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La descolonización de Asia: entre Japón y Occidente

Juan José Ramírez Bonilla| El Universal
Domingo 16 de noviembre de 2014
La descolonizacin de Asia: entre Japn y Occidente

Líderes de los países miembros de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN), en la cumbre celebrada en Bandar Seri Begawan, Brunei, en octubre del año pasado.. (Foto: AP ARCHIVO )

EL UNIVERSAL ofrece a sus lectores una síntesis de la cuarta conferencia del 4o Diplomado en Historia Universal de la Academia Mexicana de la Historia

jrami@colmex.mx

Asia ha cobrado una relevancia central en la actualidad; en especial, la sección de Asia del Pacífico se ha convertido en el nuevo dinamo de la economía mundial. La región vive hoy reacomodos económicos y políticos, debido a la proyección internacional de China. Por eso, es oportuno hablar de la descolonización del área. Es importante recuperar el término “Gran Asia del Este” o su sinónimo Asia del Pacífico; es decir, toda la porción del continente asiático con costas sobre el Océano Pacífico, más algunos otros países, en la medida que forman dos grandes conglomerados geográficos: Asia del Este y el sureste de Asia.

Nos interesa destacar la importancia de Japón, debido a su influencia en el proceso de construcción de los Estados y las naciones contemporáneos de la región. Japón fue muy agresivo en el periodo entreguerras y durante la II Guerra Mundial. A pesar de esa ello, su influencia política, económica y cultural sobre la región ha sido extremadamente importante y se siente en la actualidad. Por otro lado, los Estados nacionales de la región debieron adoptar las instituciones occidentales, como requisito para ser aceptados en el sistema político internacional.

Es muy importante destacar que tanto el proceso de colonización como el de descolonización en esta área fueron muy diferentes a los que experimentamos en el continente americano. También debemos tener presente el panasianismo japonés; el cual, en la actualidad, es compartido por prácticamente todas las sociedades del área. El panasianismo es una adaptación al contexto asiático de la Doctrina Monroe: la reivindicación de Asia para los asiáticos. Esta consigna, hoy, cobra cada vez más fuerza en la región.

Asia es un continente muy vasto, integrado por cuatro grandes áreas diferentes. Por ejemplo, en la parte asiática del Imperio Ruso, en realidad no ha habido un proceso de descolonización pues después del fin del Imperio Zarista, el vacío político fue llenado por la Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas y esas regiones fueron incorporadas como repúblicas dentro del sistema soviético. Una vez que el sistema soviético experimentó el colapso iniciado en 1989, estas áreas volvieron a reorganizarse bajo la égida de la Federación Rusa y por lo tanto han permanecido en la órbita rusa.

La colonización de los remanentes del Imperio Otomano fue bastante tardía, con la Primera Guerra Mundial, que también ha experimentado una descolonización muy reciente, derivando en los conflictos internacionales en el área, conocidos por todos.

La tercera región importante comprende a los países que rodean India. Al adquirir su independencia, India se dividió inmediatamente en India y Paquistán. Poco más tarde Bangladesh se separó de Paquistán y Sri Lanka también ha tenido un proceso de autonomía, situación que ha significado un desmembramiento del país original que recibió la independencia de los británicos.

La cuarta región, el área que ocupa, abarca: la península de Corea, el territorio de China, más los países del sureste de Asia (11 en la actualidad si contamos a Timor del Este, el último en haber adquirido la independencia política).

Extremada diversidad

Una de las características estructurales de las sociedades de esta área geográfica es su extremada diversidad cultural, étnico-lingüística, y ésta la encontramos aún en sociedades que se consideran hoy prácticamente homogéneas como Japón, Corea o China, así como en otras sociedades del sureste de Asia como Tailandia, Vietnam, Laos, Camboya, Birmania, hoy llamada Myanmar; en los países insulares del sureste de Asia (Indonesia, Filipinas, Brunei, Singapur), la diversidad es todavía más marcada y cuando menos dos matrices culturales de la región han sido el hinduismo y el budismo, ambos provenientes de India. El budismo forma parte de la vida cotidiana de las poblaciones de Vietnam, Camboya, Laos, Tailandia, Myanmar, y algunas otras áreas de la zona insular. Una tercera gran influencia cultural, desde el siglo XIII, es el islam; por ejemplo, en Indonesia, con 240 millones de habitantes, el 90% son musulmanes, siendo así la población musulmana más grande del mundo, seguida de Paquistán e India.

Se trata de un mundo marcado por la heterogeneidad y la diversidad. Éstas constituyen el gran obstáculo que enfrentan los países de la región para la construcción de sociedades nacionales. La gran fragmentación cultural ha llevado a que cada sociedad tenga sus propias formas de vida, sus propias formas de organización política y, al momento de imponer estructuras de carácter nacional, las fricciones son siempre permanentes.

Otro problema es la dificultad para lograr la unificación territorial. Por ejemplo, Filipinas cuenta con 7 mil islas y el archipiélago de Indonesia tiene 18 mil; el problema es cómo ligarlas físicamente para establecer instituciones de cobertura nacional, que permitan la homogeneización de la cultura y de la lengua.

Del mercantilismo al imperialismo

Por lo que toca a la transición del colonialismo clásico al imperialismo, es importante referirnos a tres conceptos básicos de la economía. El primero es el mercantilismo: comprar barato para vender caro y obtener la ganancia máxima posible. La demanda europea de bienes producidos en Asia (artesanías producidas en India o China y las famosas especias originarias del sureste de Asia) creó el primer mercado de carácter mundial. Más tarde el mercantilismo evolucionó y dio camino al capitalismo industrial.

