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Análisis. Tiempo de desafíos

José Vales | El Universal
Lunes 27 de octubre de 2014

Sao Paulo.— Más que trabajoso y apretado fue el triunfo de la presidenta Dilma Rousseff en las elecciones de ayer. Ganó por amplios márgenes en todo el noreste del país, allí donde los planes sociales repercutieron con fuerza en los últimos 12 años.

Ganó con comodidad en Río de Janeiro y perdió en Sao Paulo y el Sur del país. Pero fue en Minas Gerais, el estado que había gobernado su contrincante Aécio Neves, donde se definió todo. Allí la presidenta obtuvo cinco puntos más que su rival y asegura la permanencia del Partido de los Trabajadores (PT) en el poder por otros cuatro años.

En lo que fue una guerra, por momentos sin reglas, esta elección marcó el inicio de una nueva época para el PT, en su nueva condición de partido tradicional y el único estructurado como tal en el país.

El que iniciará el próximo 1 de enero será un gobierno cargado de dificultades. La economía, pasando de una recesión técnica a un principio de estanflación (estancamiento con inflación), será el principal desafío de la segunda época de Dilma en la presidencia.

Reparar daños. Al mismo tiempo, deberá reparar los daños que dejó la campaña y que ella misma colaboró a gestar: un país dividido, como se vio en los resultados, y la necesidad imperiosa de dar un mensaje contundente contra la corrupción.

A Neves no le alcanzó con ser la sorpresa de la primera vuelta. Tampoco le sirvió su mensaje de cambio, mostrando algunos nombres que están atados a la última época del gobierno de Fernando Henrique Cardoso, como el del presidente del Banco Central, Harminio Fraga, una suerte de adalid brasileño del neoliberalismo.

Abunda la literatura y los documentos históricos sobre el papel de Fraga en la devaluación de 1999, como para que los jóvenes, los que junto a los habitantes del noreste terminaron definiendo esta elección, creyeran que con ellos, al menos por los próximos cuatro años, un cambio es posible.

Fue una elección complicada. La más ajustada en la historia democrática del país, inclusive más que la de 1989, cuando Fernando Collor de Mello se impuso Luiz Inácio Lula Da Silva.

No menos difícil será el futuro para Brasil, obligado como está a un ajuste de sus cuentas, sin tocar planes sociales y beneficios, y con una clase media en papel de fiscal, hasta que la reforma política y las mejoras concretas en la infraestructura del país, estén a la altura de un país obligado a ejercer un liderazgo regional.

Por eso ayer, no sólo se reeligió a un gobierno, sino que se marcó el comienzo de una nueva época, cargada de inconvenientes y desafíos, no sólo para el Partido de los Trabajadores, sino para todo Brasil.



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