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Irak: la guerra inacabada

Verónica Rosas González| El Universal
Lunes 16 de junio de 2014


Irak: la guerra inacabada

ÁNIMOS ENCENDIDOS. Chiítas iraquíes corean eslóganes en apoyo al llamado a las armas del ayatolá Ali al-Sistani, quien pidió enfrentar a la amenaza del ISIS. (Foto: THAIER AL-SUDANI / REUTERS )

La nación se perfila al abismo ante la violencia sectaria, mientras el presidente Obama evalúa sus opciones para evitarlo

veronica.rosas@eluniversal.com.mx 

En 2011, las tropas estadounidenses dejaron Irak en medio de voces que advertían que tras de sí dejarían un país con instituciones débiles, incapaz de asumir el control de la seguridad de una manera efectiva y que sería víctima del sectarismo, lo que a la postre derivaría en una guerra interna. Las tropas se fueron igual. Su misión había terminado y el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, cumplía de esta forma con una de sus principales promesas de campaña: terminar con las guerras.

“Los iraquíes han asumido la total responsabilidad de la seguridad de su país”, dijo entonces el mandatario estadounidense. Tres años después, Irak está a punto de desmoronarse, con el grupo terrorista sunita Estado Islámico de Irak y Siria (ISIS) avanzando hacia Bagdad, la capital, tras tomar Mosul, la segunda ciudad más importante del país, y Tikrit.

The Washington Post pone la situación en términos muy claros en un editorial del 12 de junio: “Por años el presidente Obama ha reclamado el crédito por ‘terminar guerras’, cuando, de hecho, ha sacado a EU de guerras que estaban lejos de haber terminado”.

Las tropas estadounidenses se fueron, sí, e Irak dejó de aparecer por un tiempo en los titulares de los diarios. Pero lo cierto es que la violencia nunca cesó del todo; el ISIS, también conocido como Estado Islámico de Irak y Levante, supo aprovechar la incapacidad del gobierno para controlar al país y fue ganando espacios. Tan sólo en 2013 unos 123 mil civiles perdieron la vida en atentados terroristas, muchos perpetrados por este grupo.

La avanzada de los yihadistas sobre Mosul y Tikrit no es una sorpresa: en enero pasado tomaron el control temporal de las ciudades de Falluyah y Ramadi, con incursiones en Diyala. Al mes siguiente atacaron una base del ejército en Mosul y en abril perpetraron una serie de atentados para empañar las elecciones, en las que resultó electa la coalición del primer ministro chiíta Nuri al-Maliki —que no ha logrado el sentido de unidad nacional que podría evitar que el país se despeñe hacia la guerra civil—.

El domingo 15 de junio, los islamistas llevaron el conflicto a las redes sociales: a través de Twitter mostraron imágenes de la presunta masacre de 1,700 soldados chiítas. De confirmarse la veracidad de este atroz hecho, no sólo sería la peor masacre de los últimos años en Irak o Sria, sino que el país se acercaría un paso más a una guerra civil, con los ánimos de los chiítas inflamados clamando venganza.

El ISIS, que tiene sus orígenes en Al-Qaeda en Irak, es liderado por Abu bakr al-Baghdadi, quien nació en 1971 en Samarra y por cuya cabeza Estados Unidos ofrece una recompensa de 10 millones de dólares. De acuerdo con la BBC, reportes sugieren que fue clérigo de una mezquita en Samarra en los tiempos en que inició la invasión estadounidense, en 2003.

Este grupo terrorista, que persigue la formación de un califato islámico (y que en Mosul ya ordenó que las mujeres permanezcan en sus casas y amenazó a los ladrones con cortarles las manos), nació a mediados de la década pasada cobijado por Al-Qaeda. Sin embargo, ha resultado ser mucho más radical y sanguinario que el grupo fundado por Osama bin Laden y actualmente dirigido por Ayman Al-Zawahiri: se le atribuye decapitar e incluso crucificar a sus víctimas, y las imágenes que difundió el fin de semana muestran ejecuciones de y latigazos a los enemigos.

El ISIS se distanció de Al-Qaeda por diferencias con el liderazgo de Al-Zawahiri; de hecho, algunos consideran que el verdadero heredero de Bin-Laden es Baghdadi.

La revista Foreign Policy dice que la organización recluta a sus suicidas “básicamente a partir de voluntarios internacionales, sus soldados de a pie de Irak y Siria (sunitas descontentos) y obtiene su dinero de mafias criminales”.

