El electorado volvió a poner todo en su lugar. Terminó relegando a la socialista Marina Silva, quien no aguantó los embates de desprestigio a los que la sometió el gobierno, y Aécio Neves, candidato del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), concluyó esta primera ronda como arrancó la campaña en las encuestas: con un lugar asegurado en la segunda vuelta.

Lo que sorprendió es el nivel de votos que recogió Neves: casi el 36%, que durante semanas, había ostentado Silva, quien terminó desinflada y sin poder dilucidar sus propias contradicciones.

De esta manera, esa especie de mancuerna del poder que forman el Partido de los Trabajadores (PT) y el PSDB desde 1994 queda ratificada. También queda revalidado el papel del Partido Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), como el articulador de la mayoría, esté quien esté en el gobierno. El discurso a favor de una nueva política terminó por no cuajar. Las violentas manifestaciones del año pasado en varios puntos del país no lograron su correlato electoral.

Ahora, todo el peso de la elección recae sobre la presidenta. Quedó a menos de 6 puntos de su contrincante y necesitará apelar a los votos de Silva, igual que hace cuatro años.

La diferencia, esta vez, es que entre ambas ex ministras de Luiz Inacio Lula Da Silva quedaron algunas heridas abiertas. Ataques personales, acusaciones de haber incurrido en mentiras, con la que se tiraron ambas.

Sería entendible que la ambientalista no le facilite esta vez las cosas a la presidenta. “Esos votos que fueron a Marina son muchos votos que plantean una necesidad de cambio. Y el cambio no puede partir ni del gobierno ni del PT”, acotó Rubens Correia, analista político de la Universidad de Campinhas (UNICAMP).

Si esta campaña tuvo un candidato muerto, otra que irrumpió y se pinchó al final, un postulante que perdió terreno y lo recuperó palmo a palmo hasta convertirse en una amenaza verdadera para el gobierno, la etapa que va hasta la segunda vuelta del próximo 26 de octubre será de infarto.

Si bien las encuestas muestran que la segunda vuelta puede quedar en manos del gobierno, el 34.8% que obtuvo el candidato socialdemócrata no sólo sorprendió a todos, sino que cambia los ejes de estos comicios.

Al PSDB se le abre una oportunidad que no esperaba. A la presidenta Dilma un nuevo y gran escollo de los varios que tuvo que sortear en los últimos tiempos.

Todo pasará por cómo Neves y su equipo logren articular una agenda hacia el futuro antes que defender el pasado, y de si Rousseff logra comunicar su acción de gobierno de tal manera que el fraude de Petrobras y la bronca que acumula la clase media brasileña queden opacados y a la espera de un mejor momento para la definición.

Ahora, en las próximas tres semanas todo pasará por juntar los votos necesarios para quedarse o irse del Palacio del Planalto.