FORTALEZA, Brasil.— Si en algo coinciden los medios y la opinión pública, es en que Marina Silva, quien ingresó a la campaña presidencial brasileña como un huracán hace dos semanas, salió bien parada del primer debate entre los candidatos presidenciales y quedó reafirmada como la principal enemiga de la presidenta, Dilma Rousseff, para la contienda electoral de octubre próximo.

Las mediciones de las consultoras de datos sobre Silva, la opinión de los analistas y hasta la interacción en sus páginas en Facebook y en Twitter, registraron 50% más que Dilma y casi 75% más que Aécio Neves, quien ayer lanzó la principal crítica de lo que va de la campaña. No lo hizo ya contra la mandataria, sino contra Silva, de quien dijo “Brasil no es para improvisados”.

En sólo dos semanas, tras el deceso del candidato del Partido Socialista Brasileño (PSB), Eduardo Campos, Silva arrasó con una franja de votantes de Neves y con buena parte de quienes decidían votar al Partido de los Trabajadores (PT), que al decir de la última encuesta de IBope retiene el piso histórico del partido, que es de 36%.

“Representa algo nuevo, el final de 12 años de petismo y del Fla-Flu (Flamengo-Fluminense, el máximo derby futbolístico del país) de la política. Le sobra historia y humildad, pero le falta estructura para saber si podrá aguantar el ritmo de la campaña y, principalmente, si podrá gobernar un país complejo como este”, explica el analista Luiz Alberto Pereira.

De hecho, Marina registra un rechazo a su candidatura de 12%, contra 19% de Neves y el 36% de Rousseff. Un dato clave a la hora de analizar los próximos capítulos de la campaña. “Si articula una propuesta creíble tiene todo para ganar”, acota Pereira.

Silva no sólo cuenta con una historia de vida apasionante, y con un perfil de política honesta, coherente e inquebrantable, sino también con un carisma puesto a prueba en mil batallas, que constituyen su principal capital en estas horas de crecimiento exponencial de su imagen y de su propuesta política.

Pero, a diferencia de otros políticos que han llegado a la presidencia desde la recuperación democrática en 1985, carece de un partido estructurado, de dinero para soportar una campaña, tiempo de publicidad en televisión y una propuesta clara y definida. A ella le sobra carisma y le faltan las otras cuatro. Algo que sólo ocurrió con Fernando Collor de Mello en 1990, le sobraba carisma y dinero, le faltaba el resto y así y todo llegó a la presidencia.

“Hasta aquí no paró de crecer y se graduó de candidata seria. Ahora, después del debate del martes, en el que fue la mejor sin duda, comenzará ser puesta a prueba por la sociedad y por los factores de poder”, opinó Eliane Catehende.

De hecho, los medios ya le marcan contradicciones y esa falta de programa. Principalmente en la política ambiental, en los agronegocios, que representa el 23% del PIB brasileño y contra lo que ella luchó desde que era la mano derecha del ambientalista asesinado Chico Méndes; la forma de hacer política mediante coaliciones en el Congreso y sus posiciones en temas como el aborto, el matrimonio igualitario y el aborto, por ejemplo. En este último punto priman sus creencias pentecostales antes que su ideología progresista.

Ya dijo Marina en el debate del martes pasado que quiere gobernar “con los mejores, vengan del partido que vengan, porque no tengo preconceptos contra nadie”.

Para el analista Josias De Souza, ella “está decidida a espantar el riesgo de aventura posando como la novedad responsable, capaz de gobernar con cuadros de los archirrivales, el PT y el PSDB. En un país que ya colocó a Collor en el Palacio del Planalto, nada de esto que ocurre hoy debería asustarlo”.

En ese terreno comenzó a desempeñarse Marina Silva, quien en dos semanas y con la sola confirmación de la candidatura, logró quedar ahí. En una inmejorable posición ante el futuro y la historia.