Fellini, el cineasta que aún miente
ETTORE SCOLA. Recibió el premio Glory to the filmaker 2013. (Foto: CLAUDIO ONORATIEEFE )
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ROMA.— “Es una obra de arte que cuenta una amistad hecha de complicidades y admiración. Un filme que divierte y toca el corazón”, así definió Vincenzo Molica, un experto italiano del cine, la extraordinaria película-documental Qué extraño llamarse Federico del cineasta Ettore Scola, exhibida ayer en el Festival del cine de Venecia, en la llamada “Sala grande” y ante la presencia del presidente de Italia, Giorgio Napolitano.
Se trata de un documental de añoranzas y experiencias contadas por los personales (Scola y Fellini) que hacen inmediatamente pensar a un Amarcord (Me recuerdo), realizado por Scola con la intención, seguramente, de eternizar la figura y la obra de un amigo, diez años mayor, con el que compartió momentos inolvidables de su existencia.
Pero ¿por qué tanta emoción? Simplemente porque la figura de Federico Fellini, a 20 años de su muerte, es más que actual, un auténtico clásico, como lo muestran las imágenes extraídas de muchos archivos, sobre todo de los de Cinecittà, que Fellini consideraba su casa, y que Scola utiliza magistralmente para mostrar un mundo cinematográfico, todo “felliniano” y por ello también fuera de serie.
La grandeza de Federico Fellini, comentó Ettore Scola, “es que involucraba al espectador haciéndolo reir de sí mismo”.
No es por ello extraño que en su película, Scola reproduzca los paseos nocturnos que hacía con su amigo por las calles de Roma, así como sus encuentros con gente que Federico, gracias a su genialidad, transformaría en muchos de los míticos personajes de sus películas: prostitutas de caderas amplias y senos exuberantes, hombres solos en busca de sexo y enfermos mentales cuyas fantasías estimularon su don de mentir, don que le hizo ganar el apelativo de “el gran mentiroso”.
En su documental, Scola también hace ver selecciones de actores en las que participaron histriones de la talla de Alberto Sordi, Ugo Tognazzi, Vittorio Gassman, para Casanova, Anna Magnani y un inédito Fellini, para el papel de San José en la película titulada L’amore.
Amigos
Pero la cosa quizá más sorprendente es la reconstrucción felliniana que hace Scola de su primer encuentro con su amigo Federico, en los años 50, en la redacción de la revista satírica El Marc’Aurelio, sus visitas “de placer” a los sets de sus respectivos filmes en Cinecittà y aquellas imágenes, con la guía de un profesor (como en Amarcord), con las que reconstruyen, como dijo el mismo Scola, a Fellini como un gran Pinochio, que “afortunadamente nunca se transformó en un niño bueno”.
Para muchos cinéfilos, con esta película Scola realizó uno de sus grandes sueños: hacer un filme realmente felliniano, sin temor de ser acusado de plagio, utilzando además frases que repetía Fellini, como por ejemplo: “La vita es una fiesta, ¿por qué entoces no vivirla cada momento como tal?”, y “La mujer es sobre todo un planeta desconocido”.
Final sorpresivo
La competencia oficial del 70 Festival de cine de Venecia se cerró ayer sin un favorito claro para el León de Oro que se entregará hoy y que podría ir a parar a las manos de Stephen Frears, Tsai Ming-liang, Philip Gröning o Hayao Miyazaki.
Tras la proyección de los 20 filmes en la sección oficial de la Mostra, la opinión unánime es que no hay ninguna obra maestra y que ha faltado un trabajo que destaque notablemente sobre los demás.
La película que más ha gustado ha sido sin duda Philomena, del británico Stephen Frears, una historia de adopción ilegal que cuenta con un brillante guión y una maravillosa Judi Dench, que ha ofrecido la mejor actuación femenina del festival y que debería ganar la Copa Volpi.
Pero el filme de Frears es probablemente demasiado convencional para un festival que se caracteriza por premiar obras arriesgadas, y además hay que recordar que el presidente del jurado de la sección oficial, Bernardo Bertolucci, dijo el primer día que quería ser sorprendido. (Con información de EFE)