WASHINGTON.— En un intento por contener la amenaza de un estallido social en la ciudad de Ferguson, en los suburbios de San Luis Missouri, el gobernador del estado, Jay Nixon, ordenó ayer el despliegue de la Guardia Nacional, un hecho de componente racial sin precedentes desde las protestas de la comunidad afroestadounidense en Los Ángeles, en 1994.

La medida no ha contado con el apoyo incondicional del presidente Barack Obama, quien ayer dejó en claro sus reservas al manifestar que, aunque Nixon tiene la autoridad para desplegar a la Guardia Nacional, espera que su uso se produzca “de forma limitada y apropiada... En el curso de los próximos días veremos si su uso beneficia o es perjudicial para la comunidad”, dijo.

El gobernador dijo que la medida pretende “establecer la tranquilidad y el orden”, y atajar “los actos deliberados de violencia coordinada”. Los primeros efectivos comenzaron a llegar ayer mismo.

La decisión se produjo tras una larga noche de enfrentamientos violentos en los que la policía estatal se enfrentó de nueva cuenta a la resistencia de varios manifestantes a respetar el toque de queda, ordenado el sábado por el gobernador para evitar más robos e incidentes violentos. Curiosamente, tras la nueva jornada de violencia, Nixon decidió desplegar a la Guardia Nacional, pero levantó el toque de queda.

Esta medida, aparentemente contradictoria, reveló el temor del gobernador de generar un mayor encono entre una comunidad afroestadounidense que se ha declarado harta del largo historial de abusos policiales en Ferguson. Pero, además, dejó entrever la cautela del gobierno federal, al que no se informó con anticipación del despliegue de la Guardia Nacional.

Desde el inicio de las protestas, el 9 de agosto, el errático comportamiento de los cuerpos de seguridad locales y estatales sólo han conseguido atizar el ambiente de enojo y frustración de la comunidad afroestadounidense, que apenas ayer digería los resultados de la autopsia privada practicada al cuerpo de Michael Brown.

Según los hallazgos del forense Michael Baden, el joven de 18 años abatido por un policía blanco recibió 6 disparos, de los cuales varios entraron y salieron varias veces. Dos de ellos fueron en la cabeza y de éstos, uno indica que tenía la cabeza inclinada.

Según reconoció Baden, uno de los forenses más respetados en EU, los disparos se realizaron a una distancia de entre metro y metro y medio.

“Es como dispararle a un animal”, dijo para encender aún los ánimos de una comunidad que permanece a la espera de los resultados definitivos de la investigación que conduce el FBI bajo la supervisión del Departamento de Justicia.

Mientras, una fuente vinculada a la oficina forense de Ferguson filtró a The Washington Post que tras el análisis practicado a Brown se detectaron residuos de mariguana.

Esta filtración de las autoridades locales ha causado resquemor entre un sector que insiste en el peligroso empeño de la policía estatal de presentar a Brown como un criminal.

Precisamente, el fiscal general Eric Holder ofreció ayer un informe pormenorizado de la situación al presidente Obama, quien el domingo hizo un receso de dos días en sus vacaciones. De hecho, durante la conferencia de ayer, el presidente informó que Eric Holder se trasladará esta misma semana a Ferguson para conocer de primera mano los avances de la investigación a cargo del FBI y el Departamento de Justicia.

“Es importante que el proceso de investigación sea creíble”, enfatizó el presidente al reconocer la importancia de un caso que ha vuelto a poner a prueba el sistema de justicia, particularmente entre una minoría afroestadounidense cansada de decisiones injustas o adversas cuando la justicia ha puesto en la balanza la suerte de un hombre blanco frente a uno de raza negra.

Las versiones encontradas que han surgido de la policía de Ferguson y los testimonios de varios vecinos que hablan de un ajusticiamiento de Michael Brown a manos del policía, que se encuentra con licencia administrativa, abonan el terreno del escepticismo y la desconfianza. Ferguson se encuentra al borde de un estallido social, en medio del vacío informativo y la actuación de una policía que ha hecho gala de excesiva violencia para contener a la gente o evitar actos de vandalismo.

En este contexto, ayer el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, pidió moderación y respeto por los derechos de los manifestantes y periodistas en Ferguson.