Recuerda Arau amargo sabor
cesar.huerta@eluniversal.com.mx
En abril de 1992, Alfonso Arau decidió entrar al antiguo cine Belle Epoque para ver la respuesta del público hacia su película Como agua para chocolate, que se había estrenado días antes.
Se encontró, entonces, con una sala (hoy cine Lido, en la Condesa), donde las luces no servían y el audio era pésimo.
No era nuevo, porque en varias de ellas el mismo realizador había tenido que llevar focos para que se pudiera proyectar la historia basada en la novela de Laura Esquivel, publicada meses antes.
“Pero eso día una señora le dijo a la persona que la acompañaba: oye, mejor vámonos del otro lado de la sala, porque ahí se acaban de reír, y aquí no escuchamos nada.
“Me salí y me puse a llorar en la banqueta, me deprimió mucho ese comentario”, recuerda Arau.
En ese momento, Como agua para chocolate no pintaba para ser un fenómeno entre el público.
¿Qué ocurrió?
La película se ubica en los albores del siglo 20 teniendo como protagonista a Tita, que debe cuidar a su madre y seguir las tradiciones del lugar, hasta que se enamora.
Costó 20 millones de pesos, cuando el promedio para un largometraje nacional era de unos 400 mil pesos.
En primera instancia sólo se mantuvo por un par de semanas en la cartelera mexicana, donde la crítica la despedazó, pero tiempo después fue exhibida en más de 50 países.
Echó mano de actores que apenas acababan de salir de la escuela, como Lumi Cavazos, en el rol protagónico, o de algún familiar; por ejemplo, contrató a su prima hermana, Regina Torné, para un papel central.
“Fue un rodaje de muchas cosas. Complicado porque estuvimos unos tres meses aislados en el desierto de Coahuila, a media hora de Ciudad Acuña y la gente fuera de su casa tanto tiempo, fuera de sus amantes, novios, familia, de todo eso, se vuelve loca”, recuerda Arau, con risa traviesa, pero sin decir mucho, como tratando de que lo ocurrido se sume a la leyenda del rodaje.
Como agua para chocolate se concibió con Esquivel, su pareja sentimental en ese momento, como un gran proyecto que buscaba internacionalizarse. La novela fue hecha con un estricto rigor de guión cinematográfico para que al momento de conseguir los recursos y hacer la película, fueran como dos gotas de agua, comenta Arau.
Y aunque se tuvo una planeación previa exhaustiva, la naturaleza no dejó de echar la mano. “Por ejemplo, no teníamos dinero para el momento en que Tita (Cavazos) y Pedro (Marco Leonardi) hacían el amor por primera vez, que era ilícito, y no había dinero ni siquiera para el cliché de juegos artificiales”, cuenta.
“Pero estábamos filmando y de repente comenzó a ocurrir un milagro. Empezó a llover y a haber relámpagos fuertes, entonces me fui con las cámaras al cuartito donde se hacía la escena y tuvimos esos fuegos artificiales que regaló Dios”, narra.
Ya terminada la película, Arau quiso venderla en México y EU y en todos lados le cerraron la puerta.
Sólo hubo una mujer, de una distribuidora llamada Pandora, que volteó a verla. Dio un anticipo, la llevó al festival de Cannes, las ofertas le lovieron y lo demás es historia.
En México fue lanzada comercialmente el 16 de enero con 41 copias, luego salió y tras el éxito en Estados Unidos, volvió para poblar las carteleras nacionales, donde incluso consiguió una placa en el extinto cine Latino, del DF, por su permanencia.
De acuerdo con cifras oficiales, recaudó 12 millones 600 mil pesos en tierra azteca y en el país del Norte se ostentó por más de una década como la película de habla hispana más taquillera, hasta que fue desbancada por El laberinto del fauno, de Guillermo del Toro.
“Ahora mismo se están venciendo los derechos. Los vendí a 20 años y ahorita están expirando esos contratos y ya hay nuevas tecnologías como el Blu Ray y el internet”.