Más de 200 comunidades agrícolas del suroccidental departamento guatemalteco de San Marcos, limítrofe con México, están atrapadas en un cerco contaminado: sin opciones reales inmediatas de subsistencia con cultivos tradicionales, hombres y mujeres, desde abuelos y adultos hasta jóvenes, adolescentes y niños, se dedican a sembrar, cuidar y recolectar amapola para vender -en efectivo, al contado y con altos precios- a los cárteles mexicanos del narcotráfico que producen heroína en laboratorios clandestinos en la frontera mexicano-guatemalteca y la distribuyen en los mercados de América del Norte.

Sometida al acoso permanente para abastecer a la delincuencia organizada transnacional, la región se enfrenta a proseguir hundida en una oscura ruta de criminalidad o legalizar la amapola y usarla en fabricar repostería (con las semillas) y en la industria farmacéutica.

"La producción de amapola es un problema social: no se pueden meter presas a las más de 200 comunidades minifundistas", advirtió la guatemalteca Carmen Rosa de León, directora ejecutiva del (no estatal) Instituto de Enseñanza para el Desarrollo Sostenible de Guatemala, durante una entrevista con EL UNIVERSAL.

"Tampoco en estos momentos hay alternativa para que cambien de cultivo y tengan mejor calidad de vida", por lo que se apegan a la amapola para venderla como materia prima de la heroína, subrayó.

De León, integrante de una comitiva del gobierno de Guatemala que estudia una nueva política de producción, tráfico y consumo de drogas, explicó que una vía sería legalizar el cultivo de la amapola, para regularlo con exclusivos fines de uso industrial y medicinal, con rangos internacionales pero que siga siendo esencialmente minifundista y restringido a la misma zona. "Pero eso no es de un día para otro. Se requiere mucha inversión", aclaró.

La crisis se concentra en San Marcos en "El Triángulo Dorado de la Amapola", altiplano formado por los municipios de Tajumulco, Ixchiguán y Sibinal, cerca de la frontera con México, y en un país que, como Guatemala, está consolidado como base de los cárteles mexicanos que trafican cocaína de Colombia y otros países de América del Sur a México y Estados Unidos por pasos terrestres, aéreos y marítimos de Centroamérica.

Los tres municipios tienen un microclima que facilita producir amapola con resina de mayor calidad que es vendida por campesinos guatemaltecos a los cárteles mexicanos, que la trafican y procesan para elaborar heroína en laboratorios clandestinos en algunas regiones aledañas.

Con tres mil 791 kilómetros cuadrados, San Marcos, paso crucial para decenas de miles de migrantes ilegales de América y Asia en ruta a Estados Unidos, está en una posición clave: con salida al mar, porque al sur limita con el Océano Pacífico, mientras al oeste colinda con el estado mexicano de Chiapas y al norte con el departamento guatemalteco de Huehuetenango, limítrofe con México.

Pese a reiteradas solicitudes de este diario, el Ministerio de Gobernación de Guatemala se abstuvo de revelar las estadísticas de erradicación de plantaciones de amapola en San Marcos.