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El monarca de todos

Ana Anabitarte Corresponsal| El Universal
Martes 03 de junio de 2014

MADRID.— El 22 de noviembre de 1975, dos días después de la muerte del dictador Francisco Franco, Juan Carlos de Borbón juraba su cargo de rey de España recalcando que iba a ser “el rey de todos los españoles”. El monarca, que había sido puesto por Franco, no contaba con el apoyo de los partidos de la izquierda y sus planes para instaurar una democracia no eran del agrado de muchos de la derecha. De manera que Santiago Carrillo, entonces líder del Partido Comunista de España en el exilio (PCE) aseguró que sería Juan Carlos I “El Breve”.

Nacido en Roma y educado en Italia, Suiza y Portugal, con apenas 10 años, Juanito, como lo llamaba su familia para diferenciarlo de su padre, Juan de Borbón, llegó a España donde fijó su residencia alejado de su familia. Unos años después se casó con la entonces princesa Sofía de Grecia y tuvo a sus tres hijos: Elena, Cristina y Felipe.

Después de la larga agonía del dictador Francisco Franco, Juan Carlos fue proclamado rey. De su reinado podría decirse que ha estado lleno de luces y sombras. Fue, junto con el ex presidente Adolfo Suárez, uno de los padres de la transición española. Ambos lograron que el país celebrara elecciones libres en 1977, aprobara una Constitución de consenso en 1978, que los partidos políticos firmaran los Pactos de la Moncloa y se legalizara el Partido Comunista de España.

Pero el rey también protagonizó capítulos no tan luminosos. El primero de ellos fue en 2007, cuando mandó callar al presidente de Venezuela, Hugo Chávez, durante la Cumbre Iberoamericana con el famoso ¿Por qué no te callas? Su metedura de pata, aunque le dio popularidad, provocó un conflicto diplomático.

En 2012 tuvo lugar un escándalo que trascendió fronteras, cuando se rompió la cadera cazando elefantes, una especie en extinción, en un viaje privado a Botsuana. Unas fotografías en las que aparecía junto a los elefantes muertos como si fueran trofeos fueron demoledoras para su imagen.

Pero este escándalo destapó otro aún mayor. El de su estrecha amistad con la princesa Corinna zu Sayn-Wittgenstein, a quien muchos definieron como su amante alemana y quien, según la prensa germana, vivió durante años en una exclusiva vivienda ubicada en una finca en los aledaños del Palacio de la Zarzuela, con acceso restringido al público y al que se podía acceder directamente desde la residencia oficial de los monarcas.

Aquellas dos noticias y la presión de varios partidos políticos, le llevaron unos días después a pedir perdón públicamente por un viaje realizado cuando el país vivía su peor semana de crisis. Muchos los que no le perdonaron.



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