y lusoparlantes desde Norteamérica hasta la Tierra del Fuego.
Entre los años 70 y 90, Chespirito se convirtió en el sucesor de Cantinflas, el cómico que reinó en la Época de Oro del cine, una industria que poco a poco fue desplazada por la televisión como el entretenimiento supremo de los latinoamericanos.
Junto a las telenovelas mexicanas y Siempre en Domingo, las emisiones de El Chavo del ocho y de Chespirito se convirtieron en los más exitosos productos de exportación de la industria mexicana del entretenimiento en las últimas décadas del siglo XX.
Roberto Gómez Bolaños ayudó a construir la fortaleza de Televisa y esta empresa le garantizó la exposición mediática de una superestrella internacional en América Latina.
Hoy Televisa es una industria de celebridades con éxitos tan estruendosos como efímeros. Muy pocos son los que rebasan el lustro de estar en el candelero y menos los que trascienden como celebridades que pueden continuar brillando incluso fuera del emporio.
Chespirito llegó a mucho más que eso.
Desde el principio se reveló como un ídolo popular. Muchos sueñan con alcanzar el éxito con un personaje, él creo toda una corte que llegó para quedarse. La troupe reunida en El Chavo del Ocho es la más lograda de todas sus creaciones.
La vecindad de cartón y unicel se hizo familiar en las villas miseria argentinas, en las favelas brasileñas, en las callampas chilenas y en las ciudades perdidas mexicanas.
El aire de familia, como le llamaba Carlos Monsiváis a esa fraternidad cultural latinoamericana, conquistó a la audiencia de los barrios de esta región.
A pesar de ser un clasemediero que creció en la incipiente colonia del Valle, Gómez Bolaños supo crear personajes populares del gusto del pueblo.
Su “humor blanco”, que triunfó en el siglo XX apoyado en el pastelazo, con ojos del siglo XXI, que vieron nacer la palabra bullying, puede considerarse incluso políticamente incorrecto. Pero ya desde sus primeros años de éxito el humor de Chespirito fue considerado inaceptable, o más bien insoportable, por las clases medias, particularmente en México, en donde no pocos niños de los años 70 y 80 veían clandestinamente las ocurrencias de La Chimoltrufia y del doctor Chapatín, personajes que amenazaban con fundir los cerebros infantiles a ojos de algunos padres.
Para sorpresa de la clase media ilustrada del país, Chespirito se convirtió con el paso de los años en una referencia de la cultura popular mexicana en el extranjero.
¿Cómo ocurrió que un comediante aborrecido en su país por sectores educados lograra tal penetración?
A la fecha no hay quien pueda responder satisfactoriamente la pregunta a partir de un análisis de lo que creó Gómez Bolaños.
Nos guste o no, por ejemplo, en el lenguaje popular mexicano hoy abundan los “fue sin querer queriendo”, “se me chispoteó”, “que no panda el cúnico” y las “chiripiorcas”.
Quizá, como ha ocurrido con Tin-Tán, Chespirito deba esperar unos años más para que otra generación pueda valorar su legado a la cultura popular mexicana sin mirarlo desde la clandestinidad.