El ISIS, que combate también en Siria tratando de apoderarse de zonas que los rebeldes han arrebatado al gobierno, avanza decidido y sin freno, a tal grado que el clérigo chiíta Muktada al-Sadr llamó a su gente a formar “brigadas de paz” para contener el avance de los yihadistas, en coordinación con el gobierno… uno que no ha mostrado mucho control.

A este llamado se unió el sábado 14 de junio el respetado clérigo chiíta Ali al-Sistani, que llamó a la movilización ciudadana.

El sectarismo y Al-Maliki

En sus páginas editoriales, el diario británico The Guardian afirma que “Al-Maliki ha fallado en ser el líder nacional que debió haber sido y, en vez de eso, se dio a la tarea de apuntalar a su propia base chiíta, superando o subordinando a sus rivales, así como excluyendo a los sunitas del poder político”, fomentando el sectarismo.

En Tikrit, ciudad sunita cuna del ex dictador iraquí Saddam Hussein, testigos dicen que entre quienes tomaron el control figuraban muchos ex miembros del partido Baath de Hussein. Residentes afirmaron, de acuerdo con The Guardian, que se escuchaban las canciones del Partido Baath y varios medios reportaron que en la ciudad los soldados desertaron para unirse a los yihadistas. Reportes del fin de semana indicaron junto al ISIS luchan antiguos baahtistas integrados en la milicia Nakshbandi.

Reina el descontento en el país, la gente está dividida y asustada por la situación. El sectarismo se antoja un refugio. Es el escenario perfecto para que el ISIS avance y, si no lo detienen, imponga su ley.

Algunos militares no parecen dispuestos a morir a manos de un sangriento grupo terrorista para defender a un gobierno chiíta al que no creen capaz de sacar al país adelante. Un gobierno en el que el jueves 12 de junio, el Parlamento fue incapaz de lograr el quórum necesario para poder decretar un estado de emergencia en la zona.

Habrá qué ver ahora el resultado de la movilización ciudadana: miles de chiítas han respondido, rifle en mano, al llamado de defender al país.

El factor petróleo

Ante la caída de Mosul y Tikrit, los kurdos se apresuraron a tomar el control de la estratégica ciudad de Kirkut, que posee las mayores reservas petroleras de Irak (que a su vez es el tercer productor más importante de la región), argumentando que temían que los kurdos que viven en la zona cayeran en manos del ISIS.

Los kurdos tienen una zona semiautónoma en el norte de Irak y reclaman derechos sobre Kirkut, así que no extraña que haya acudido a “su rescate”. Su acción elevó el jueves los precios del crudo Brent a más de 112 dólares por barril.

No está demás señalar que, de acuerdo con un artículo de la revista Forbes, “los esfuerzos de exploración petrolera en la era post Saddam Hussein sugieren que los recursos petroleros de Irak son mucho más grandes de lo que los analistas han anticipado”.

En otro artículo, a la luz de la situación actual, la revista especializada plantea tres escenarios que tendrían un efecto en la economía mundial: si los sunitas toman el occidente, los chiítas el sureste y los kurdos el noreste, con combates y atentados esporádicos, pero sin cortar el suministro del petróleo, los precios estarán por encima de los 110 d/b. Una guerra civil, que mantendría los precios en cerca de 125 d/b. Un sabotaje al petróleo iraquí, que elevaría los precios del crudo a entre 125 y 150 d/b

La crisis en Irak representa un desafío para Estados Unidos, pues es otro factor de inestabilidad en Medio Oriente, que en los últimos tres años se ha visto sacudido por una guerra civil en Siria que ha dejado más de 150 mil muertos desde marzo de 2011. El presidente Obama ha declarado que está considerando todas las opciones, pero precisó que no enviará tropas al terreno.

En un discurso reciente ante los graduados de West Point, el mandatario destacó el fin de la guerra en Irak y la próxima retirada total de Afganistán, mientras habló de cómo se había diezmado el poder de Al-Qaeda. Admitió el peligro del extremismo y reconoció que no se puede ignorar conflictos como el sirio o el ucraniano.

No obstante, fue muy claro: “Decir que tenemos interés en lograr paz y libertad más allá de nuestras fronteras no es decir que todo problema tiene una solución militar”.

La guerra en Irak le costó a Estados Unidos cerca de 800 mil millones de dólares; a tres años de que Obama la diera por terminada, Irak ha pedido su ayuda para detener al ISIS y los republicanos demandan también que se intervenga para evitar que Irak vaya de regreso al caos, víctima del sectarismo, de la corrupción de fuerzas policiales y militares mal preparadas y de un grupo terrorista que, si logra consolidarse, podría resultar una amenaza aún peor que Al-Qaeda.



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