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Los fallos ante el ébola en España

Ana Anabitarte Corresponsal| El Universal
Lunes 13 de octubre de 2014

Video. Fotografías muestran a Teresa Romero en una habitación en una sala de aislamiento en el sexto piso del Hospital Carlos III de Madrid mientras es atendida por personal médico

Los fallos ante el bola en Espaa

El misionero español Miguel Pajares, que murió por el ébola, fue repatriado desde Liberia a España, a inicios de agosto. La auxiliar de enfermería Teresa Romero, ahora portadora del virus, atendió al religioso. Las autoridades sanitarias reportaron ayer una ligera mejoría de Romero. (Foto: AP )

Expertos denuncian la falta de previsión del ministerio de Sanidad por el contagio de Teresa Romero

Madrid

¿Por qué Teresa Romero, auxiliar de enfermería de 44 años y con mucha experiencia en su trabajo, se contagió de ébola en el Hospital Carlos III de Madrid? ¿Qué fue lo que falló? ¿Se cumplieron los protocolos establecidos? ¿Eran estos suficientes para prevenir el contagio? ¿Por qué el gobierno español decidió repatriar al misionero Miguel Pajares de Liberia que fue de quien se contagió? ¿Se consultó a expertos antes de tomar esta decisión? ¿Fue más una decisión política que sanitaria? ¿No estaba el Hospital Carlos III lo suficientemente preparado para recibir a un paciente con este virus tan letal como han denunciado expertos del Centro Europeo de Prevención y Control de Enfermedades (ECDC)? ¿No hubiera sido mejor dejarle morir en Liberia puesto que ya no se podía hacer nada por salvarle la vida, ya que tenía 75 años y la enfermedad estaba bastante avanzada?

Estas y otras preguntas son las que se hacen los españoles después de conocer la noticia de que Teresa Romero está infectada. La joven fue una de las auxiliares que atendió al misionero español cuando éste fue repatriado de Liberia. Y España es el primer país fuera de África al que ha llegado el virus del ébola. El personal sanitario, las asociaciones médicas, los sindicatos y los expertos han denunciado la falta de previsión, la improvisación y la poca precaución del ministerio de Sanidad y han pedido la dimisión de la ministra, Ana Mato, que no ha sido capaz de afrontar la situación. Por ahora la única enferma es Teresa Romero, pero dado que no se tomaron las medidas que recomienda la Organización Mundial de la Salud (OMS), se teme que los infectados sean más. Basta el contacto con alguien o con algo infectado por el virus para contagiarse.

La historia se remonta al pasado 30 de septiembre. Ese día Teresa Romero fue la peluquería a depilarse, y a la salida y pensando que tenía fiebre se desplazó al Hospital Carlos III. Allí avisó a los Servicios de Prevención de que había estado en contacto con un enfermo de ébola.

Los médicos que la vieron, pese a saber que había estado tratando al misionero Miguel Pajares no ordenaron su ingreso. Alegaron que no llegaba a superar los 38.6 grados de temperatura y que por tanto, tal y como dicta el protocolo español, no debía ser ingresada. Incluso le dijeron que se podía ir de vacaciones. Sólo tenía que tomarse la temperatura dos veces al día e ir al hospital si superaba los 38 grados. Ese fue el primer error. La OMS recomienda someter a control a cualquier sospechoso con fiebre alta.

Teresa siguió con su vida cotidiana. Incluso se fue de vacaciones, se presentó a unas oposiciones, y regresó a Madrid. Unos días después volvió a tener fiebre y volvió al hospital. La mandaron de nuevo a casa. Segundo error.

No fue hasta el 6 de octubre cuando ingresó en el hospital. Volvió a sentirse mal y llamó a una ambulancia avisando de que había estado en contacto con un paciente de ébola. Sin embargo, cuando la ambulancia fue a buscarla a su domicilio el vehículo era una ambulancia normal y no una especial para enfermedades infecciosas; no se aplicó el protocolo de aislamiento. Al verla, el camillero llamó al centro de emergencias pero tampoco le hicieron caso. Tercer error.

