Panamá, la nueva Casablanca
Panamá.— En un salón de un hotel de Panamá apenas mecido por las débiles notas musicales que emanan de un piano, agentes castristas y anticastristas almuerzan separados pero de cerca en un panorama de impaciencia, mientras antichavistas y chavistas venezolanos, “orejas” bolivianos, “soplones” ecuatorianos, “mirones” colombianos, informantes “yanquis” y espías de todo signo deambulan atentos a cualquier movimiento que se registre.
El ambiente asemeja al de un famoso café de la ciudad marroquí de Casablanca durante la Segunda Guerra Mundial, en un agitado nido de intrigas entre las tropas nazis de ocupación en una colonia francesa y las fuerzas europeas de la resistencia y que quedó plasmado en un laureado filme de 1942 con el mismo nombre.
Pero la descripción corresponde al decorado político que persiste en torno a la VII Cumbre de las Américas en Panamá, que empezará hoy y concluirá mañana.
La disidencia y el oficialismo de Cuba permanecían ayer bajo un mismo techo pero sin compartir escenarios en los debates previos a la Cumbre. “El ambiente está crispado”, dijo Elizardo Sánchez, presidente de la ilegal Comisión Cubana de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional y uno de los opositores cubanos que asiste a los foros paralelos a la cita hemisférica, que finalizan hoy en este hotel.
Sánchez relató a EL UNIVERSAL que dos venezolanos —uno defensor del fallecido presidente de Venezuela, Hugo Chávez, y otro antichavista— se pelearon a trompadas en un taller sobre gobernabilidad democrática del Foro de la Sociedad Civil y Actores Sociales paralelo a la cumbre.
Sin éxito, la delegación oficialista de organizaciones civiles de Cuba exigió que los disidentes cubanos fueran excluidos de las reuniones. Para un bando, como para el otro, todo huele a conspiración… en esta Casablanca.