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José Vales Desde el Cono Sur

José Vales / Corresponsal| El Universal
05:00Lunes 19 de enero de 2015
El muerto número 86 de la AMIA

Hoy en la tarde las instituciones argentinas estaban llamadas a marcar un hito histórico. Un fiscal, Alberto Nisman, quien dedicó los últimos nueve años de su carrera a investigar el atentado de la AMIA, debía asistir al Parlamento para presentar la imputación contra la presidenta, Cristina Kirchner y otros miembros del gobierno, por haber protegido a los acusados iraníes del atentado a cambio de petróleo y varios acuerdos comerciales. Eso no ocurrirá, porque el fiscal Nisman apareció muerto en su departamento, con el sello de la
mafia.

Dicen que estaba amenazado y que su cuerpo presenta heridas de armada de fuego y una pistola, calibre 22 de su pertenencia, aunque la fiscal que lleva el caso, Viviana Fein, dijo que no se puede afirmar que haya sido un suicidio. Si la denuncia de Nisman contra la máxima autoridad de la República había conmocionado a la población su muerte sacude de estupor. Desde el pasado miércoles cuando hizo públicas las escuchas telefónicas que incriminan a la mandataria , al canciller Héctor Timerman, a un diputado y al piquetero oficialista, Luis D¨Elia y un oscuro personaje, siempre funcional a los servicios de inteligencia como lo es el líder de la agrupación Quebracho, Fernando Esteche, la presidenta guarda silencio. No es fácil responder a la acusación de que acordó con Irán el levantamiento de las alertas rojas contra los acusados del atentado en la Interpol.

Pero nada de lo previsto ocurrirá hoy en el Congreso. Nisman se convirtió en el muerto número 86 de la AMIA, que no encuentra justicia, desde que aún con el edificio en ruinas, la investigación se convirtió en el botín más importante de los servicios de Inteligencia argentinos ya en tiempos de Carlos Menem.

Fue Menem, justamente, el primer presidente acusado por Nisman de desviar la investigación, cuando Néstor Kirchner había decidió montarse sobre la causa AMIA para congraciarse con la comunidad Judía, de la misma forma que su política de derechos humanos terminó por definirlo como de centroizquierda. Esto después de no haber realizado un homenaje jamás a los desaparecidos durante sus 12 años como gobernador de Santa Cruz, donde siempre había buscado aparecer como un hombre cercano a las Fuerzas Armadas, en tiempos de dictadura.

Nisman, tenía una excelente sintonía con los Kirchner al igual que muchos de los fiscales y jueces federales. Nada hacía suponer que con los años se convertiría en el acusador de la presidenta.

Aquellos serían las primeros giros copernicanos de un kirchnerismo que se engolosinó con esos métodos. En la Secretaría de Inteligencia, ungieron a "Jaime" Stiuso, un cuestionado jefe de Operaciones a quien todos temían. Eso hasta que el gobierno lo jubiló hace dos meses,
justo cuando la presidenta emprendió su cruzada contra una Justicia a la que había sometido a voluntad, durante los últimos 12 años. Fue Stiuso el que, según fuentes inobjetables, le aportó las pruebas del acuerdo de la presidenta con el régimen iraní a Nisman, luego de que
en el 2012, el gobierno firmara un acuerdo con Irán, por el que se negoció durante dos años y que según Nisman buscaba quitar del ojo de la Justicia a los verdaderos responsables del atentado.

De corroborarse esto, la muerte de Nisman, se asemejaría a otras tantas ocurridas en las postrimerías de la dictadura militar a expensas de agentes que amenazados con la pérdida del empleo.

Nisman pasó de ser un fiscal fiel al kirchnerismo a un muerto, pasando por su rol de acusador de un gobierno que no dejó error por cometer y exabrupto por experimentar. Esta muerte, complica aún más un, de por sí, complicado final de época. Ya no importa si la Justicia logra dilucidar qué pasó con Nisman o si el atentado a la AMIA quedará, como parece, eternamente impune. Es probable que las sospechas sobre este gobierno, recaerán de todas maneras. Por acción o por omisión. Por lo que dijeron en los últimos días los venales aláteres kirchneristas o por el silencio llamativo de la acusada presidenta.

Hoy no habrá hito para las instituciones argentinas, porque lo que queda de ellas no pueden permitirse ya una presentación de un fiscal en una comisión de Legislación Penal de la Cámara de diputados. Hoy, la Argentina, es un país un poco más sinuoso e impune de que de costumbre y un país peligroso para aquellos que pretenden la verdad y la Justicia. Como lo fue alguna vez, en otros tiempos, más oscuros y sin democracia.

jram



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