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Perfil. El líder cocalero convertido en "emperador" de Bolivia

José Vales Corresponsal en Sudamérica| El Universal
Domingo 12 de octubre de 2014
<b>Perfil.</b> El lder cocalero convertido en

"Cuando era niño recogía cáscaras de naranja que echaban los pasajeros para comer...ahora me ofrecen banquetes; a veces no puedo creer que esto sea real". (Foto: ILUSTRACIÓN: LETICIA BARRADAS )


El Evo Morales versión 2014 está lejos de aquel que en 2006 sorprendía al mundo al asumir como el primer indígena presidente de Bolivia. Mucho más lejano, a años luz, quedó de aquel líder cocalero que, en 1995, encabezaba en Cochabamba los reclamos en lo que se conoció como la Guerra del Agua.

El modelo actual que representa Evo Morales es el de un líder consolidado, manejador pleno de los momentos políticos, controvertido y polémico pero al que buena parte de la sociedad considera como el artífice de la suerte de milagro económico que se dio en el país en los últimos ocho años.

En 2006, en medio de una profunda crisis del sistema de representación, Morales llegó a la presidencia aupado por los sindicatos y por los movimientos sociales. Su currículum incluía una larga hoja de servicios como dirigente sindical en el Chapare, la zona cocalera, y al frente de protestas como las del agua (en el 2000) y el gas, que en 2003 terminó sangrientamente con el gobierno de Gonzalo Sánchez de Lozada.

Ahora, Evo busca la reelección tras dos gobiernos en los que las nacionalizaciones —desde los hidrocarburos hasta el agua—, fueron celebradas con bombo y platillo, aunque la actividad privada sigue operando sin problemas, con un crecimiento exponencial de la economía, un sinnúmero de obras de infraestructura que mejoraron la calidad de vida de millones de personas y la colaboración de una oposición que muchas veces parece ser más una aliada oculta que detractora del presidente.

De origen aymara, surgido de un hogar pobre, de campesinos y cuidadores de llamas, Evo vio morir a cuatro de sus hermanos, siendo éstos apenas unos niños, por una misma enfermedad: la pobreza.

Apenas con estudios de primaria, el presidente comenzó su carrera a través del futbol. Le gustaba tanto que en su Orinoco (Oruro) natal se enroló en el sindicato de Cocaleros para jugarlo. No tardó en ocupar la secretaría de Deportes y, de allí, fue escalando hasta convertirse, a principios de los 90, en líder de la organización.

Todo en la vida de Evo se parece a una carrera de obstáculos que han terminado por favorecerle: en 1997, los movimientos sociales y sindicales de izquierda, como su sindicato, se unieron al Movimiento al Socialismo (MAS) y él fue elegido diputado.

De allí fue expulsado años más tarde, tras una componenda política que terminó colocándolo en el papel de líder perseguido.

En 2002, cuando ya controlaba el MAS, se convirtió en candidato presidencial.

Cuando promediaba la campaña, las encuestas lo mostraban con 3% de intención de voto. Eso cambió cuando el entonces embajador estadounidense, Manuel Rocha, acusó a Evo de narcotraficante y la candidatura de éste se disparó al segundo lugar, a pocos votos de Sánchez de Lozada, que terminó electo. Ya como jefe de la oposición, Evo sólo tuvo que esperar a que se encendiera la mecha contra el intento de privatización de los hidrocarburos. “Goni”, como es apodado Sánchez de Lozada, fue expulsado del poder y Evo se convirtió en líder del antineoliberalismo.

A partir de allí, la presidencia estuvo al alcance de su mano. En 2005, el MAS y sus aliados provocaron una protesta callejera con una huelga por tiempo indeterminado para poner fin al gobierno interino de Carlos Mesa y preparar las elecciones que llevaron a Evo al Palacio Quemado en 2006.

De entonces a ahora, su estilo presidencial ha cambiado. Ya no viste aquellos suéters (“chompas”) multicolores: se acostumbró a los trajes que la boliviana Beatriz Cañedo Patiño diseña en exclusiva para él. Se lleva de maravillas con el español, que no es precisamente su lengua materna y ocupa todo el espacio político de un país.

Justamente es en este aspecto donde surgen sus principales contradicciones, ahora que el poder lo transformó en un político profesional. Izquierda y derecha del espectro político lo acusan de dejarse llevar por ciertas tentaciones autoritarias.

A lo largo de estos ocho años, pulverizó a los frentes cívicos del oriente y sur del país, que ponían en duda la nueva Constitución plurinacional y, por ende, la integridad de la República. Algunos de ellos, como el prefecto de Santa Cruz, Rubens Costas, pasó de ser su archienenemigo a su aliado. A los ex presidentes Eduardo Rodríguez Veltzé y Carlos Mesa, a quienes alguna vez llenó de críticas, los colocó al frente de la delegación que en La Haya mantiene el pleito por la salida al mar con Chile.

Sin abandonar las banderas del antineoliberalismo ni de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), le hizo un lugar a la actividad privada, mantiene una relación más que aceitada con las compañías mineras asiáticas y con las petroleras como la española Repsol.

Aun así, no abandona su perfil de hombre de pueblo; siempre está listo para jugar con amigos un partido de futbol que de inmediato transformará en un acto político.

En sus ocho años en el poder, Bolivia ha pasado por un referéndum, una reforma de la Constitución y una reelección. Sus oponentes hoy son los mismos que en las últimas dos elecciones: el ex presidente Jorge “Tuto” Quiroga, el empresario Samuel Doria Medina y el ex prefecto de La Paz y ex aliado de Morales, Juan Del Granado. De todos, Evo suele decir en privado que les tiene “una gran estima”.

Y es que con ellos en la oposición, Evo no sólo volverá a ser presidente este domingo sino que tiene la oportunidad de transformarse en un emperador todos los pueblos que integran Bolivia y que aquel 21 de enero en el Tiahuanaco lo entronizaron y juraron respetarlo como su líder “por otros 500 años”.



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