Francia, contra el terror
Video. En una manifestación histórica, millones de franceses tomaron las calles para condenar la violencia extremista; en la que participaron también medio centenar de líderes mundiales, entre ellos, Angela Merkel, David Cameron, Mariano Rajoy, Benjamin Netanyahu y Francois Hollande
Unidos en la lucha contra el terrorismo, ayer cerraron filas en París el premier israelí Benjamin Netanyahu; el mandatario de Mali, Ibrahim Boubacar Keita; el líder galo, Francois Hollande; la canciller alemana, Angela Merkel; el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, y el líder palestino, Mahmoud Abbas. (Foto: PHILIPPHE WOJAZER. REUTERS )
París.— “¡Charlie!, ¡Charlie!, ¡Charlie!”. Un grito unánime y la fuerza imparable de 1.5 millones de personas salieron a las calles de París (3.7 millones se manifestaron en el conjunto de Francia) para recordar a las víctimas de los atentados terroristas de la semana pasada y defender la libertad de prensa. “París es hoy la capital del mundo”, había dicho a primera hora el presidente galo, Francois Hollande.
Decenas de líderes mundiales marcharon en París tomados de los brazos bajo fuertes medidas de seguridad, en un tributo sin precedentes a las víctimas de los ataques islamistas de la semana pasada. Comentaristas dijeron que la última manifestación callejera de este tipo se produjo tras la liberación de la capital francesa de los nazis en 1944.
El subsecretario mexicano de Relaciones Exteriores, Carlos De Icaza, marchó también. Antes fue recibido en el Palacio del Elíseo por Hollande, a quien transmitió un mensaje de solidaridad que le encargó el Presidente Enrique Peña Nieto.
Hollande, y los líderes de Alemania, Angela Merkel, Israel, Benjamin Netanyahu, Reino Unido, David Cameron, y territorios Palestinos, Mahmoud Abbas, entre otros, iban a la vanguardia de una marea humana que acudió desde el mediodía a la Plaza de la República desde todos los rincones de la ciudad. Jóvenes en grupos agarrados del brazo, parejas mayores, niños de pocos años de la mano de sus padres. Blancos, negros, árabes, los ricos de los barrios acomodados y los pobres del extrarradio olvidado. Los franceses volvieron a sentirse ayer ciudadanos de un gran país que no piensa rendirse ante el terrorismo y que quiere defender a ultranza una libertad de expresión radical, sin tabúes, sin miedo a los poderes ni a los dogmas.
El recorrido previsto se vió desbordado incluso antes de las 15:00, hora oficial del comienzo de la marcha de la Plaza de la República a la Plaza de la Nación. La manifestación se iba ampliando a las calles y plazas paralelas y crecía por minutos. A las 15:00, cuando los líderes internacionales arrancaron la cabecera de la marcha junto a Hollande, mucha gente no había siquiera podido aproximarse a los puntos de concentración.
“¡Je suis Charlie!” El grito en la plaza era atronador: “Yo soy Charlie (Je suis Charlie)”, “Yo soy judío”. La multitud se arrancó varias veces a cantar la Marsellesa a capela. Y no eran sólo franceses. Se veían banderas de multitud de países, sobre todo europeas, pero también había estadounidenses, de varios países africanos e incluso una brasileña.
Francia gritó ayer con una sola voz y arropó a las víctimas del atentado contra la revista Charlie Hebdo, cuyas familias y amigos abrieron el cortejo por delante de los dirigentes. Los supervivientes de la matanza en la redacción del semanario, los primeros, algunos con el puño en alto en actitud desafiante; entre lágrimas pero dispuestos a seguir haciendo lo que mejor saben, periodismo crítico contra el poder y a servicio del ciudadano.
De ciudadanos como Abdel, francés de Bobigny, al norte de París, que se acercó con sus potes —sus amigos— hasta la marcha. Abdel, hijo de argelinos llegados a Francia en los años 70, miembro de esa generación que lucha por integrarse y cuyas manzanas podridas terminaron en el yihadismo, llevaba un cartel que decía “soy musulmán y francés, soy Charlie, por la libertad de prensa”.
O como el matrimonio muy mayor que se sostenían de la mano uno al otro. Marcel y Lucie Milau, con su pegatina de “Je Suis Charlie” en el abrigo y un pequeño cartel. Maestros jubilados, Marcel decía que se manifestaba “para defender lo que tanto nos costó conseguir hace años, incluso con sangre, la libertad, el no tener miedo, el no ser oprimidos”.
A las 18:00, cuando debía finalizar la marcha, la marea seguía fluyendo despacio hacia la Plaza de la Nación. La Rue Faubourg St-Antoine que lleva hasta la plaza desde la Bastilla, casi dos kilómetros, era una riada de gente a pesar de que no estaba incluida en el recorrido oficial.
Con el puño en alto. La multitud aplaudió a rabiar durante todo el día a los policías, algunos los abrazaban. Tres perdieron la vida esta semana a manos de los terroristas. Y aplaudió con respeto y emoción al paso de la cabecera con los allegados de las víctimas. Patrick Pelloux, médico y miembro de la redacción de Charlie Hebdo, levantaba un puño en la cabecera de la marcha.
A las 19:00, con los 5 mil 500 policías y militares que aseguraban el recorrido todavía en tensión, el Ministerio del Interior francés dijo que era imposible dar una cifra de asistentes, aunque la agencia AFP dio la de 3.7 millones en toda Francia. Estimaciones del diario Le Monde ubicaban la participación en cuatro millones en toda Francia, 1.5 de ellos en la capital.
Policías y soldados vigilaron las calles de París para proteger a los manifestantes de posibles atacantes, con francotiradores ubicados en los techos de los edificios y efectivos vestidos de civil entre la multitud.
Los medios hablaban de la mayor manifestación de la historia de Francia. Posiblemente, ayer en París se vivió la mayor concentración ciudadana de la historia de Europa, multiplicada con marchas y concentraciones en Berlín Viena, Bruselas, Madrid, Londres o Roma, donde miles salieron ayer a expresar su solidaridad con Francia. Incluso en América Latina, cientos salieron en las ciudades de Medellín, Caracas, Buenos Aires, y Río de Janeiro.
Francia enfrenta su mayor desafío desde la Segunda Guerra Mundial. Hacer frente a una amenaza terrorista amorfa, sin claros contornos. Los tres terroristas eran franceses nacidos en Francia, educados en escuelas francesas. El país de la libertad por antonomasia, el primero que declaró los derechos humanos, debe ahora luchar contra un desafío asesino sin traicionar los valores y principios por los que ayer salieron a las calles millones de ciudadanos. Con información de agencias