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El desencanto de la 'guerra islámica' con el EI

AP| El Universal
13:24Túnez | Martes 03 de febrero de 2015
El Estado Islmico ya ha matado a 120 de sus propios miembros en los ltimos seis meses, la mayora

TERROR. El Estado Islámico ya ha matado a 120 de sus propios miembros en los últimos seis meses, la mayoría de ellos extranjeros que querían volver a sus patrias. (Foto: AP )

Personas de todo el mundo se han sumado a unidades del Estado Islámico, pero cuando cunde el desencanto, se dan cuenta de que es mucho más difícil irse que entrar a esas organizaciones

En una esquina de Túnez, Ghaith espera con la cabeza cubierta por una capucha, mirando nerviosamente hacia todos lados en busca de cualquier indicio de que puede haber militantes del Estado Islámico en la zona.

Fuma un cigarrillo tras otro mientras describe las matanzas indiscriminadas, el abuso de las reclutas mujeres, la dureza de una vida en la que una comida consiste en pan y queso o aceite. Cuenta que compañeros de lucha le pusieron una navaja en el cuello para hacerlo recitar un verso del Corán sobre la guerra islámica para demostrar su compromiso.

"Fue algo muy distinto de lo que se decía que era la yihad", expresó Ghaith, quien pidió ser identificado solo por su nombre de pila por temor a ser asesinado. El hombre finalmente se entregó a soldados regulares de Siria.

Personas de todo el mundo se han sumado a unidades del Estado Islámico y muchas de ellas comprueban que la vida en los campos de batalla de Irak y Siria es mucho más austera y violenta de lo que esperaban. Y cuando cunde el desencanto, se dan cuenta de que es mucho más difícil irse que entrar a esas organizaciones.

La agrupación Observatorio Sirio de los Derechos Humanos dice que el Estado Islámico ya ha matado a 120 de sus propios miembros en los últimos seis meses, la mayoría de ellos extranjeros que querían volver a sus patrias.

Incluso si logran escaparse, los ex combatientes siguen siendo considerados terroristas y un peligro en sus propios países. Miles son vigilados o están presos en el norte de Africa y en Europa, donde ex militantes mataron a 17 personas en ataques terroristas perpetrados el mes pasado en París.

"No todo el que regresa es un potencial asesino. No todos van a matar. Muy lejos de ello", aseguró el principal juez antiterrorista de Francia Marc Trevidic. "Pero probablemente haya una pequeña cantidad que son capaces de todo" .

La cantidad de franceses que se fueron a librar la guerra santa y regresaron desilusionados con las realidades de la vida de los combatientes y con los bombardeos de una coalición extranjera ha aumentado en tiempos recientes, según un funcionario de los servicios franceses de seguridad que habló a condición de no ser identificado por lo delicado del tema. Indicó que algunos reclutas extranjeros les escriben a sus familias diciendo que están siendo retenidos en contra de su voluntad.

La Associated Press habló con más de una docena de excombatientes, con sus familias y abogados, sobre la vida como militante de Estado Islámico y sobre la posibilidad de escaparle a esa vida. Muchos pidieron no ser identificados por temor a represalias.

Youssef Akkari se pasaba horas en su habitación de Túnez escuchando cánticos y leyendo libros religiosos, de acuerdo con su hermano Mehdi Akkari. Un día la familia recibió un mensaje en el que se le informaba que se iba a Siria. Pero perdió sus anteojos y no podía combatir, relató su hermano, por lo que le encargaron que predicase la yihad a los nuevos reclutas.

Después de siete meses comenzó a planificar su fuga, junto con dos hermanos.

Los hermanos fueron descubiertos y asesinados. Youssef se entregó a combatientes kurdos y logró volver a Túnez, donde se sentía atrapado entre el hostigamiento policial y su temor a una venganza de sus antiguos camaradas de armas. Volvió a Siria y falleció en un bombardeo aéreo en octubre.

Estado Islámico se preocupa de impedir que sus reclutas escapen desde su misma llegada.

De entrada les sacan sus pasaportes y sus documentos de identidad. Hamad Abdul-Rahman, un saudí de 18 años, contó que al llegar a la frontera con Siria el verano pasado se encontró con militantes que lo llevaron a un campamento de entrenamiento en Tabaqa, Siria.

"Se quedaron con mis documentos y me preguntaron si quería ser combatiente o atacante suicida", dijo Abdul-Rahman en la prisión de Bagdad, donde estaba con cadenas, esposas y una capucha.

Eligió combatir.

A principios de septiembre se entregó a fuerzas iraquíes.

Otro recluta tunecino, Ali, escapó cuando hacía de correo en el invierno del 2013. Había hecho cuatro viajes entre Siria y Túnez en tres semanas, llevando consigo noticias, dinero y videos de propaganda. En el último viaje a Túnez simplemente no regresó.

"Me sentía un terrorista, estaba conmocionado por lo que hice", dijo Ali, bajando su voz y corriéndose cuando se acercaba alguien. Su recomendación a potenciales yihadistas: "Tómate un trago. No reces. Eso no es el Islam. No pierdas tu vida por nada" .

El dilema de los gobiernos es saber cuáles de los combatientes que escapan del Estado Islámico y vuelven a su patria lo hacen sinceramente arrepentidos o para esparcir la violencia.

Francia detuvo a más de 150 combatientes que regresaron y dice que hay unos tres mil que deben ser vigilados. Gran Bretaña detuvo a 165 y Alemania considera que 30 de los 180 que volvieron son muy peligrosos. Pero no hay forma de comprobar sus intenciones.

Mucha gente en Francia cree que "deben ser castigados", afirmó el ministro de Justicia Christian Taubira. "Estas son las personas que han sido testigos (de lo que ocurre en el frente), que pueden convencer a otros" .

El abogado francés Martin Pradel dijo que tiene un cliente que es uno de 10 hombres de Estrasburgo que se fueron a Siria el invierno pasado para pelear junto a la población civil. Pero pasaron por territorio controlado por Estado Islámico y fueron detenidos como sospechosos de espionaje. Estuvieron presos dos semanas en un sitio y tres en otro. Dos de ellos murieron en una emboscada.

Decidieron escapar, uno por uno para no llamar la atención.

"Se fueron de noche, cruzaron el campo y luego cruzaron la frontera con Turquía, prácticamente arrastrándose" , dijo Pradel.

Su cliente está preso en Francia, acusado junto con los otros hombres de Estrasburgo de reclutar extremistas.

Otros cuatro franceses de Tolosa hicieron una fuga parecida, de acuerdo con sus abogados.

Pierre Dunac, abogado de Imad Jjebali, dijo que los cuatro fueron a Siria a ayudar a los civiles, pero terminaron en territorio del Estado Islámico y fueron arrestados. Dunac cuenta que un día su carcelero les dio sus papeles, les dijo "voy a rezar por ustedes" y los dejó ir.

"Fue algo sorprendente. Ni ellos mismos entendían por qué lo hizo", expresó el abogado.

Igual que los hombres de Estrasburgo, se entregaron a las autoridades turcas, que los enviaron a su vez a Francia, donde están presos, acusados de terrorismo.

En Túnez, donde la vigilancia estrecha de unos 400 combatientes que volvieron es más común que su detención, Ghaith es un hombre libre en términos generales. Pero no actúa como uno. En el cuello se le nota la cicatriz que le quedó cuando alguien le puso un puñal allí.

"No es una revolución ni una yihad", sostuvo. "Es una carnicería".

ahd 



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