Pero no fue el último: después de dejarla en el hospital, el vehículo siguió trasladando pacientes: 7 en total, sin ser desinfectada antes. El quinto error fue que se la llevó al hospital de Alcorcón y no al Carlos III que es especialista en enfermedades infecciosas, y que el primer diagnóstico se llevó a cabo en las zonas comunes. Sólo después se la aisló en un cuarto que es utilizado para pacientes de siquiatría y no de enfermedades infecciosas. Además y para aumentar el cúmulo de despropósitos, el primer médico que la atendió iba vestido con un traje de aislamiento protector de nivel 1 y no uno de nivel 4 como aconseja la OMS. Y según dijo él, le sirvió de muy poco porque las mangas le quedaban pequeñas. Cuando descubrieron que tenía ébola, Teresa fue trasladada al Carlos III. Pero ya era tarde. Había estado en contacto con cientos de personas. Y cuando se fue, las empleadas del servicio de limpieza alarmadas por un posible contagio se negaron a entrar en la habitación en la que había estado porque no habían recibido ninguna formación al respecto.

Pero lo errores no acabaron ahí. Ahora Teresa está en el Hospital Carlos III donde está siendo atendida por médicos, enfermeros y técnicos sanitarios que no dejan de denunciar las condiciones en las que llevan a cabo su trabajo. Para empezar han recibido un curso de sólo 20 minutos sobre cómo tratar a un paciente con una enfermedad contagiosa. Y el protocolo que siguen no es el que recomienda la OMS.

Por ejemplo, en los trajes de aislamiento que utilizan y que incluye un mono, una mascarilla, un gorro, unas gafas protectoras y tres pares de guantes: uno encima de otro, y que no deben dejar al descubierto ninguna parte del cuerpo. La OMS recomienda usar trajes con un nivel de protección 4, herméticos y dotados de sistema de respiración. El ministerio de Sanidad ha establecido que con uno de nivel 2, el mismo que utilizan quienes trabajan con pesticidas, es suficiente. Como explica el doctor José María Echevarría, que lleva años trabajando con enfermos de ébola en Sierra Leona, el segundo país con más casos del virus y donde cada cinco personas se contagian cada hora, la primera regla para tratar a un enfermo con esta enfermedad es enseñarle a ponerse el traje pero sobre todo a quitárselo, porque es lo más difícil y lo más peligroso y en lo que se tarda 20 minutos.

Además y tal y como recomienda la OMS, hay que seguir unas normas como es quitárselo en presencia de dos personas: una con un spray que está continuamente desinfectando todo lo que el médico o el técnico sanitario se va quitando, y otra persona que le va recordando los pasos que debe seguir para quitárselo puesto que cualquier fallo puede suponer el contagio. Y hay que quitarse cada uno de los trajes en una habitación distinta y además desinfectada.

En el protocolo español sin embargo no se incluye ninguna de estas recomendaciones, pese a que cualquier fallo que se cometa como perder el equilibrio, tocarse la cara o tropezar, puede ser letal. Tampoco los sanitarios que los usan han recibido ninguna formación sobre cómo usarlos. Además, se los ponen y se los quitan solos, lo hacen todo en una pequeña sala de pocos metros cuadrados, no se duchan después de haberlo usado y a veces les quedan pequeños y se ven obligados a usar cinta adhesiva para pegárselos al cuerpo. Tampoco lo pueden llevar puesto más de 20 minutos porque se asfixian ya que llegan a alcanzar los 50 grados.

“Lograr mantener la calma y la concentración con un traje así y en esas condiciones es muy difícil”, reconocía un enfermero que trata a Teresa durante una manifestación celebrada el sábado pasado en Madrid en la que cientos de médicos, enfermeros y personal sanitario pidieron la dimisión de la ministra Ana Mato. “Y encima hacer cosas básicas como sacar sangre, intubar o darle una medicina resulta más difícil puesto que el traje reduce de forma notable la movilidad. Así que como te puedes imaginar guardar la calma y la tranquilidad es muy difícil”, dijo.



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