TEGUCIGALPA.— Un ingrediente aporta leña a la caldera hondureña: la creciente militarización defendida por el gobierno del presidente de Honduras, Juan Orlando Hernández.

Al asumir el 27 de enero para una gestión de cuatro años, Hernández puso en marcha una Policía Militar con la meta, según explicó en una entrevista con EL UNIVERSAL en abril anterior, de atacar al crimen organizado para recuperar la paz y la seguridad.

“La idea es que lleguemos a tener cinco mil efectivos de la Policía Militar. Todos sus miembros deben pasar por las pruebas de confianza, pues sólo los mejores pueden integrarla”, afirmó Hernández, tras subrayar que sus 2 mil miembros recibieron entrenamiento especializado para el trato con la población, con respeto a los derechos humanos.

El plan tiene sus detractores. “Tras difamar y desprestigiar a la Policía Nacional, el presidente fortalece al ejército y ha seguido por una carrera militarista. La Policía Militar surge por una ley (de enero anterior) que inhibe a la Fiscalía de Derechos Humanos a investigarla, por lo que tiene una posición privilegiada”, cuestionó el hondureño-mexicano José Guadalupe Ruelas, director nacional de Casa Alianza, organización no estatal de Tegucigalpa de protección de la niñez.

Según Ruelas, “el presidente se acerca a los militares para dar imagen de fuerza; a los sectores conservadores de la Iglesia católica para dar una imagen de legitimidad o moralidad y a los medios para montar una campaña mediática de éxito. Parece el clima de la época colonial: religión, armas de los militares y creencias de la población”.