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Éxitos en Latinoamérica

José Vales Corresponsal| El Universal
Martes 23 de diciembre de 2014

Buenos Aires.— Una diplomacia pura y exclusivamente dedicada a la paz. Así podrían calificarse las mediaciones o acciones que el Vaticano realizó en América Latina a lo largo del siglo XX, donde se destacan dos hechos singulares, durante el papado de Juan Pablo II, cuando la gestiones del Pontífice evitaron una guerra inminente entre Chile y Argentina y aceleraron el final del conflicto bélico en el Atlántico Sur, entre Argentina y Gran Bretaña.

En 1978 todavía no se apagaban las cenizas de la fiesta argentina por el Mundial de Futbol, cuando en diciembre de ese año los argentinos vivían en tensión permanente. El diferendo limítrofe entre Buenos Aires y Santiago por la soberanía en las Islas Lenox, Picton y Nueva elevaba la tensión entre las dos dictaduras. La de Jorge Rafael Videla y Augusto Pinochet. El 24 de diciembre, la guerra parecía inminente, hasta que el Pontífice en persona dialogó con los dos dictadores para abrirle las puertas a una mediación de urgencia. El Papa encomendó esa misión al cardenal Antonio Samoré, uno de los más destacados miembros de la secretaría de Estado vaticana.

“Veo una lucecita al final del túnel”, declaró Samoré al iniciar su gestión. Un día después logró que ambos gobiernos desmovilizaran a sus tropas a un lado y al otro de la frontera. Aquellas negociaciones, de las que Samoré no logró ver el final porque falleció en 1983, concluyeron en 1984 con la firma del tratado de Paz y Amistad, bajo la garantía del entonces secretario de Estado, Agostino Casaroli.

Aquellos eran años calientes. Las dictaduras querían guerra y Argentina no pararía hasta lograrlo. El 2 de abril de 1982, el dictador Leopoldo Fortunato Galtieri se embarcó en la ocupación de las Islas Malvinas, lo que días después desataría la guerra con Gran Bretaña. Juan Pablo II no ahorró esfuerzos desde ese día. En mayo viajó a Londres para entrevistarse con la premier Margaret Tatcher. A comienzos de junio anunció una visita relámpago a Argentina. Llegó el 11 de junio y un día después, ante varios millares de personas congregadas en el Monumento a los Españoles de Palermo, realizó un fuerte llamado a la paz, durante una misa a la que concurrió no sólo Galtieri, sino también sus dos antecesores en la toma del poder político, los generales Roberto Viola y Jorge Videla.

El llamado. “La verdad sobre el Cuerpo y la Sangre de Cristo —signo de la Nueva y Eterna Alianza— sea luz para todos aquellos hijos e hijas, tanto de Argentina como también de Gran Bretaña, que en el curso de las actividades bélicas han sufrido la muerte, derramado su propia sangre”, dijo. “Únanse también a los jóvenes de Gran Bretaña, que en los pasados días han aplaudido y han sido igualmente sensibles a toda invocación de paz y concordia. A este propósito, muy gustoso les transmito un encargo recibido. Ya que ellos mismos me pidieron, sobre todo en el encuentro de Cardiff, que hiciera llegar a ustedes un sentido deseo de paz”, acotó.

Esa misma tarde partió de Argentina y dos días después la dictadura se rendía ante las fuerzas militares británicas en Puerto Argentino, capital de Malvinas, poniendo punto final a la guerra.

Historiadores y analistas, como el caso de Jorge Gallo, sostienen que fue la participación del Sumo Pontífice la que ayudó a “apurar el final de la contienda que para las fuerzas militares argentinas era un desastre, pero dentro del gobierno militar había muchas discusiones sobre si claudicar o seguir adelante”.

Con los años, el Vaticano tuvo que activar su poder diplomático en varias oportunidades. Por ejemplo en 1999 durante el golpe de Estado contra el presidente paraguayo, Raúl Cubas, donde la Nunciatura Apostólica resultó clave junto al gobierno de Brasil para el exilio del mandatario y frenar la violencia. Pero nunca como en esos dos hechos puntuales, donde la diplomacía eclesiástica de la mano de Juan Pablo II logró sus objetivos. Con información de agencias



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