El objetivo era producir bienes baratos para vender el mayor volumen posible de productos y maximizar las ganancias. El tercer término es el imperialismo, marcado por el predominio del capital financiero y de la cartelización de la producción; es decir, se trataba de la construcción de grandes monopolios. Estos llevaron a la repartición final del mundo y por lo tanto también a una transformación del colonialismo.

Cronológicamente, los principales momentos de expansión europea en Asia son: en 1497, Vasco da Gama llega a India; en 1511, los portugueses llegan a Malaca; en 1521 —año en que los españoles toman la Gran Tenochtitlan— , Magallanes llega al archipiélago de San Lázaro, llamado ahora Filipinas; en 1641, los holandeses desplazan militarmente a los portugueses de Malaca y establecen las condiciones para el desarrollo de la Compañía de las Indias Orientales Holandesas; en 1791, los británicos llegan a la región, desde sus puntos comerciales en las costas de India y se instalan en la isla de Penang.

Como podemos ver, desde 1497 hasta 1826, se trató de posesiones puntuales, y no de la ocupación total de los territorios de la región. Sumado a esto, cada una de las potencias puso en práctica formas muy diferentes de colonizar, en algunos casos excluyendo a las poblaciones indígenas de las formas de administración, en otras incluyéndolos y en otras más respetando del todo las estructuras políticas locales.

Con la transición al imperialismo sí hubo necesidad de garantizar la ocupación territorial para obtener las materias primas para la industrialización y garantizar mercados para la exportación de los productos.

La solución fue la ocupación de territorios cada vez más amplios y la división del mundo en áreas de influencias en estas zonas.

Hasta la primera Guerra del Opio, 1839-1842, China tenía el mayor superávit comercial del mundo, era el mayor productor y exportador de manufacturas, y como ese superávit se saldaba en plata, era también el principal centro de acumulación de plata. Los europeos tenían balanzas comerciales deficitarias. Los británicos encontraron la solución: con la Guerra del Opio lograron revertir el déficit comercial que tenían con los chinos. Obligaron a los chinos a importar el opio que producían en Paquistán, Afganistán y Birmania y pudieron equilibrar la balanza de pagos. China pasó a una situación deficitaria y los británicos se convirtieron en superavitarios; esta forma de rapiña se convirtió en palanca de la acumulación de capital y de la consolidación del potencial económico británico.

Del otro lado, también se produjo la culminación de la distribución territorial de la región, sobre todo como resultado de la desarticulación del Imperio Chino y de la apertura forzada de Japón, en 1854. Sin embargo, para evitar un destino similar al chino, los japoneses decidieron “imitar a Occidente, manteniendo el espíritu japonés” y, en el transcurso del último tercio del siglo XIX, Japón se convirtió en una potencia y pudo competir en pie de igualdad con las potencias coloniales en la producción industrial y las capacidades militares.

Japón se convirtió así en la primera potencia no occidental en poder competir con los occidentales y eso tuvo una importancia decisiva. Cuando los japoneses iniciaron su ascenso económico comenzaron a tener una influencia política en la región. Adoptaron instituciones occidentales, pero mantuvieron formas propias de relaciones sociales; optaron por el desarrollo capitalista, pero evitaron los problemas de la propiedad privada existentes en Europa, logrando relaciones armónicas entre trabajo y capital, potenciando la producción industrial; para competir con los grandes monopolios, sobre todo estadounidenses, constituyeron los zaibatzus, conglomerados económicos, industriales y financieros, controlados por familias japonesas con un apoyo muy importante del Estado. Gracias a estos mecanismos pudieron convertirse en una potencia industrial en menos de tres décadas.

La proyección del modelo japonés

Su potencial, le permitió a Japón una proyección política internacional importante. Con la guerra ruso-japonesa (1904-1905), Japón fue la primera nación de Asia que lograba derrotar a una potencia occidental, impactando a las corrientes nacionalistas en toda la región. Así surgieron movimientos nacionalistas que veían en Japón un modelo a seguir.

Muy pronto empezó a desarrollarse la idea de reivindicar Asia para los asiáticos. El proyecto de los japoneses era suplantar a China en el área de influencia histórica de la Gran Asia del Este. El proyecto de una gran esfera de coprosperidad se basaba en que se trataba de un área con pautas culturales similares. El panasianismo practicado por Japón en la Guerra del Pacífico tenía dos vertientes: el hardpower, la garantía de la expansión territorial bajo el poderío militar de Japón, implicando el desplazamiento de los occidentales y ceder las independencias a las corrientes nacionalistas; y el otro era el softpower, con la formación intelectual y militar de los nacionalistas asiáticos. Por supuesto no fueron las únicas corrientes, aquí nos encontramos con otros movimientos nacionalistas asiáticos y con corrientes comunistas (triunfantes en Vietnam, China y Kampuchea).

En la actualidad, hay un proyecto interesante en vías de desarrollo, un proyecto de comunidad regional de Asia del Este, basado en la diversidad de sus integrantes. Este proyecto descansa sobre lo que los países del sureste de Asia llaman la ASEAN Community, una comunidad de los 10 países que pertenecen a la sociedad del sureste de Asia basada en tres áreas: la comunidad económica, la comunidad cultural y la comunidad de seguridad. Además, construyen relaciones estrechas con China, Corea del Sur y Japón.

Hoy, el proyecto de la esfera de coprosperidad ha empezado a avanzar por una vía que los japoneses no hubieran esperado durante la II Guerra Mundial: una esfera de coprosperidad impulsada por aquellos que fueron colonizados u ocupados militarmente por los japoneses y esto es el resultado de las afinidades culturales, económicas y políticas que existen entre Japón y las sociedades de esta gran región que es Asia del Este.



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