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Una larga lista

José Vales / Corresponsal| El Universal
Martes 20 de enero de 2015

Buenos Aires.— Alberto Nisman no es el primer “suicidado” de la red de escándalos que suele caracterizar a la política argentina desde la recuperación de la democracia. Hay que remontarse a 1994, cuando el brigadier retirado Rodolfo Echegoyen, director de Aduanas por recomendación del enigmático empresario Alfredo Yabrán, apareció con un tiro en la cabeza.

Unos años después sería el capitán de marina y ex torturador de la ESMA, Horacio Estrada, vinculado al tráfico de armas, y en 1999 le llegaría el turno a Alfredo Yabrán, quien presuntamente se disparó en el rostro cuando el juez lo citó a declarar por la muerte del reportero gráfico José Luis Cabezas.

Después llegaron Marcelo Cattaneo, quien apareció colgado en la Costanera norte con una hoja de periódico que hablaba de los contratos fraudulentos entre Banco Nación e IBM y que él esperaba contar todo lo que sabía al respecto. En 2001, Lourdes Di Natale, ex secretaria de Emir Yoma, cuñado de Menem, y quien debía declarar ante el juez para decir todo lo que sabía de la red de corrupción que rodeaba al menemismo, también falleció en circunstancias sospechosas.

Ninguno de estos casos reviste tal gravedad institucional como el de Nisman, quien estaba decidido a llegar hasta los tribunales de La Haya aduciendo que la presidenta y parte de su equipo encubrió un delito de lesa humanidad. No llegó ni a hablar ante el Congreso. Se convirtió en el muerto número 86 del atentado a la AMIA, que se cobró 85 víctimas en 1994.

Ahora, quedan las dudas, las acusaciones y el silencio de la presidenta Cristina Kirchner, quien vio caer a su acusador, pero no los cargos que se le imputan. La gravedad institucional es extrema y el final de época del kirchnerismo que ya se presentaba complicado ya tiene su suicidado. A partir de aquí quedó teñido de sangre.



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