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Lo que para ecologistas y legisladores es un acto de barbarie destinado a la prohibición, para los actores Elia Domenzain y Arturo Beristain es un rito milenario que debería preservarse. Ambos están ligados a la fiesta brava desde niños, y más tarde, esa pasión se ha entrelazado con su quehacer artístico.

Domenzain tiene un poemario titulado “Y ahora, soy yo la torera”, del cual se desprende el espectáculo flamenco “La torera, la cogida y la muerte”, que ha presentado en escenarios de México desde el 2000, y durante cinco años consecutivos nada menos que en Andalucía. El 23 de octubre próximo estará presente con ese montaje en Culiacán, y el 25 en Los Mochis, en el marco del Festival Cultural Sinaloa 2011.

Arturo Beristain tuvo la suerte de convivir desde muy pequeño con el actor José Gálvez, quien fue novillero en sus años mozos, en su natal Colombia. Gálvez le dio clases de toreo de salón y le heredó sus avíos taurinos. El actor llevó las cosas un poco más lejos, al participar en tientas y ser mentor de tauromaquia del grupo de actores que representó “La suerte suprema” de José Caballero.

El actor, quien forma parte del elenco estable de la Compañía Nacional de Teatro, también se ha preocupado por estudiar la historia del toreo y se expresa de ella con erudición. Lamenta que la fiesta brava sufra los embates de lo que él llama “una moda de lo políticamente correcto”. Agrega: “Vengo de una generación en la que estaba prohibido prohibir: no quieres ir a los toros, no vayas; no quieres ver pornografía, no la veas, pero no intentes prohibir que otros lo hagan. Actualmente, el Partido Verde Ecologista alienta la pena de muerte y está en contra de la muerte de los toros, no entiendo su lógica”.

Se acabará la fiesta

Por su parte, la actriz y bailarina se refiere a otra contradicción: “Si los ecologistas logran que en México se prohíban las corridas, entonces se extinguirá el toro de lidia; ellos deberían ir a una ganadería para que vean el trato de reyes que se les da ahí. Ya quisieran otras reses y otros animales vivir de esa manera, y tener la posibilidad de ser inmortalizados”.

Beristain habla del origen cretense de la adoración al minotauro, y de los profundos significados del rito taurino, que se relacionan con la siembra, previa fecundación de la tierra con la sangre del toro. Y, paralelamente, la fecundación de la mujer.

Añade: “Cuando 40 mil corazones repiten al mismo tiempo un mantra (olé), se provoca que la sangre de todos empiece a circular a cierta velocidad, incluidos el toro y el torero, y se produce la catarsis, que a veces también se logra en el teatro. Y cuando hay catarsis, el mundo entra en armonía, y entonces gana el bien sobre el mal; ganamos los buenos y pierden los sicarios que son los verdaderos asesinos. Si la gente conociera un poco de lo que se trata, tomaría conciencia de lo que está en juego”.

Domenzain abre su libro y recita: “Al toque del clarín de un cielo andaluz, / me transporto elevada sobre cuarenta mil voces / del olé mántrico gritándole a Dios. / Al vuelo en el ruedo, tus luces del terno / me brindan ilusiones y promesas / de viajar en tu faena. / Me tientas, / me burlas, / me seduces, / me dominas / y con los ojos clavados en el fondo del mirar, / me citas a torearme en la danza de los jadeos, / me ventilas capotazos airados de estupor”.

Beristain comprende que Cataluña desee pintar su raya de España, pero le parece inaudito que de este lado del océano se quiera imitar una medida eminentemente política.

El actor ensaya actualmente para la reposición de “Horas de gracia”, de Juan Tovar, y de un nuevo montaje de “La historia oculta de Romeo y Julieta”, versión para adolescentes de Berta Hiriart, más otro interesante proyecto en puerta.

Elia trabaja de jueves a domingo en “Kant en altamar” (Teatro Casa de la Paz), de David Hevia, a partir de un texto de Thomas Bernhard.

Arturo Beristain y Elia Domenzain están preocupados porque el “prohibido prohibir” es un lema casi en desuso que podría revivirse en México en caso de que la medida se tome.