DAMASCO / WASHINGTON / BRUSELAS (DPA).— En medio de fuertes medidas de seguridad y con una cruenta guerra civil como telón de fondo, los sirios de la parte del país que controla el gobierno acudieron ayer a las urnas en unas elecciones presidenciales en las que se daba por sentada la reelección de Bashar al-Assad.

El Comité Electoral, que extendió las votaciones hasta la medianoche, reportó una participación del 47.5%, según informaron medios.

Se daba por descontado que Al-Assad obtendrá un tercer mandato para gobernar por otros siete años, pese a las críticas al proceso electoral. Para el gobierno se trató de un “día histórico”, mientras que la oposición habló de “farsa”.

Por su parte, la portavoz del Departamento de Estado norteamericano, Marie Harf, dijo que las elecciones en Siria son una “desgracia” y calificó a Al-Assad como un “dictador brutal” que ya “no tiene más credibilidad”. El régimen de Damasco “negó intencionalmente a millones de sirios el derecho al voto y continúa la masacre del electorado que afirma representar y proteger”, añadió la vocera.

El presidente Al-Assad votó junto con su esposa Asma en el centro de la capital Damasco. “Que Dios bendiga a Al-Assad”, gritaron jubilosos los seguidores del presidente cuando éste acudió a votar en el barrio de Al Malki.

Las elecciones sólo se llevaron a cabo en los lugares donde las tropas del gobierno controlan la situación, es decir, en la capital, Damasco, en la región costera y en las grandes ciudades del país.

Al-Assad enfrentó dos rivales, el diputado comunista Maher al Hayar y el ex ministro de Estado Hassan al Nuri, figuras poco conocida.

En Aleppo, en el norte del país, perdieron la vida al menos 11 personas en ataques de los rebeldes a zonas en las que se estaban celebrando las votaciones. Al parecer también el régimen lanzó ataques en la ciudad.