Washington.— La considerada como inevitable candidata demócrata a la presidencia en 2016, Hillary Clinton, protagonizó en el curso de las últimas horas su primera gran batalla para evitar ser descabalgada de la lucha por la Casa Blanca en medio de un primer pulso contra los republicanos que le exigieron hacer públicos los correos electrónicos que mandó y recibió desde su cuenta personal cuando ocupaba el cargo de secretaria de Estado.

En un rápido movimiento de reflejos, Clinton demandó a través de su cuenta Twitter al Departamento de Estado hacer públicos estos correos para atajar cualquier duda sobre su lealtad a la presidencia de Barack Obama, o sospechas sobre la legalidad de sus acciones como máxima responsable de la política exterior.

Pero también para disipar las muchas teorías conspirativas que han marcado los trágicos acontecimientos de septiembre de 2012, cuando una turba protagonizó un ataque terrorista contra la embajada de Estados Unidos en Bengasi, donde perdió la vida el embajador, Chris Stevens.

La decisión de Hillary no ha conseguido, sin embargo, disipar las muchas dudas y preguntas sobre sus correos electrónicos, que manejaba a través de un servidor personal desde su casa en Nueva York. Para muchos ciudadanos, el hecho de que Hillary Clinton haya dispuesto de un servidor personal para garantizar la máxima seguridad a sus correos, habla del tratamiento excepcional de una mujer a la que siempre se ha visto como parte de un clan político acostumbrado al trato diferencial frente al ciudadano de a pie.

Por si fuera poco, a la batalla por la transparencia que los republicanos utilizan como ariete de sus embates contra la favorita de los demócratas para mantener el control de la Casa Blanca, se ha sumado la agencia de noticias AP, que ha exigido la desclasificación de unos correos para entender el papel que jugó Clinton durante episodios tan trágicos como el de Bengasi en 2012.

La ley federal obliga a todos y cada uno de los funcionarios del Estado a mantener su correspondencia a través de las cuentas oficiales de internet.

En una campaña apurada de control de daños, desde el Departamento de Estado, se reiteraba ayer que personal asignado se encuentra revisando poco más de 55 mil páginas de correos y mensajes electrónicos de Hillary Clinton para determinar cuántos de estos se pueden desclasificar sin comprometer con ello la seguridad nacional de Estados Unidos o dañar innecesariamente las relaciones diplomáticas con terceras naciones.