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Eternamente... Yolanda

Fernando Figueroa| El Universal
Domingo 02 de diciembre de 2012
Eternamente... Yolanda

PRESENTACIÓN. La exposición Yolanda Vargas Dulché 'Contadora de historias', que se presenta en el Museo de Arte Popular hasta el 31 de marzo de 2013. (Foto: ARCHIVO EL UNIVERSAL Y COTESÍA )

Vargas Dulché, quien debutó como escritora en EL UNIVERSAL, creó historias para el papel, radio, ciney televisión

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Un momento! ¿No es acaso éste el escritorio donde hace un cuarto de siglo vi sentada a Yolanda Vargas Dulché? Parece que sí. ¿Y no es este retrato suyo el mismo que ella me mostró en su residencia del Pedregal de San Ángel? Parece que sí. ¿Y todas estas figuras en miniatura no me las presumió luego de charlar un buen rato? Pues sí.

Este déjà vu está leve comparado con el que sigue. Mientras veo imágenes de video de Fanny Cano en blanco y negro, interpretando a la malvada y guapa Rubí, tres niños de la vida real aparecen y se sientan en el suelo frente al televisor sesentero. Igual como yo lo hacía con mis hermanos. Uno de los chavitos de hoy dice: “Ja, qué chistoso, en blanco y negro”.

Se trata de la exposición Yolanda Vargas Dulché. Contadora de historias, que se presenta en el Museo de Arte Popular hasta el 31 de marzo de 2013. En la muestra hay objetos personales, comics, estudios de televisión simulados, vestuarios de telenovelas, videos y proyección de una película.

En 1987 le pregunté a doña Yolanda a cuáles personajes salvaría en un naufragio. Me contestó: “A los más desvalidos: Memín Pinguín y María Isabel. Memín por ser un niño travieso y María Isabel por ser una mujer inteligente pero sin instrucción”.

En la exposición hay fotos de la escritora siendo niña, pero no se cuenta que tuvo una infancia muy dura. Esa parte de su vida puede contarse como en una historieta, a partir de lo que ella me dijo: Había una vez una linda niña de ojos claros que, a los cinco años de edad, vivía en un internado de monjas.

Ella, la más pequeña del colegio, era levantada con una soberana nalgada por ser la última en despertar de sus tiernos sueños. ¿Qué hacía esa personita en una escuela de monjas? Sucedió que sus padres se divorciaron, y en los años treinta se acostumbraba enviar a los hijos de esas parejas a un internado, con la falsa idea de que así no se darían cuenta de la verdad. La niña padeció un año la tristeza de vivir lejos de sus seres queridos. Cuando volvió a su hogar, su padre no estaba.

A pesar de que Yolanda recorría las calles con zapatos rotos, era feliz, y procuraba darle ánimos a su madre, quien sufrió mucho el abandono de su esposo. Yolanda Vargas Dulché vivió su adolescencia en un ambiente literario porque su padre, Armando Vargas de la Maza, era un periodista reconocido, y una de sus tías, Catalina D’Erzell, fue una dramaturga de cierto renombre.

Cuando estudiaba secundaria, Yolanda sintió la necesidad de expresar su mundo. Escribió en una libreta escolar un texto titulado Cristal, recuerdos de una muchacha, que décadas después fue publicado por la autora. (Uno de esos volúmenes puede verse en el escritorio donde ella trabajaba, expuesto en el Museo de Arte Popular).

Le pregunté por qué tituló así ese libro y me contestó: “Yo quería contar mi vida de forma transparente, sin ninguna opacidad. La palabra Cristal me ha seguido toda mi vida, así se llama mi quinta hija y los hoteles que maneja mi esposo” (Guillermo de la Parra, ya fallecido).

Del nombre de su marido surgió el título de su historieta más famosa: “Cuando la escribí, éramos novios y él me contó que era tan travieso que le decían Memín Pinguín”.

Quise saber por qué Memín era un negrito pelón y no morenito de cabello lacio, más acorde con el estereotipo mexicano. Respondió: “Yo había estado en Cuba y me fascinaron los niños negritos, parecían de chocolate”.

Sobre la historia editorial de Memín Pinguín, destaca una anécdota: “Empecé con Memín en tiempos de Ávila Camacho, y por cierto su mamá también se llama Eufrosina. Un día, García Valseca, el dueño de la editorial, me llamó para pedirme que le cambiara de nombre a ese personaje. Dije que no, porque no era un personaje negativo, al contrario”.

Recordó que sus pinitos literarios fueron en EL UNIVERSAL, “a donde mandé unos cuentos que fueron publicados con halagadoras notas de la redacción. Yo me sentía feliz”. Luego escribió argumentos para la revista de historietas Chamaco Chico.

El primer gran éxito fue Chispitas, que luego se conoció como Ladronzuela. Después vinieron Encrucijada, Rubí, El pecado de Oyuki, Gabriel y Gabriela, y un largo etcétera.

“Yesenia surgió a partir de que, siendo niña, observaba a unas gitanas que tenían un local cerca de mi casa. Oyuki es un personaje más elaborado, surgió de mis muchas lecturas de la cultura japonesa. Sentí una gran necesidad de escribir sobre la sumisión de sus mujeres y la riqueza de sus costumbres”.

Vargas Dulché fue también cantante en el dueto Rubia y Morena, al lado de su hermana Elba, acompañadas algunas veces por Agustín Lara en el piano. En sus ratos libres pintaba al óleo, y no lo hacía mal, según puede verse en la mencionada muestra. Sus historias, las más leídas en décadas, traspasaron el papel y llegaron a la radio, la televisión y el cine.

Doña Yolanda y su esposo crearon la Editorial Vid y CITEM, distribuidora de publicaciones. La exposición Contadora de historias, es un viaje por la vida de esa artista y también de cada uno de los visitantes.



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