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Un líder pragmático que dejó huella

Jana Beris • Corresponsal| El Universal
Domingo 12 de enero de 2014

Video. Permaneció durante ocho años en un estado de coma profundo; fue señalado por la masacre de palestinos

Audaz, rebelde, el ex premier, ante todo, actuaba pensando siempre en el terreno

JERUSALÉN.— Al fallecer Ariel Sharon, desapareció uno de los grandes íconos de la historia de Israel, una figura ante la que nadie quedaba indiferente, un verdadero líder en el campo de batalla y fuera de él, que tuvo una impronta significativa en la vida de su país.

Como oficial en las Fuerzas de Defensa de Israel, fue un héroe de guerra, idolatrado por sus subalternos, que lo calificaron “Arik, rey de Israel”, combatiente valiente y gran estratega. En la Guerra de los Seis Días en 1967, fue quien planificó la batalla de Um Katef, que sigue estudiándose en academias militares.

“Su comandancia en el frente del Sinaí fue la que decidió la guerra en aquel momento”, asegura Roni Daniel, analista militar del Canal 2 de la televisión israelí. “Y al Cruzar el Canal de Suez hacia Egipto y llegar hasta Ismailía en el 73, decidió el destino del frente egipcio”, agregó, recordando que con ello, en gran medida, salvó a Israel tras la fuerte sorpresa con la que se abrió en ese año la Guerra del Día del Perdón, por la que Israel tuvo miles de muertos.

“Fue uno de los comandantes más carismáticos, valientes y originales que hayan tenido las Fuerzas de Defensa de Israel”, declaró el general (retirado) Yoav Galante, quien se desempeñara como su secretario militar.

Sharon se destacó en las Fuerzas de Israel (FDI) no sólo por su arrojo, sino por la firmeza de sus convicciones, inclusive cuando ello significaba lo que no pocos veían como rebeldía y desacato de las órdenes impartidas por sus superiores. Fue así que cuando era ministro de Defensa, se le acusó de no reflejar la verdad en sus informes al gobierno del premier Menajem Begin sobre la guerra en Líbano que estalló en 1982.

Un año después, se vería obligado a dejar el cargo, luego de que una comisión israelí determinara que tuvo una “responsabilidad indirecta” en la masacre en los campos de refugiados palestinos de Sabra y Shatila.

Años después, dejó en claro que también en la política, lo central era lo que él consideraba lo correcto, no las limitaciones que le imponían los marcos o grupos de los que formaba parte: en 2005, no dudó en dejar el partido Likud que había ayudado a crear, para crear un nuevo partido, Kadima, al ver que la dinámica interna en el primero no le permitiría llevar adelante el plan desconexión de la Franja de Gaza, otra gran revolución de pensamiento en la vida de Sharon, quien en sus primeros años de gobierno ordenó la construcción de asentamientos judíos en tierras capturadas.

“Era la persona más práctica que yo conocí”, dijo ayer su otrora colaborador Dov Weisglass.

Fue así que tras haber combatido al líder palestino Yasser Arafat, al que ordenó expulsar del sur del Líbano a comienzos de los años 80 —y a quien se dice tuvo en la mirilla más de una vez—, negoció con él cuando fue canciller. Pero luego, ya como Primer Ministro, no dudó en sitiarlo y limitarlo seriamente al convencerse de que era nocivo. “Sharon sentía desconfianza por Arafat y le tenía repulsión, pero no por ser el líder de los palestinos sino porque lo consideraba un terrorista”, contó Galant.

Sharon llegó a ser un líder aceptado, querido y hasta admirado en diferentes confines del mundo, como un político osado y seguro que luchaba con determinación por su país. En Israel siempre tuvo algún enemigo de turno, con la izquierda viéndolo casi como un monstruo a raíz de su rol en la primera guerra en Líbano en 1982 y luego, en el 2005, con la derecha en su contra por el plan de desconexión de la Franja de Gaza. Hoy, más allá de discrepancias, unos y otros lo despedirán recordando que fue clave en la vida de Israel.



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