Michelle Obama concluye visita a China con almuerzo tibetano
RECIBIMIENTO. La primera dama y su familia fueron recibidas por un grupo de estudiantes que les ofrecieron pañuelos de seda blanca tradicionales tibetanos. (Foto: Reuters )
La primera dama de EU, Michelle Obama, concluyó hoy su misión de "diplomacia suave" en China con un almuerzo tibetano en la ciudad de Chengdu (centro), un gesto con el que quiso destacar su interés por la situación de las minorías en ese país.
Cerca de 60 mil tibetanos viven en Chengdu, que cuenta con siete millones de habitantes y es capital de la provincia de Sichuan, vecina a Tíbet.
Antes de comenzar la visita a la República Popular el pasado jueves, la Casa Blanca había indicado que la gira buscaba tender puentes entre EU y China, especialmente en el ámbito cultural y educativo, para potenciar unas relaciones económicamente boyantes pero que en el ámbito diplomático padecen suspicacias en áreas como los derechos humanos, la defensa o la ciberseguridad.
Por ello, la Casa Blanca había subrayado que el viaje de la primera dama no tendría contenido político.
Pero a lo largo de sus siete días de estancia, la esposa de Barack Obama, que viaja acompañada de sus hijas Sasha y Malia y de su madre, Marian Robinson, ha dejado constancia de sus puntos de vista -y de los de su Gobierno- en varias ocasiones.
Así, los funcionarios que la acompañan dejaron claro hoy que la elección del restaurante tibetano Zanjiang Renxia de Chengdu no fue fruto de la casualidad, sino de acuerdo con el interés de la primera dama en los derechos de las minorías en China.
En el restaurante, al que llegaron por un puente adornado con ruedas de oración tibetanas, la primera dama y su familia fueron recibidas por un grupo de estudiantes que les ofrecieron pañuelos de seda blanca tradicionales tibetanos.
El menú, facilitado por la Casa Blanca, incluyó algunos de los platos más tradicionales en Tíbet, incluidos el té de mantequilla de yak, "sha pa le" -unos pasteles de carne de yak con apio y cebolla picada- y "tsampa" , un pan de cebada.
Previamente, la esposa del presidente Barack Obama y su familia habían acudido a una reserva de osos panda, que tienen en los bosques de bambú en las montañas cercanas a Chengdu su hábitat natural.
Ahí las visitantes pudieron observar en vivo a varios de estos animales en peligro de extinción, incluida una "abuela" de 22 años y cinco oseznos.
Las actividades de hoy ponen fin a una gira que ha combinado la exposición de las Obama a la cultura china con actividades relacionadas con la educación.
Así, Obama compartió el pasado viernes la jornada con su homóloga china, Peng Liyuan, con la que acudió a un centro de enseñanza media y visitó la Ciudad Prohibida.
Ambas también cenaron juntas en la residencia para dignatarios extranjeros de Diaoyutai, a donde acudió también el presidente chino, Xi Jinping, quien precisamente se reunió este lunes con Barack Obama durante la Cumbre sobre Seguridad Nuclear de La Haya.
El sábado la primera dama estadounidense pronunció sus palabras con mayor carga política de la gira, en un discurso en la Universidad de Pekín ante estudiantes chinos y estadounidenses.
Allí aseguró que "cuando se trata de expresarse libremente, y de rezar a quien te parezca, y de tener un acceso abierto a la información, creemos que ésos son derechos universales que corresponden a cada persona de este planeta".
Del mismo modo, el martes en otro centro de enseñanza media de Chengdu en el que habló por vídeo conferencia con estudiantes rurales, la primera dama defendió el movimiento en favor de los derechos civiles de su país al recordar que mediante "protestas pacíficas y marchas" se consiguió cambiar leyes injustas.
La visita de la primera dama tuvo también momentos lúdicos: si en el primer día se animó a intercambiar unas voleas de tenis de mesa con estudiantes chinos -algo que hizo recordar la "diplomacia del pingpong" con la que EU y China empezaron a romper el hielo en sus relaciones más de 40 años atrás-, el lunes en Xian saltó a la comba con otros jóvenes, y el martes hizo sus pinitos en taichi.
Por no hablar del domingo, cuando tras haber recorrido parte de la Gran Muralla decidió descender no en teleférico, como se esperaba, o a pie, sino deslizándose por un gigantesco tobogán.
Esta serie de actuaciones le ha granjeado la simpatía del público chino, que a través de las redes sociales ha elogiado el respeto que ha mostrado a la cultura del país en detalles como vestir de rojo para la cena con Peng -el rojo es el color más afortunado en China- o traer consigo a su madre y sus hijas, que se ha interpretado como una muestra de unidad familiar.
ahd