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El dinero es el "estiércol del diablo", dice en audiencia

El Universal
Domingo 01 de marzo de 2015

Ciudad del Vaticano.— En su primera audiencia después de los ejercicios espirituales de cuaresma en los que participó, concluidos el pasado viernes, el papa Francisco dijo ayer que “cuando el dinero se convierte en un ídolo impone sus formas de conducta al hombre”, arruinándolo y haciéndolo “un siervo”, mientras que cuando se pone al servicio de la vida “no es el capital que manda sobre los hombres sino los hombres sobre el capital”.

Reforzando este concepto, externado al encontrar en el Aula Pablo VI a casi siete mil representantes de la Confederación de cooperativas italianas, el Pontífice agregó que para lograr lo anterior se requería de una “calidad nueva de la economía” que ayude no sólo a las personas “a crecer en todas sus potencialidades”, sino a erradicar en el mundo de hoy el fenómeno del trabajo negro.

“¿Cuántos hombres y mujeres que hacen trabajo doméstico ahorran para sus pensiones de jubilación?”, se preguntó retóricamente el Papa para después subrayar que “hay quien ofrece 11 horas de trabajo al día por 600 euros al mes. Y si no te gusta, pues te dicen que te vayas a casa. Esto es lo que pasa en este mundo, donde si tú no aceptas, otro aceptará. Hay filas de gente en busca de trabajo... es el hambre las que le hace aceptar el trabajo negro”.

Más adelante, luego de definir el dinero como el “estiércol del diablo”, un Francisco invitó al mundo a encontrar “formas, métodos, comportamientos e instrumentos para combatir la ‘cultura del descarte’, cultivada por los poderes que sostienen las políticas económico-financieras del mundo globalizado”.

En este marco explicó que por el contrario, “globalizar la solidaridad” significa pensar en los desocupados, en los pobres y en el desarrollo humano, por lo cual, “debemos pensar en las necesidades del sector salud que los sistemas del ‘welfare’ tradicional no logran ya satisfacer”, pero también en las “exigencias de la solidaridad, colocando nuevamente al centro de la economía mundial la dignidad de la persona humana”.

A los jóvenes, mujeres y adultos sin trabajo, así como a las nuevas empresas y con aquellas en dificultades, “a las que los patrones conviene dejar morir cuando pueden seguir viviendo, ser salvadas”, Francisco expresó una fraternal, pero firme solidaridad.

“Cómo sería bello si pudiera nacer, partiendo de Roma, una red eficaz de asistencia y solidaridad y que la gente, comenzando por los más necesitados, fuera colocada en el centro de este movimiento solidario”, agregó.

La gente también debe estar en el centro de la economía, añadió el Papa, porque se “corre el riesgo de pensar que se hace el bien” cuando en realidad se “sigue haciendo sólo ‘marketing’ cuando personas y empresas no abandonan el circuito fatal del egoísmo que tiene como centro el dinero”.

Esto, aclaró el Pontífice, “no significa que las utilidades económicas no deban crecer”, pero sólo es posible si las empresas realmente “involucran a todos”, visto que “en una sociedad que envejece” la economía no se renueva.

Fue por esta razón que Francisco invitó al sector privado a realizar inversiones necesarias y productivas dadas, sobre todo, las dificultades que existen actualmente para “obtener dinero público para colmar la actual necesidad de recursos”.



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