El sueño americano de un hispano
Simpatizantes de una reforma migratoria se manifestaron contra Rubio. (Foto: ESPECIAL )
Marco Rubio siempre ha presumido de su pasado como hijo de inmigrantes de Cuba. “Mi padre era un barman y mi madre una criada de limpieza en hoteles”. Sus deseos de convertirse en el chico del póster del sueño americano o en el del hombre que se hizo a sí mismo, para convertirse en Senador de Estados Unidos y posiblemente en el primer hispano que llega a la Casa Blanca, nunca han estado exentos de claroscuros y contradicciones.
Por ejemplo: ¿cómo conciliar la postura de un político que se presenta en sociedad como uno de los ocho arquitectos del último proyecto de reforma migratoria en el Senado, mientras rechaza abiertamente las órdenes ejecutivas del presidente Barack Obama para aliviar la situación de millones de indocumentados?
Este tipo de contradicciones son las que, precisamente, dan la medida de un personaje de personalidad zigzagueante (¿o quizá oportunista?) como Marco Rubio, un político de 43 años que muchos presentan como el “chico de oro”, como el orador elocuente y como la esperanza de los hispanos para desalojar a las dinastías políticas de la Casa Blanca.
Las cualidades que sus estrategas de campaña y sus principales donadores presentan hoy como credenciales y salvoconducto para llegar a la presidencia, no parecen impresionar mucho a la base electoral del Partido Republicano. Según los últimos sondeos, sólo un 7% de los republicanos lo consideran una buena opción, aunque reconocen que el poder de la maquinaria de Jeb Bush difícilmente dejará que Marco Rubio les rebase por las bandas en las primarias por la nominación presidencial.
Con todo, algunos de sus más entusiastas simpatizantes, como Norman Braman, un multimillonario empresario de automóviles de lujo de Miami, que ha anticipado una contribución de más de 10 millones de dólares a la campaña de Rubio, insiste en que el senador por Florida será capaz de demostrar que puede derrotar a las dinastías de los Bush y los Clinton.
Un segundo elemento que mantiene en el desconcierto a los electores es la posición de Rubio ante el proceso de deshielo entre Washington y La Habana, un histórico suceso que cuenta con el respaldo de 59% de los ciudadanos en Estados Unidos y con 96% de los habitantes en Cuba.
A pesar de ello, Rubio insiste en que el presidente Barack Obama comete un “trágico error” al bajar la guardia ante el régimen castrista que, según consideró, supone una “gran amenaza para la seguridad de Estados Unidos”.
Las posiciones de Rubio en temas como la reforma migratoria y el histórico proceso de reconciliación con Cuba, si bien podrían redituarle importantes apoyos durante las elecciones primarias —donde todos los aspirantes del partido republicano tienen que apelar a la base más conservadora—, se podrían convertir en su sepultura presidencial en el marco de unas generales en las que la suma del voto de las minorías (que hoy son la mayoría en EU) podrían terminar demostrando la forma en que Rubio decidió ponerse del lado equivocado de la historia.
Al final, la inexperiencia de la que ha hecho gala Rubio podría tropezarse con la realidad, como lo hizo cuando en 2013 dio un espectáculo de principiante, cuando se le atragantó la respuesta al informe sobre el Estado de la Unión de Barack Obama entre sorbo y sorbo de botellines de agua.
Egresado de la Escuela de Leyes en la Universidad de Miami, Marco Rubio siempre asegura que el interés por la historia y la política le llegó por la proximidad con uno de sus tíos que solía leerle libros y periódicos. Estrella ascendente en el seno del Movimiento del Tea Party y casado con una antigua porrista de los Miami Dolphins, con quien tiene cuatro hijos, Rubio siempre ha defendido posiciones conservadoras e identificadas con el llamado “halconismo institucional” de los republicanos en asuntos como el deshielo de las relaciones frente a Cuba o las negociaciones de Estados Unidos ante el régimen iraní.
Sus feroces ataques contra la política económica de Barack Obama, quien ha conseguido sacar Estados Unidos de una recesión, y su firme oposición a un aumento del salario mínimo para que éste pase de los 7 a los 10 dólares, hablan por sí mismas de las propuestas de un político empeñado en conquistar la Casa Blanca para dejar atrás la era “liberal” de Barack Obama.